A los 76 años falleció Rubin “Huracán” Carter, boxeador encarcelado injustamente

Reportaje21 de abril de 2014

El célebre boxeador y activista por los derechos de los presos Rubin “Huracán” Carter murió a la edad de 76 años. Carter se convirtió en un símbolo internacional de injusticia racial luego de que fuera injustamente condenado y pasara 19 años en la cárcel por homicidio, hasta que fue exculpado. Desde su liberación, Carter defendió la causa de los presos condenados injustamente. Su calvario se difundió con la canción “Hurricane” de Bob Dylan de 1975, varios libros y la película “The Hurricane” (El huracán) del año 1999, protagonizada por Denzel Washington. Nos acompañan dos invitados: John Artis, amigo íntimo de Carter y también acusado, que cuidó a Carter hasta el momento de su muerte; y Klen Klonsky, co autor de la autobiografía de Carter “Eye of the Hurricane: My Path from Darkness to Fredom” (El ojo del huracán: de la oscuridad a la libertad), y director de relaciones con los medios del grupo de Carter, Innocence International. También emitimos fragmentos de un discurso que Carter dio en 1994 acerca de las luchas y los triunfos en su vida. Artis dice de su amigo íntimo: “Fue un David contra el Goliat del sistema judicial”.

Transcripción
Esta transcripción es un borrador que puede estar sujeto a cambios.

AMY GOODMAN: Soy Amy Goodman, y pasaremos hoy el resto de la hora mirando la vida y el legado de Rubin “Huracán” Carter. Él se convirtió en un símbolo internacional de la injusticia racial después de que su equivocada condena por homicidio le obligó a pasar 19 años en prisión antes de ser exonerado. Carter murió el domingo a los 76 años. Muchos estadounidenses conocían originalmente a Carter como uno de los boxeadores más dinámicos en la época dorada del boxeo. Desde el 61 al 66, el boxeador de peso medio tuvo un récord de 28 victorias, 11 derrotas y un empate. Pero todo eso llegó a un abrupto final cuando Carter fue arrestado por triple asesinato en su ciudad natal de Paterson, Nueva Jersey. A pesar de que él afirmó su inocencia, el boxeador afroestadounidense fue injustamente condenado por un jurado compuesto exclusivamente por blancos y condenado a tres cadenas perpetuas consecutivas.

En 1974, Rubin “Huracán” Carter escribió estando en prisión su autobiografía llamada “El decimosexto asalto”: De contendiente número 1 al número 45472. Dos años después, la Corte Suprema del estado de Nueva Jersey revocó la condena debido a que las autoridades retuvieron evidencia material de la defensa. Pero Carter fue condenado de nuevo en un segundo juicio en 1976. En 1985, esa condena fue anulada por un juez del tribunal de distrito de EE.UU., quien concluyó que el estado apeló inconstitucionalmente al prejuicio racial. En 1988, la Oficina del Fiscal en Passaic, New Jersey, retiró todos los cargos contra Carter. Mientras estuvo en la cárcel, “Huracán” Carter protestó abiertamente, negándose a someterse a sus privaciones. Rechazó la comida de la prisión, insistió en quedarse con su reloj de oro, se negó a usar ropa de presidiario. Su calvario fue dado a conocer en 1975 en la canción “Hurricane” de Bob Dylan, en varios libros, y en una película estrenada en 1999 y protagonizada por Denzel Washington, que recibió una nominación al Oscar por interpretar al boxeador encarcelado. Este es un trailer de la película “Huracán” Carter.

RUBIN CARTER: Carter es el nombre de esclavo que se le dio a mis padres y que luego me pusieron a mí. Huracán es el nombre profesional que adquirí más tarde. Una cosa que podía hacer, y la única, era boxear.

DELLA PESCA: ¿Puedes creer lo de ese matón negro? Se cree que es campeón del mundo.

POLICÍA: Estamos buscando a dos negros en un coche blanco.

RUBIN CARTER: ¿Dos negros cualesquiera?

DETECTIVE: Fíjese bien, señor. ¿Son estos los dos hombres que le dispararon?

RUBIN CARTER: Ha dicho que no.

DELLA PESCA: Mire otra vez, señor.

JUEZ LARNER: Rubin Carter, se le condena a prisión por el resto de su vida.

RUBIN CARTER: Soy inocente. No he cometido ningún delito. El delito se ha cometido contra mí. Estoy muerto. Sólo entiérrenme, por favor.

MANIFESTANTES: ¡El pueblo, unido, jamás será vencido! ¡El pueblo, unido, jamás será vencido!

LISA PETERS: Oh, tu primer libro, ¿eh?

LESRA MARTIN: “El decimosexto asalto”.

LISA PETERS: Rubin “Huracán” Carter.

SAM CHAITON: ¿Sabes qué, Les? a veces nosotros no escogemos los libros que leemos; ellos nos escogen.

LESRA MARTIN: Estimado Sr. Carter, He leído su libro. Me gustaría venir a visitarle.

