En la ciudad de Nueva York, un oficial de correccionales fue arrestado por agentes del FBI el lunes por la muerte en la prisión de Rikers Island de un recluso que padecía una enfermedad mental, cuyos pedidos de ayuda fueron ignorados durante horas. Jason Echevarría era un recluso de 25 años de edad con trastorno bipolar. En agosto de 2012, ingirió un envase de detergente y comenzó a vomitar y a pedir asistencia médica. Según la denuncia, el capitán Terrence Pendergrass ignoró en repetidas oportunidades los informes de que Echevarría estaba enfermo y en un momento dijo a un subordinado que no debían molestarlo a menos que “hubiera un cuerpo sin vida”. La mañana siguiente Echevarría fue hallado muerto en su celda. Según el médico que lo examinó, la mucosa de su lengua y garganta habían sido quemadas por los químicos del jabón. Anteriormente este mes, simpatizantes de Echevarría se manifestaron solicitando el despido de Pendergrass. El padre de la víctima, Ramón Echevarría, relató el tiempo que su hijo pasó en la unidad de reclusión en aislamiento de la prisión.
Ramón Echevarría expresó: “Cuando ponen a una persona en aislamiento por dos meses, seis meses, se está quebrantando la capacidad mental de la persona y llevándola a cero. Hizo algo malo, es cierto. Pero trátenlo como a un ser humano, no como a un animal. Tenía derechos, tenía derechos civiles. Tiene derechos en este mundo”.
La semana pasada salió a la luz que un veterano sin hogar que padecía una enfermedad mental murió en una celda con calefacción excesiva en la prisión de Rikers. Un funcionario dijo a Jerome Murdough de Associated Press que “básicamente se cocinó hasta morir”.