Se conoció la identidad de las personas que en 1971 revelaron la existencia del programa COINTELPRO del FBI

Reportaje08 de enero de 2014

Uno de los grandes misterios de la época de la guerra en Vietnam ha sido resuelto. El 8 de marzo de 1971 un grupo de activistas conformado por un taxista, una directora de guardería y dos docentes, ingresaron ilegalmente a la oficina del FBI en la localidad de Media, Pennsylvania. Robaron todos los documentos que encontraron y luego filtraron muchos de ellos a la prensa, entre ellos, detalles de los abusos cometidos por el FBI y del entonces programa secreto de contrainteligencia, denominado COINTELPRO, destinado a infiltrar, controlar y causar problemas en los movimientos sociales y políticos. El grupo se autodenominó la Comisión Ciudadana para Investigar al FBI. Nunca detuvieron a nadie por el hecho. La identidad de los ladrones permaneció en secreto hasta esta semana cuando, finalmente, decidieron atribuirse el hecho que cambió la historia. Hoy nos acompañan tres de ellos —John Raines, Bonnie Raines y Keith Forsyth—, el abogado David Kairys, y Betty Medsger, la periodista del periódico Washington Post que dio a conocer la noticia del robo de documentos en el FBI en 1971 y que hoy revela la identidad de los ladrones en su nuevo libro, “The Burglary: The Discovery of J. Edgar Hoover’s Secret FBI” (El robo: el hallazgo de la existencia del FBI secreto de J. Edgar Hoover).

Transcripción
Esta transcripción es un borrador que puede estar sujeto a cambios.

NERMEEN SHAIKH: Nos acompañan hoy en nuestro estudio tres de los activistas que irrumpieron en la oficina del FBI en Media, Pensilvania, el 8 de marzo 1971. Los documentos que extrajeron, revelaron evidencia sobre el programa secreto COINTELPRO del FBI, que vigilaba y perseguía a activistas de todo el país.

AMY GOODMAN: Ninguno de los activistas ladrones fue capturado, ni se supo quiénes eran. El martes, por primera vez, se dio a conocer su identidad. Keith Forsyth, Bonnie Raines y John Raines vivían en Filadelfia en 1971. Forsyth trabajaba como taxista y fue la persona designada para abrir la cerradura de la oficina del FBI. Muchas de las reuniones para planificar el robo se realizaron en la casa de Bonnie y John Raines, donde criaban a tres niños. Bonnie, que trabajaba como directora de una guardería para niños, se hizo pasar por una estudiante universitaria interesada en convertirse en agente del FBI, para poder hacer un reconocimiento de la oficina del FBI a la que se quería ingresar. John Raines había formado parte del movimiento Freedom Rides y era profesor en la Universidad de Temple. Usó una fotocopiadora de la universidad para copiar muchos de los documentos robados.

AMY GOODMAN: También nos acompaña Betty Medsger, autora del libro The Burglary: The Discovery of J. Edgar Hoover’s Secret FBI (El Robo: descubriendo el FBI secreto de J. Edgar Hoover). Medsger dio a conocer los documentos robados cuando trabajaba como periodista en el diario The Washington Post. Ahora, en este nuevo libro, revela las identidades de la mayoría de los ladrones.

Les damos la bienvenida a Democracy Now! Keith, quiero comenzar contigo. Háblanos sobre esa época y cómo fue que terminaste irrumpiendo en la oficina del FBI. ¿Qué te motivó?

KEITH FORSYTH: Bueno, en ese entonces, hacía pocos años que habíamos pasado lo que sería la cumbre del movimiento por los derechos civiles. En años recientes se habían logrado aprobar muchas leyes, como la Ley de Derecho al Voto, pero aún así, la justicia racial todavía estaba lejos de ser una realidad. Era un momento en que la guerra de Vietnam estaba causando estragos. Y entonces, había muchas personas trabajando para lograr cambios particularmente en esos temas.