RUBIN CARTER: ¿Crees que maté a esas personas, hijo?

LESRA MARTIN: No, no. Sé que no lo hiciste.

SAM CHAITON: Dos jurados lo encontraron culpable, Les.

LESRA MARTIN: Pero el hombre es inocente. Que él haya estado en la cárcel 15, 16 años, no es justo.

RUBIN CARTER: Es muy importante trascender los lugares que nos encierran.

SAM CHAITON: ¿Nos ha visto?

RUBIN CARTER: Sí.

LISA PETERS: Entiende que no nos vamos sin ti.

RUBIN CARTER: Tengo 50 años.

MYRON BEDLOCK: Su Señoría, este caso fue construido sobre una base de mentiras.

RUBIN CARTER: He pasado veinte años encerrado en una jaula. Justicia, eso es todo lo que pido. El odio me puso en la cárcel. El amor me va a sacar.

AMY GOODMAN: El trailer de la película “Huracán” Carter. Rubin “Huracán” Carter murió en su casa en Toronto el domingo después de luchar contra un cáncer de próstata. Para hablar sobre su legado, nos vamos a Toronto, donde nos acompaña John Artis, coacusado y amigo de Rubin “Huracán” Carter. Ha estado viviendo y cuidando a Carter desde que cayó enfermo. Le damos la bienvenida en Democracy Now!, John. Nuestro pésame para usted, pues estuvo con Rubin Carter hasta el final. Háblenos sobre la importancia de la lucha de Rubin Carter contra la encarcelación injusta.

JOHN ARTIS: Buenos días, y gracias por las condolencias. Rubin fue antes que nada, un David contra el Goliat del sistema judicial. Aborrecía la injusticia, la falta de equidad, y cualquier tipo de comportamiento o acción contra la cual las personas no podían darse el lujo de expresarse o protestar. Sentía que tenía que defender sus causas.

AMY GOODMAN: Háblenos acerca de cómo conoció a Rubin “Huracán” Carter.

JOHN ARTIS: Lo conocí porque él y yo conocíamos a una familia en común en Paterson, Nueva Jersey, y yo estaba en la casa de mi amigo una noche cuando él llegó. Y nos presentaron brevemente en ese momento. Pero no era una persona con la que yo hubiera hecho amistad. Él tenía otro estilo de vida. Él era un atleta profesional. Yo era un conocido deportista de la escuela secundaria. Y practicábamos deportes diferentes El boxeaba y yo jugaba al fútbol americano, ​​al baloncesto y hacía atletismo. Es más, yo había ganado una beca de atletismo en la Universidad de Colorado antes de nuestro arresto.

AMY GOODMAN: Y háblenos sobre lo que pasó aquella noche en 1986 cuando usted y “Huracán” Carter fueron detenidos por la policía.

JOHN ARTIS: 1966.

AMY GOODMAN: 1966.

JOHN ARTIS: Sí. Y esto fue justo después, tal vez dos semanas después, de que conociera a Rubin. Y yo lo vi en la ciudad, y le pedí que me llevara al Nite Spot que era un club popular en Paterson y él accedió. Y al final de la noche, le pedí que me llevara a casa. Él aceptó. Pero si me iba a llevar a casa, yo tendría que conducir. A la salida del club, otro individuo le preguntó a Rubin si podía llevarlo a casa. Así que los tres nos metimos en su auto. Pero primero, Rubin quería ir a su casa. Así que, mientras me decía cómo llegar a su casa, que está en la parte este de Paterson, fuimos detenidos por la policía de Paterson.

Como se ve en la película, un oficial se acercó y miró el interior del coche. Quería ver mi licencia y número de matrícula. Y cuando vio a Rubin dijo: “Oh, campeón, no te había visto”. Entonces Rubin dijo: “Bueno, ¿cuál es el problema?”. Él dijo: “Bueno, estamos buscando a dos negros”. Pero éramos tres en el coche. Así que nos permitieron ir. Rubin fue a su casa, y yo llevé al tipo que estaba en el auto con nosotros. Lo llevé a su casa primero. Y luego yo estaba camino a mi casa, cuando fuimos detenidos por el mismo agente de policía en una intersección en Paterson, y él no se molestó en decirles a sus refuerzos, a los otros agentes de la policía que llegaron, que ya nos había visto, y que había tres personas en el coche, cuando ahora sólo había dos. Y en ese momento, nos llevaron a la escena del crimen, y ese fue el comienzo de la pesadilla.

AMY GOODMAN: Y vio ese horror, la escena del crimen.

JOHN ARTIS: Bueno, lo vi. nos hicieron salir del coche en medio del grupo de personas que se habían reunido allí, y nos pusieron de pie contra la pared de la taberna. Y mientras estábamos allí, comenzaron a sacar los cuerpos cubiertos con sábanas para meterlos en las ambulancias. Y luego un carro patrulla se detuvo, y nos llevaron a la jefatura de policía.

