Naomi Klein habla sobre la deuda climática: por qué los países ricos deberían compensar a los países pobres por la crisis climática

Original en Español10 de diciembre de 2009
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    Dos semanas antes de la cumbre sobre el cambio climático en Copenhague, la periodista y best seller, Naomi Klein, analizó junto a Democracy Now! el movimiento de base que está detrás de la propuesta de debate sobre el cambio climático, la cual plantea que los costos de la adaptación a un medio ambiente más hostil (desde construir barreras marinas más resistentes hasta pasarse a tecnologías más limpias y caras) son responsabilidad de los países que han creado la crisis. Klein habla también sobre el 10º aniversario de las protestas por la cumbre de la OMC en Seattle y el 10º aniversario de su primer libro, “No Logo: el poder de las marcas”.

    AMY GOODMAN: Conversamos ahora con la autora del exitoso libro “La doctrina del shock”. Sí, la periodista independiente Naomi Klein nos acompaña desde Toronto, Canadá para hablar acerca de los últimos shocks que ha sufrido la economía, la cumbre mundial sobre el cambio climático que se celebrará tan sólo dentro de dos semanas en Copenhague y sobre la conformación de un movimiento global por la justicia ambiental. Se acaban de cumplir diez años de la edición de su primer libro, “No logo”, que se convirtió en un bestseller internacional, y entre sus más recientes artículos se cuenta “La furia del clima”, publicado en la revista The Rolling Stone, y “Copenhague: la maduración de Seattle”, para la revista The Nation. Naomi Klein, bienvenida a “Democracy Now!”. Comencemos con el tema del cambio climático o en tus palabras, la furia climática. Cuéntanos a qué te refieres.

    NAOMI KEIN: Este artículo en la revista Rolling Stone analiza la creciente demanda por el pago de la deuda climática. Este es un enfoque relativamente nuevo sobre la crisis climática, y es sostenido predominantemente por países en vías de desarrollo, liderados por el gobierno de Bolivia y otros países de América latina, y ha sido respaldado por la coalición de los países menos desarrollados, que se encuentran principalmente en África.

    Esencialmente, lo que ellos dicen es que la crisis producida por el cambio climático, tal como la conocemos en la actualidad, fue creada por el mundo industrializado. Existe una correlación directa entre la industrialización (lo que llamamos desarrollo) y las emisiones de carbono. De hecho, el 75% de las emisiones de carbono registradas en toda la historia han sido producidas por solo el 20% de la población mundial. Por consiguiente tenemos esta cruel ironía geográfica, que es que los efectos del cambio climático se perciben de una manera mucho más dramática en el mundo en vías de desarrolo, que es la parte del mundo que tiene menor responsabilidad en la generación de esta crisis. De acuerdo con cifras del banco mundial, entre el 75 y el 80 por ciento de los efectos del cambio climático se están sintiendo en el mundo en vías de desarrollo. Entonces, lo que tenemos es una relación inversamente proporcional entre causa y efecto.

    Es en este contexto que vemos la emergencia de este nuevo movimiento, surgido en los países en vías de desarrollo, que son los que más sufren el cambio climático, que afirman que los países ricos, que el mundo desarrollado que ha creado está crisis climática tiene una deuda con ellos y que les debe una reparación tangible por la creación de esta crisis. Y esas reparaciones deberían ser pagadas de tres maneras.
    Primero, a través de un recorte drástico de las emisiones en el mundo desarrollado, en los países ricos. Al menos a un 40% por debajo de los niveles de 1990. Esa es una cifra que hemos escuchado en repetidas ocasiones. Adicionalmente, ellos están reclamando que los países ricos del mundo, los miembros del G-8, los países industrializados paguen los costos, los grandes costos que los países en desarrollo deben afrontar para poder adaptarse al cambio climático. Sumado a lo anterior, también están diciendo que quisieran pasar de las energías sucias, los combustibles fósiles, que son los que ayudan a provocar la crisis climática.