Mi principal eje de interés en ese tiempo era el movimiento contra la guerra. O sea, yo pasaba tanto tiempo como podía militando contra de la guerra, pero me sentía muy frustrado con la protesta por vías legales, que no parecía llevarnos a ningún lado. El gobierno no nos prestaba atención. La guerra era cada vez más intensa y no se detenía. Y creo que lo que realmente me motivó a cruzar la línea fue que, poco después de la invasión a Camboya, fueron asesinados cuatro estudiantes de la Universidad Estatal de Kent y otros dos de la Universidad Estatal de Jackson. Y —lo siento, no pensé que contar esto me afectara tanto, después de tantos años— bueno, y eso realmente me llevó al límite; ya era hora de hacer algo más que sólo protestar y marchar con un cartel. Me uní a la llamada “Izquierda Católica”, donde conocí a John y Bonnie, y también a Bill Davidon. Y a partir de allí, el siguiente paso fue la acción de Media.

NERMEEN SHAIKH: Keith, ¿podrías contarnos también sobre cómo fue que te invitaron, que William Davidon te invitó, a participar en el plan de irrumpir en esa oficina?

KEITH FORSYTH: Si mal no recuerdo, él me llamó por teléfono y me preguntó…

AMY GOODMAN: Y explica quién era William Davidon.

KEITH FORSYTH: Ah, sí, lo siento. Bill Davidon era, en ese momento, profesor de física en el Haverford College, y yo lo conocía principalmente como compañero del movimiento pacifista. Él era un activista muy conocido en Filadelfia, participando en el movimiento por la paz, tanto en acciones legales como clandestinas. Y un día me llamó por teléfono y me preguntó si quería ir a una fiesta, que era la clave para referirse a una acción. Y creo que mi respuesta fue: “Claro, siempre estoy listo para una fiesta”. Puedes comprobarlo con la transcripción del FBI, ya que él tenía el teléfono intervenido en ese momento. Así que nos reunimos en un lugar al aire libre, donde no pudieran espiar nuestra conversación, y entonces me contó su idea.

AMY GOODMAN: Y, Bonnie Raines, cuéntanos acerca de tu participación. ¿Qué te motivó? Tú eras una joven madre de tres niños.

BONNIE RAINES: Ajá.

AMY GOODMAN: ¿Qué edades tenían tus hijos?

BONNIE RAINES: Tenían ocho, seis y dos en ese momento. Luego tuvimos un cuarto hijo.
Comencé participando, igual que Keith, en el movimiento por los derechos civiles, cuando
vivíamos en Nueva York y éramos estudiantes. Después nos mudamos a Filadelfia, ya con una fuerte oposición a la guerra de Vietnam, y encontramos allí una gran comunidad de activistas. Comenzamos a relacionarnos con lo que en ese entonces se llamaba la Izquierda Católica. Y conocimos a los hermanos Berrigan, Bill y Dan, que eran los dirigentes. Y con este grupo, participamos en una acción contra los centros de reclutamiento militar, llamada “Conspiración de la Costa Este para salvar vidas”. Hicimos una incursión en mitad de la noche en un centro de reclutamiento, como parte del movimiento de antireclutamiento.

AMY GOODMAN: ¿Dónde fue eso?

BONNIE RAINES: En el norte de Filadelfia, un centro de reclutamiento en el norte de Filadelfia. Elegimos ese centro porque se encontraba en uno de los sectores más pobres de la ciudad, y las fuerzas armadas se estaban llevando de allí a muchísimos hombres jóvenes en situación de pobreza, para enviarlos como carne de cañón a Vietnam. Nuestro gobierno nos mentía sobre las víctimas, tanto civiles como militares. Así que me involucré, junto con John, en esta acción de incursionar en el centro de reclutamiento, sacar los archivos y destruirlos para que esos jóvenes no pudieran ser reclutados.

AMY GOODMAN: Y mencionaste a los hermanos Berrigan, los sacerdotes.

BONNIE RAINES: Sí, sí.

AMY GOODMAN: El fallecido Phil Berrigan, y el Padre Dan Berrigan, que todavía vive.

Quiero pedirte que nos cuentes acerca de la acción en Catonsville y qué significó para ti en 1969. Pero antes, quiero pasar un video sobre lo sucedido en Catonsville. Se trata de Catonsville, Maryland, donde un grupo de activistas, liderados por los Padres Dan y Phil Berrigan, quemaron fichas de reclutamiento con napalm. Robaron cientos de fichas y las incendiaron. Fueron sentenciados a tres años de prisión. Esta acción impulsó una ola de acciones directas contra el reclutamiento para la guerra de Vietnam.

PADRE DANIEL BERRIGAN: Que no creemos que la no violencia como forma de acción se haya acabado, y no creemos que haya que reemplazar una forma de violencia por otra, y que sí creemos que una acción como esta puede llamar la atención de nuestros conciudadanos y hacerles ver que vivir en una sociedad decente aún es posible, pero que será imposible si estos archivos, y lo que ellos representan, son preservados y honrados, e incluso defendidos, como intentaron hacer esas pobres mujeres.

AMY GOODMAN: Ese era el Padre Dan Berrigan, mientras se reunían en círculo y quemaban
los registros de reclutamiento con napalm, un combustible que se usaba en Vietnam.

BONNIE RAINES: Sí, así es. Creo que ese fue un momento muy importante para todos nosotros. Llevó la desobediencia civil a otro nivel y, claramente, nos llevó a otro nivel de protesta contra la guerra de Vietnam. Y nosotros tomamos la posta en asumir el reclutamiento militar como uno de los aspectos realmente perversos de esa guerra. Y así fue como nos involucramos en acciones clandestinas contra los centros de reclutamiento en Filadelfia.

NERMEEN SHAIKH: John Raines, ¿tú consideras que el propio movimiento contra la guerra estaba infiltrado por el FBI?

JOHN RAINES: Sí, claro. O sea, eso era evidente, para toda la gente que veníamos participando en el movimiento por los derechos civiles, porque eso ya había sucedido en dicho movimiento. El FBI de J. Edgar Hoover estaba muy encima del movimiento por los derechos civiles, con infiltrados y otros sistemas de espionaje; era una vigilancia intensa, y tenía gente que le informaba luego de las reuniones y cosas por el estilo. Y, por supuesto, todos sabíamos que J. Edgar Hoover y su FBI habían ido tras Martin Luther King y habían tratado de desprestigiarlo; incluso le enviaron una carta diciéndole que por haber tenido encuentros con otras mujeres, teniendo esposa, no tenía otra salida más que suicidarse. Le enviaron esa nota al Dr. King, sugiriéndole —y la carta venía del FBI— que tenía que suicidarse. Así que ya sabíamos, desde las acciones de lucha por los derechos civiles, que J. Edgar Hoover y su FBI estaban muy en contra de todo lo que planteara un cambio social significativo. Llevamos esa información, ese conocimiento, al norte con nosotros cuando nos integramos en el movimiento contra la guerra. Y se hizo evidente que las tácticas que venían usando para perjudicar y destruir —bueno, intentar destruir— el movimiento de protesta en el sur, también se estaban usando contra los manifestantes que se oponían a la guerra de Vietnam.

El problema era que J. Edgar Hoover era intocable. Era un ícono de la nación. O sea, había presidentes que le tenían miedo. La gente que había sido elegida para que supervisara el FBI de J. Edgar Hoover estaba enamorada o aterrorizada de él. Nadie le pedía explicaciones ni lo hacía rendir cuentas por sus actos. Ante eso, era necesario que alguien obtuviera pruebas objetivas de lo que su FBI estaba haciendo. Y así fue que surgió la idea que nos trajo Bill Davidon: entremos a una oficina del FBI, consigamos sus archivos y sepamos lo que estaban haciendo, de su propio puño y letra.

AMY GOODMAN: Tú y Bill Davidon eran profesores.

JOHN RAINES: Sí.

AMY GOODMAN: Él era profesor en Haverford y tú, en la Universidad de Temple.

JOHN RAINES: Sí.

AMY GOODMAN: ¿Qué sentías con respecto al riesgo que estaban tomando? ¿Te preocupaba ser atrapado?

JOHN RAINES: Bueno, Bonnie y yo éramos padres, teníamos tres hijos menores de 10 años, y eso tenía un gran peso en nuestras decisiones. Teníamos que estar convencidos de que la acción saldría bien. Habíamos aprendido destrezas de buenos ladrones con compañeros sacerdotes y monjas. Y habíamos inspeccionado la oficina del FBI en Media muy detalladamente.

AMY GOODMAN: Habían pensado hacerlo en Filadelfia, ¿sí? ¿pero allí había demasiada seguridad?