    Pero ellos también saben que es más caro pasarse a las teconologías verdes limpias que llevar adelante su desarrollo a partir de combustibles sucios y baratos, que es lo han hecho los países ricos. Entonces, están diciendo que quieren un cambio, pero que creen que los países en vías de desarrollo no deben pagar todos esos costos adicionales porque este es un problema que ellos no han creado. El concepto de deuda climática consiste fundamentalmente en la idea de que “el que contamina paga”, que es un principio básico de jurisprudenica con el que está bien familiarizada la población estadounidense. Otra manera de decir esto es “usted lo rompió, usted lo paga”.

    AMY GOODMAN: Hablános específicamente sobre los países que se están haciendo eco de estas preocupaciones y que dicen que ellos no son los que deberían pagar. Por ejemplo, en África.

    NAOMI KLEIN: Bueno, la Unión Africana, la coalición de Estados africanos, ha sido muy clara en que la principal demanda que llevarán a Copenhague es el recorte siginificativo de las emisiones y el aporte de fondos significativos para la adaptación que les demanda el cambio climático. En África oriental, en este mismo momento, está habiendo grandes inundaciones que afectan a millones de personas. Este es solo un ejemplo del tipo de costos que se están sufriendo ahora mismo debido al cambio climático. Entonces, no estamos hablando acerca de proyecciones hacia el futuro, o de un futuro hipotético, estamos hablando acerca del hoy, del ahora mismo.

    El impulso principal de esta iniciativa, como lo dije, viene de Bolivia. Este país tiene a una extraordinaria negociadora para las cuestiones climáticas, a la que cito en el artículo de Rolling Stonce, que se llaman Angélica Navarro. A ella la conocí por primera vez en Ginebra.

    Ella era la embajadora de Bolivia ante la Organización Mundial del Comercio. Es muy clara, muy inteligente y multilingüe. Se requiere de mucha fuerza y valor para resistir toda la suerte de presiones que debe enfrentar un país pequeño como Bolivia, tanto en la Organización Mundial del Comercio como ahora en las negociociones sobre el clima. Y Angélica Navarro está realmente preparada para afrontar esa tarea, ha dado unos discursos verdaderamente inspiradores en los encuentros previos a la cumbre de Copenhague y se ha convertido en una fuerza propulsora para los otros países en vías de desarrollo.

    Pero también, como tú sabes, ella está canalizando una demanda que viene de grupos como la Red del Tercer Mundo, Focus on the Global South, Jubileo Sur, coaliciones de ONGs y grupos por la justicia climática, que vienen levantando estas demandas desde fuera de las convenciones.

    Pero lo que es realmente interesante es que ahora estas demandas han entrado dentro de la Cumbre y están en la mesa de negociación. Y, por supuesto, existe una gran resistencia de parte de Estados Undios, de la Unión Europea, de Canadá y Australia a la idea de que le deben dar dinero a los países en vías de desarrollo para lidiar con las adaptaciones que demanda el cambio climático, no como algo que viene de la bondad de sus corazones, o de su sentido de la caridad, sino de una obligación legal. Este es un concepto que los aterra, como te podrás imaginar.

    AMY GOODMAN: Naomi Klein –

    NAOMI KLEIN: Los argumentos al respecto son muy fuertes…

    AMY GOODMAN: La semana pasada, el Secretario General de las Naciones Unidas rechazó los prónosticos, ampliamente difundidos, de que las negociaciones de Copenhague serán un fracaso.

    BAN KI-MOON: Si se atiende a los últimos informes de prensa, uno podría llegar a pensar que Copenhague está destinado a ser un fracaso. Esto es un error. Al contrario, nosotros podemos, y yo creo que podemos y vamos a llegar a un acuerdo en Copenhague que abra el camino para un tratado vinculante tan pronto como sea posible.

    AMY GOODMAN: Cuál es tu opinión sobre lo que Ban Ki-Moon está afirmando?

    NAOMI KLEIN: Bueno, el problema está en que las expectativas sobre las que se basa la definición de “éxito” en Copenhague han sido rebajadas y rebajadas en relación con las metas iniciales. Hace algunos meses la definición de éxito para Copenhague era que los países llegaran a un acuerdo para reducir las emisiones a los niveles que los científicos están demandando. Y la ciencia ha sido bastante clara en afirmar que necesitamos estar un 40% por debajo de los niveles de emisión de 1990. La otra definición de éxito era que los países desarrollados acordaran destinar a los países en desarrollo la cantidad de fondos suficientes para satisfacer su necesidad real.

    Y nosotros sabemos de qué tipo de cifras estamos hablando. El Banco Mundial, por ejemplo, estima que el costo que los países en vías de desarrollo deben afrontar para adaptarse a las condiciones que les impone el cambio climático, lidiar con sequias o con crecientes inundaciones, por ejemplo, asciende a 100.000 millones de dólares al año. El costo de descartar el uso de las energías sucias, como ya lo había dicho anteriormente, es de 500 o 600.000 millones de dólares al año. Estas son cifras que provienen de investigadores independientes de las Naciones Unidades. Pero lo que estamos escuchando ahora de la propia ONU es que hay esperanzas de un éxito en Copenhague si se puede lograr que los países desarrollados y los países ricos se pongan de acuerdo en destinar 10.000 millones por año.

    Entonces, Amy, ellos van a salir a hacer declaraciones y van a decir que Copenhague fue un éxito, pero simplemente esa cifra no es un éxito. Se han bajado mucho las expectativas para determinar lo que será entendido por “un éxito” en Copenhague. Este es un punto de verdad problemático, y es un asunto que miles de ambientalistas y activistas por la justicia climática van a tener que enfrentar. Porque, en cuestiones como el cambio climático, la urgencia importa, el mantenimiento del sentido de urgencia en esta etapa de la crisis realmente importa.

    Entonces, existe un peligro, un verdadero peligro en crear la ilusión de que en Copenhagen se está haciendo algo para darle una solución a este problema. Vamos a ver a Obama dando uno de sus extraordinarios discursos, para lo que es muy bueno, declarando que es un gran avance que Estados Unidos esté hablando de reducir sus emisiones a un 14 o 20 por ciento por debajo de los niveles del 2005, lo cual es simplemente absurdo, no tiene nada que ver con las estimaciones científicas. Y luego tenemos esta cifra de 10.000 millones de dólares al año, y, una vez más, existe una gran diferencia entre esta cifra y lo que el Banco Mundial está planteando como la mínima cifra posible para afrontar realmente el problema, que es 100.000 millones de dólares.

    Entonces, tenemos que ser muy cuidadosos con respecto a lo que entendemos por éxito, porque si llegas y dices “es un éxito que Estados Unidos se comprometa a reducir las emisiones en un 14% por debajo de los niveles del 2005”, y que destine un par de miles de millones de dolares al año por su buena voluntad, mientras todavía no se reconoce la responsabilidad histórica, se perderá la perspectiva de la urgencia con la que es necesario actuar para enfrentar esta crisis. Entonces, creo que es bastante importante que el movimiento por la justicia climática no permita que los políticos hagan pasar el fracaso como un éxito.

    AMY GOODMAN: Naomi Klein, hablemos sobre el hecho de si el presidente Obama irá a la cumbre. Él va a estar en la región, porque tiene que ir a recibir el Premio Nobel de la Paz a Oslo. Estuvo hace poco en Copenhague. Viajó allí para hacer presión para que Chicago fuera la sede de los juegos Olímpicos. Pero todavía no ha dicho si va a ir, a pesar de que otros 65 líderes han confirmado su asistencia. Los tres países que producen más contaminación por carbono en el mundo, EE.UU., China e India no han confirmado su asistencia, ¿qué piensas sobre esto?