JOHN RAINES: Ah, sí, era un gran edificio en el centro, no podíamos meternos ahí. Pero en Media, sí se podía. Y estábamos bastante seguros de que si lográbamos entrar y salir sin dejar ningún rastro físico, luego podríamos diluirnos en el enorme movimiento contra la guerra de Filadelfia, que integraba miles de personas en la región.

AMY GOODMAN: ¿Habían previsto que alguien cuidara a sus niños, en caso de que los capturaran?

BONNIE RAINES: Sí, lo habíamos previsto. Sabíamos cuáles eran los riesgos y que era peligroso. No íbamos a ser imprudentes. No hubiéramos profundizado nuestra participación en acciones sin el liderazgo de Bill Davidon, a quien todos admirábamos y respetábamos mucho. Pero sí, sentimos que era necesario hablar con el hermano mayor de John y su esposa, y con mi madre y mi padre sobre la posibilidad de que cuidaran a nuestros hijos si pasaba lo peor, si nos condenaban y enviaban a prisión.

AMY GOODMAN: Keith Forsyth, eligieron la noche de la pelea entre Muhammad Ali y Joe Frazier para llevar a cabo el robo. ¿Por qué? ¿Por qué era tan importante esa fecha, 8 de marzo de 1971?

KEITH FORSYTH: Bueno, o sea, tomamos muchas precauciones para evitar ser atrapados, y esta fue una de ellas. No tengo idea quién fue que lo sugirió, pero fue pensando en que agregaría una distracción más, no sólo para la policía, sino también para la gente en general. El edificio donde estaba la oficina tenía un vigilante que vivía allí, y su departamento estaba justo debajo de la oficina del FBI. O sea que él iba a estar en el piso de abajo mientras nosotros caminábamos por allí y abríamos armarios. Así que, cualquier cosa que pudiera distraerlo de los ruidos parecía una buena idea.

NERMEEN SHAIKH: ¿Cómo sabían que encontrarían esos documentos y dónde encontrarlos? ¿o no lo sabían?

KEITH FORSYTH: No lo sabíamos. Estábamos bastante seguros. O sea, las burocracias son iguales, en todas partes. Les encanta llevar registros de todo. Pero en realidad, estábamos probando suerte. Así que, en ese sentido, tuvimos suerte de que sí llevaran esos registros.

AMY GOODMAN: Aquí es donde entra Betty Medsger en la historia, cuyo libro publicado esta semana, The Burglary (El Robo), da a conocer las identidades de los activistas involucrados en este robo. Se podría decir que este grupo de personas fueron justo la oposición que J. Edgar Hoover necesitaba. Betty, cuéntanos cómo fue cuando recibiste estos documentos por correo. En ese momento eras periodista del Washington Post.

BETTY MEDSGER: Bien. Antes me gustaría decir algo sobre Bill Davidon, si me permiten. En primer lugar, que la idea fue de Bill. Él participó en los preparativos del libro y del documental
que se realizó, llamado 1971. Y quiero decir que estamos todos muy apenados de que él no esté con nosotros. Bill murió en noviembre, pero fue genial que se le ocurriera esta idea, porque si bien mucha gente que participaba en los diferentes movimientos sociales de esa época creía que había informantes del FBI en sus organizaciones, no había ninguna evidencia al respecto, y la sociedad en general no lo sabía. Y Bill tenía este profundo compromiso de creer que si la gente veía pruebas concretas, se iba a enojar mucho. Que incluso siendo Hoover tal figura emblemática, si la gente se enteraba de que había una programa de vigilancia masiva, de espionaje político, entonces se interesaría en hacer algo al respecto. Y eso es lo que sucedió. Yo trabajaba como periodista, y un día aparece este sobre en mi buzón de correo. Decía que venía de Liberty Publications, con remitente de Media, Pensilvania. Eso no significaba nada para mí. Entonces lo abrí y encontré una carta de presentación, que decía que era de la “Comisión Ciudadana para Investigar al FBI”. Aquella era una organización nueva para mí. Y la carta explicaba que un grupo de ocho personas había entrado ilegalmente en una oficina del FBI, en la noche del 8 de marzo, y que me adjuntaban algunos de los archivos que se habían llevado de dicha oficina. Algunos de esos archivos eran muy impactantes. Creo que la primera cuestión que me impactó —y es algo que también tuvo mucha repercusión en la opinión pública cuando fue difundido y sujeto a debate— fue el documento en el que se daba instrucciones a los agentes de alentar la paranoia y hacer creer a la gente que había un agente del FBI escuchando en cada esquina. Era una declaración muy impresionante, y expresaba muchísimo. Los propios activistas estaban impresionados, según entiendo, cuando vieron ese documentos la primera noche después del robo. Así que esa fue una de las cosas que me impactó.