    NAOMI KLEIN: Bueno, como sabes, John Kerry le está haciendo un llamamiento público a Obama para que vaya y creo que dado esto, hay que suponer que Obama va a ir. Yo no creo que Kerry hubiera dicho esto si no estuviera más o menos tomada la decisión de que Obama va a ir a la cumbre. Y creo que todo este juego de bajar las expectativas iniciales en relación con las cuales se va a medir el éxito, de tal manera de que el fracaso pueda ser visto como un éxito, tiene que ver con crear las condiciones necesarias para que Obama vaya y anuncie lo que debería ser considerado como el fracaso de las negociaciones como si hubiera sido un éxito. Así que, francamente, creo que Obama va a ir, pero pienso que no podemos permitir que eso sea considerado como un éxito.

    AMY GOODMAN: Por supuesto que no, nosotros estaremos ahí, “Democracy Now!” estará con todo su equipo para cubrir lo que va a estar pasando en esas dos semanas. Nosotros estaremos cubriendo lo que pasa en la cumbre y lo que pasa en las calles. Naomi, también es el décimo aniversario de la llamada “Batalla de Seattle”, las protestas en Seattle, Washington contra la cumbre de la Organización Mundial del Comercio. Yo estaré allí en algunos días y la gente esta hablando acerca de la importancia de Seattle. Pero antes de que vayamos a una pausa, cuentános sobre lo que se está planeando para las calles de Copenhagen.

    NAOMI KLEIN: Bueno la última columna que escribí para “The Nation” trata sobre esta línea que se puede trazar de Seattle a Copenhague. El nombre de la columna es “La maduración de Seattle”, porque creo que estamos presenciando la evolución de un movimiento que llamó la atención en las calles de Seattle. Creo que ha habido una gran profundización de la coalición entre los grupos que principalmente se enfocaban en la pobreza, en cuestiones de desarrollo o en la deuda y los grupos ambientalistas, que principalmente se enfocaban en cuestiones ecológicas. Vimos eso en Seattle, el principio de esta articulación, con la famosa coalición entre “Camioneros y Torgugas”. Ahora vemos algo mucho más profundo.

    Y es precisamente esta idea de la deuda climática la que está acercando a los grupos como Jubileo Sur o Action Aid a esta temática, grupos que se habían enfocado más que nada en la lucha contra la pobreza o en el desarrollo y que ahora están viendo al cambio climático como la mayor barrera en contra del desarollo de la especie humana, y también están viendo el llamado a que se haga una reparación climática, la inciativa de que los países desarrollados paguen la deuda climática, como una oportunidad para, y cito a Angélica Navarro, la embajadora de Bolivia para las negociaciones sobre el clima, a la que me estaba refiriendo anteriormente, ella dice que si esta iniciativa es llevada adelante tendríamos un plan Marshall para el planeta tierra, lo que sería una propuesta muy interesante porque significa que tenemos la oportunidad de enfrentar simultáneamente dos de los desafíos más intransigentes, de los problemas más grandes para la humanidad en este momento, la deuda climática, por un lado, y la desigualdad, por otro.

    Entonces, el hecho de que se junten estas dos fuerzas es lo que va a ser muy interesante en Copenhague. Y un montón de militantes, un montón de redes que surgieron en Seatlle van a estar activando en Copenhague y en estos últimos años lo único que han hecho es fortalecerse.

    AMY GOODMAN: Cuando volvamos, hablaremos sobre el décimo aniversario de las protestas de la Batalla de Seattle, también es el décimo aniversario del lanzamiento del libro “No Logo”, y quisiera hablar sobre “el mundo de las marcas”. Esto es “Democracy Now!”, democracynow.org, el informativo de guerra y paz. Yo soy Amy Goodman. Quédense con nosotros.

    Traducido por Democracy Now! en Español.

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