Y bueno, entre los demás archivos había varios acerca de personas específicas, y todos eran graves, pero una de las cosas que mejor recuerdo acerca de esos documentos, es la descripción de una vigilancia verdaderamente exhaustiva que se estaba llevando a cabo sobre la población afroestadounidense. Eso era en Filadelfia, pero también se refería a programas nacionales, y era algo bastante impresionante. En primer lugar, se describía la forma en que se realizaba la vigilancia. Se espiaba en todos los lugares donde la gente pudiera reunirse: iglesias, clases, tiendas. En todos lados. Pero además, se instruía que cada agente del FBI debía tener un informante, con quien se reuniría cada dos semanas simplemente para que le contara lo que había observado acerca de la gente negra de Estados Unidos. Y en Washington DC, en ese tiempo, había seis informantes por cada agente del FBI dedicado a espiar a la gente negra. El sistema de vigilancia era tan enorme que mucha gente, incluso gente moderada, en las oficinas de redacción y en el Congreso, llegó a compararlo con la Stasi, la temida policía secreta de Alemania Oriental.

NERMEEN SHAIKH: ¿Podrías contarnos cómo reaccionaron los editores del Washington Post cuando les mostraste estos documentos?

BETTY MEDSGER: Los editores reaccionaron muy positivamente. Quisiera señalar dos cosas. En primer lugar, que era la primera vez que un periodista recibía documentos secretos del
gobierno desde afuera, de una fuente externa que había robado los documentos. Así que eso generaba una serie de consideraciones a tener en cuenta en cuanto a qué hacer con los documentos. Fue una decisión particularmente difícil para Katharine Graham, que hasta ese momento, nunca se había enfrentado a una situación de este tipo.

AMY GOODMAN: La editora.

BETTY MEDSGER: Katharine Graham, la editora del Washington Post. Porque por primera vez se tuvo que enfrentar a la exigencia del gobierno de Nixon de suprimir la publicación de una historia. Y ella no quería publicarlo. Y en el consejo interno, los abogados, tampoco querían publicarlo. Pero hubo dos editores, Ben Bradlee y Ben Bagdikian, que desde el principio se dieron cuenta de lo importante que era el material y defendieron su publicación. Y yo estaba ahí atrás, sin saber nada, escribiendo mi artículo. En otra época había trabajado como periodista en Filadelfia, así que me puse a hablar con fuentes que tenía de esa época, para confirmar la información. Recién a las 6 de la tarde me enteré de que se estaba discutiendo si publicar o no el material. Como a las 10:00 de la noche, ella tomó la decisión de publicarlo.

AMY GOODMAN: Cuéntanos cuál fue la reacción a tu artículo, y también qué pasó con los periodistas que no pudieron publicar este material. Porque tú no fuiste la única persona a la que estos activistas enviaron los documentos.

BETTY MEDSGER: Estos primeros archivos que difundieron, fueron enviados a cinco personas. Se los enviaron al senador George McGovern y al representante Parren Mitchell, de Baltimore. Ellos devolvieron los archivos al FBI inmediatamente después de recibirlos, sin darlos a conocer públicamente. Y se los enviaron a tres periodistas. Además de mí, se los enviaron a Jack Nelson de la oficina de Washington del periódico Los Angeles Times.

AMY GOODMAN: Un gran periodista de investigación, que escribió el libro Terror in the night (Terror en la noche), sobre el Ku Klux Klan en el Sur.

BETTY MEDSGER: Exacto. Y a Tom Wicker, entonces columnista en el New York Times. Ahora bien, es importante tener en cuenta, además del hecho de que realmente no sabíamos, como sociedad, lo que estaba sucediendo dentro del FBI, que muy pocos periodistas habían publicado material de investigación periodística, u opiniones críticas sobre el FBI. Y Jack Nelson y Tom Wicker eran dos de las tres o cuatro personas que sí lo habían hecho, hasta ese momento. En Los Ángeles Times, Jack nunca recibió el sobre, aunque iba dirigido a su nombre, y éste fue entregado al FBI inmediatamente. Me enteré de esto años más tarde, cuando leí la investigación periodística sobre la investigación realizada por el FBI. Lo que sucedió en el Times está menos claro, en cuanto a si Tom Wicker recibió el sobre o no. Sí se sabe que hicieron lo mismo: entregaron de inmediato los archivos al FBI. Pero al parecer, a diferencia de Los Ángeles Times, se quedaron con una copia, ya que el día después de que nosotros dimos la primicia, ahí sí escribieron artículos sobre los mismos documentos.

AMY GOODMAN: Keith, antes de ir a un corte ¿puedes hablarnos de los paralelismos que ves con lo que sucede actualmente? Primero quisiera pasar un video de las audiencias del Comité Church, que tuvieron lugar unos años después. El senador Frank Church de Idaho dirigió esta investigación. Este Comité del Senado investigó el abuso de poder por parte de la CIA y el FBI, dentro del país y en el extranjero. La investigación se llevó a cabo a lo largo de varios años, a mediados de la década del 70, luego de que se revelara la existencia de COINTELPRO, que significa Programa de Contrainteligencia. Y la primera vez que la gente vio esa palabra fue en los documentos que ustedes dieron a conocer, que daban cuenta de los esfuerzos del FBI y de la CIA para infiltrarse y quebrar organizaciones de izquierda, los intentos de la CIA para asesinar a dirigentes extranjeros, y mucho más. Éste es el Senador Frank Church hablando durante una de las audiencias del Comité.

BQ. SENADOR FRANK CHURCH: Hoy hemos visto el lado oscuro de esas actividades, donde muchas personas estadounidenses, que ni siquiera eran sospechosas de cometer un crimen, no sólo eran espiadas sino también perseguidas, desacreditadas y, en ocasiones, también puestas en peligro.

AMY GOODMAN: Ése era el senador Frank Church. El trabajo del Comité Church llevó a grandes cambios en lo que el FBI puede hacer y lo que no, y también en su relación con la prensa. Escuchar a Frank Church nos remite a lo que podrían ser las audiencias en la actualidad, aunque aún no han comenzado, sobre el caso de Edward Snowden.

KEITH FORSYTH: Así es.

AMY GOODMAN: ¿Qué opinas sobre la situación de Edward Snowden hoy?

KEITH FORSYTH: Creo que hay algunos paralelismos. No son situaciones idénticas. Pero para mí, una de las similitudes más importantes es que, no mucho antes de que Edward Snowden publicara estos documentos, se le preguntó directamente a James Clapper, ante el Congreso y la sociedad estadounidense, si la NSA estaba llevando a cabo este tipo de vigilancia, y él respondió que no, lo que obviamente era mentira. Creo que si hubiera dicho: “No podemos hablar de eso, porque es un asunto de seguridad nacional” podría tener algo de respeto por su respuesta. Pero hablar públicamente y mentir de esa manera a la sociedad, sin sufrir, por supuesto, ningún castigo como consecuencia, bueno. O sea, por lo que he visto, Edward Snowden, no me parece que haya difundido nada que fuera perjudicial para nuestra seguridad nacional, realmente. Sin duda ha sido vergonzoso, pero, para mí, se trata claramente de un joven denunciante que ha realizado un gran servicio, dando lugar a que se discuta este tema. O sea, no podíamos haber tenido esta conversación antes, sobre si esto está bien o mal, porque no se nos había informado nada al respecto. De modo que él ha hecho posible que hablemos sobre esto, y entonces creo que le debemos ese reconocimiento, estamos en deuda con él por eso.

AMY GOODMAN: Vamos a un corte y volvemos a esta conversación. Nuestros invitados son Keith Forsyth, y Bonnie y John Raines. Miembros de lo que ellos mismos llamaron “Comisión Ciudadana para Investigar al FBI”, activistas durante la Guerra de Vietnam que irrumpieron a una oficina del FBI en Media, Pennsylvania y enviaron los documentos que obtuvieron al Washington Post y otros periódicos, para que la gente supiera lo que el FBI estaba haciendo. También nos acompaña la mujer que recientemente reveló los nombres de estos activistas. Luego hablaremos acerca de por qué decidieron darse a conocer. Betty Medsger, ex periodista del Washington Post, autora de The Burglary: The Discovery of J. Edgar Hoover’s Secret FBI (El robo: descubriendo el FBI secreto de J. Edgar Hoover). Sigan con nosotros.

AMY GOODMAN: Seguimos en Democracy Now! democracynow.org, este es el informe de Guerra y Paz. Soy Amy Goodman, con Nermeen Shaikh. Continuamos compartiendo la historia de los activistas que irrumpieron en una oficina del FBI, en Media, Pennsylvania, en 1971, y revelaron información clasificada sobre el programa COINTELPRO del FBI, un Programa de Contrainteligencia que salió a la luz por primera vez con la difusión pública de estos documentos fueron revelados. Nos acompañan Bonnie y John Raines, integrantes del grupo que llevó a cabo el robo a aquella oficina del FBI el día 8 de marzo de 1971, y Betty Medsger, la periodista que escribió la primicia sobre el tema en ese momento y ahora, dio a conocer los nombres de las personas involucradas en la acción. Recientemente, escribió el libro The Burglary: The Discovery of J. Edgar Hoover’s Secret FBI (El robo: descubriendo el FBI secreto de J. Edgar Hoover). También nos acompaña David Kairys que, hasta el día de hoy, es el representante legal de este grupo. ¿Por cuanto tiempo ya, más de 40 años?

DAVID KAIRYS: Cuarenta y tres años.

AMY GOODMAN: Cuarenta y tres años. John Raines, ¿por qué decidieron darse a conocer 43, 42 años después?

JOHN RAINES: Bueno, la respuesta más simple sería: por la publicación de un libro. Y, por supuesto, no ha sido una coincidencia. Hace años decidimos confiar en Betty para contar esta historia. Y ella ha hecho un trabajo maravilloso, llevando a cabo una investigación de años para poder escribir este libro tan valioso, que cuenta una historia muy interesante.

Decidimos que era el momento de dar la cara y salir a poner nuevamente en cuestión el tema del espionaje y la intimidación por parte del gobierno, y el derecho de los ciudadanos a disentir abiertamente. Creo que el combustible de la democracia es el derecho a disentir, porque dondequiera que haya poder, dondequiera que haya privilegios, el poder y el privilegio van a hacer lo posible para que sus actos queden fuera de la discusión pública. Por eso es que el derecho a disentir es la última línea de defensa de la libertad que tenemos los ciudadanos. Ahora bien, eso es lo que tuvimos que enfrentar en los 70, y creo que eso es a lo que nos estamos enfrentando una vez más hoy en día. No debería sorprendernos. O sea, no debería sorprendernos que quienes están en el poder en Washington quieran tomar las decisiones que realmente importan, por detrás de la escena pública, fuera de la vista del resto de la sociedad. Pero la democracia depende del derecho de los ciudadanos a contar con la información necesaria para poder ejercer su soberanía y decidir lo que el gobierno debería o no hacer. Debemos tener esa información para poder tener una opinión.

AMY GOODMAN: Cuéntanos cómo fue aquella noche en que le revelaron a Betty Medsger quiénes eran ustedes. ¿En qué año fue?

JOHN RAINES: Creo que fue en 1988. Nosotros conociamos a Betty de cuando había trabajado como periodista en Filadelfia.

AMY GOODMAN: Eso había sido más de 20 años atrás.

JOHN RAINES: Si, más de 20 años. Por aquel entonces Betty estaba vivendo en San Francisco, y realizó un viaje a la costa este. Así que la invitamos a cenar, y ella, muy amable nos dijo: “Claro que iré a cenar”. Y en un momento, después de la cena, apareció nuestra hija menor, María. Creo que tendria 12 o 13 años, o por ahí. Y yo sin pensarlo le dije: “María, ven, queremos que conozcas a Betty Medsger, a ella fue que le enviamos aquellos archivos del FBI”. Betty se quedo con la boca abierta, no lo podía creer. Y así fue como quedó revelado el secreto, y todo comenzó.

NERMEEN SHAIKH: David Kairys, como abogado actuante en este caso durante tanto tiempo, podrías explicarnos la importancia que tiene de la legislación sobre prescripciones y cómo se aplicaría aquí. Y también, dónde consideras que está la ilegalidad en este caso, cuál era de hecho la ilegalidad que expusieron estos documentos acerca de lo que estaba haciendo el FBI.

DAVID KAIRYS: Bueno, los plazos de prescripción que establece la legislación, según cualquier interpretación justa, son de cinco años. El mismo FBI cerró el expediente en 1976, ya que habían transcurrido cinco años y aún no había ningún imputado. Hay argumentos que se podrían presentar, pero no hay realmente ninguna base legítima o de buena fe para presentar cargos o acusaciones formales, a esta altura.

En cuanto a la ilegalidad del FBI, se supone que ellos deben hacer cumplir la ley. Sin embargo, lo que hicieron aquí es interponerse casi como una fuerza política para detener ciertos movimientos. Con un objetivo claro: estaban tratando de frenar a los movimientos progresistas de izquierda. Y estaban usando técnicas que generalmente asociamos con un Estado policial, en países y sistemas extranjeros, a los que solemos pensar como ajenos a nosotros mismos.

NERMEEN SHAIKH: ¿Y cómo fue que te involucraste en este caso?

DAVID KAIRYS: Bueno, ya venía trabajando en el tema de los derechos civiles, y representaba jurídicamente a manifestantes de todo tipo. Así que, dos de estos activistas se habían asegurado de pedirme el número de teléfono de mi casa, con anticipación. Keith suele bromear con que todavía tiene mi número escrito en el brazo, desde ese momento. De modo que ese fue el comienzo. En ese momento, yo no sabía exactamente lo que iban a hacer. Y luego dos de ellos fueron arrestados en el caso de Camden, y yo fui el abogado principal en su defensa.

AMY GOODMAN: Y algo impresionante es que, de hecho, cinco días antes de este robo, Bill Davidon se reunió en la Casa Blanca con Henry Kissinger, asesor de seguridad nacional de Richard Nixon.

DAVID KAIRYS: Si.

AMY GOODMAN: No tenemos tiempo para desarrollar esto al aire, pero vamos a hablar sobre ello en una entrevista luego del programa, y lo publicaremos en nuestro sitio web democracynow.org. ¿Cómo lograron mantener este secreto durante tantas décadas? No eran sólo ustedes dos, John y Bonnie Raines, eran nueve en total. Uno se fue del grupo. Eran ocho, entonces. Ahora han pasado décadas, ¿Cómo fue que lograron mantener el secreto?

Había cientos de agentes del FBI buscándolos. Y, Bonnie, tú habías ido a inspeccionar la oficina del FBI en Media, haciéndote pasar por una jovencita que quería trabajar en el FBI, e incluso te habías entrevistado allí con uno de los funcionarios.

BONNIE RAINES: Sí, claro. Y lo que no sabía es que, después del robo, el FBI hizo circular un dibujo de mí, un bosquejo.

AMY GOODMAN: Nos quedan 30 segundos.

BONNIE RAINES: Sabíamos que teníamos que mantener un perfil bajo, no reunirnos luego de haber hecho el trabajo, no hablar sobre eso absolutamente con nadie, porque a esa altura nuestra tarea ya estaba cumplida, y lo único que esperábamos era que la sociedad civil y el Congreso tomaran la posta y siguieran el tema, de la manera que nos imaginábamos que podía pasar.

AMY GOODMAN: ¿Sientes que se logró lo que querían?

BONNIE RAINES: Creo, de alguna manera. En cierta modo, sí se cumplió. Nos sentimos entusiasmados cuando vimos el trabajo del Comité Church y la seriedad con la que asumió su tarea. Y sí se llevaron a cabo algunas reformas.

AMY GOODMAN: Muchísimas gracias a todos por estar con nosotros, y gracias también a Johanna Hamilton. Su película sobre el tema, llamada “1971,” se estrenó recientemente. Muchísimas gracias por seguir nuestro programa.

Traducido por Daiana Poti, Alejandra Burgos y Angel Velasco Gomez. Edición: Verónica Gelman y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org.

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