AMY GOODMAN: Háblenos acerca del primer juicio. Usted terminó pasando 15 años en la cárcel. Y luego háblenos sobre el Juez Sarokin y el rol que tuvo.

JOHN ARTIS: Ah, bueno, bien. En el primer juicio… yo nunca me había metido en problemas, y la pena de muerte era el castigo que se buscaba en este juicio Habíamos sido acusados de tres cargos de asesinato en primer grado y un cargo de asalto y agresión con intento de asesinato. El juicio duró seis semanas. Y mi nombre sólo se mencionó una vez, por los supuestos testigos claves para la fiscalía.

Al término de seis semanas, el jurado entró en la sala de deliberación, y sólo estuvieron allí cuatro horas y regresaron. Y cuando regresaron, ninguno de ellos nos miró. Las mujeres estaban llorando. Y puesto que se trataba de un caso de asesinato en primer grado, es la única ocasión en la ley de Nueva Jersey en que el jurado decide tu sentencia. Así que, cuando el presidente del jurado se puso de pie y dijo: “Nosotros, el jurado, encontramos a los acusados, Rubin Carter y John Artis, culpables”. Mis piernas cedieron. Eso es lo más asustado que he estado en toda mi vida, porque lo que estaba por decir a continuación determinaría exactamente lo que iba a pasar con nosotros. Y después de mirarnos fijamente a los dos, finalmente dijo: “Con una recomendación de clemencia”. Si hubiera declarado: “Sin una recomendación de clemencia”. Rubin y yo hubiéramos recibido la pena de muerte.

AMY GOODMAN: Usted dijo en otra entrevista: “Siempre fui el tipo en un segundo plano, el otro tipo del caso que nadie conocía, que a nadie le importaba”.

JOHN ARTIS: Si. Yo no les interesaba. La intención y el esfuerzo era quedarse con Rubin. De hecho, la policía dijo: “Todo lo que tienes que hacer es decir que fue Rubin Carter, y te dejamos ir”. Pero me negué a hacer eso. Intentaron lo mismo 10 años después; Me negué a hacerlo. Cuando me sacaron de la cárcel y me llevaron a la casa de mi padre, y cuando entré por la puerta comenzaron su discurso: “Sabemos que no mataste a nadie, pero creemos que usted estaba allí y, o, que sabías al respecto. Así que firma una declaración que diga que fue Rubin Carter quien cometió los crímenes, y te dejaremos ir. Te sacaremos de la cárcel”. Y también me negué a hacerlo en ese momento.

AMY GOODMAN: John Artis, ¿puede hablar sobre el día que usted y Rubin “Huracán” Carter fueron liberados finalmente?

JOHN ARTIS: Yo fui liberado antes que Rubin. Salí en libertad condicional en 1981, lo cual fue algo sin precedentes, la forma en que me soltaron. Me dieron una fecha para salir en libertad en 11 días. Eso fue porque en 1971 tuvimos un motín en la prisión de Rahway, Nueva Jersey, y yo liberé a los rehenes que se encontraban detenidos, porque los reclusos estaban pensando si debían liberarlos o matarlos. Yo pensé que no era muy buena idea, con el estacionamiento lleno de todo tipo de agentes de policía y cuerpos de seguridad de todo el estado, y lo único que evitaba que entraran eran las vidas de estos rehenes. Así que el estado de Nueva Jersey, el Departamento Penitenciario, cambió mi categoría de máximo a mínimo y me permitieron asistir a la universidad.

Fui a la Universidad Estatal de Glassboro para obtener un título en administración de empresas. Así que me soltaron en 11 días, algo que normalmente habría tardado 18, 24 o 36 meses, ya fuera para una nueva audiencia o para la puesta en libertad. Pero Rubin salió cuatro años más tarde, cuando el juez Sarokin concedió un recurso de “hábeas corpus”, indicando, en su opinión, que el caso se basaba en racismo más que en algo razonado, y en ocultamientos en lugar de revelaciones.

AMY GOODMAN: ¿Estuvo en la sala del tribunal cuando fue liberado?

JOHN ARTIS: ¡Por supuesto que sí!

AMY GOODMAN: Describa ese momento.

JOHN ARTIS: Bueno, usted podría haber oído el sonido de un alfiler al caer, cuando el juez Sarokin regreso para leer su opinión, su fallo. Los fiscales de Nueva Jersey estaban absolutamente molestos, porque no estaban preparados para lidiar con el caso en la corte federal. Pensaron que el juez Sarokin no lo escucharía, y lo hizo. Y desde el momento que él les dijo que este caso era la violación más flagrante de los derechos constitucionales de la que había sido testigo en todos sus años en la corte, yo sabía que algo bueno iba a suceder. Cuando puso en libertad a Rubin y dijo que se concedía el recurso de hábeas corpus y que el acusado era puesto en libertad bajo palabra. Corrí y salté por encima de la baranda que separan a la audiencia de los acusados para poder darle un abrazo a Rubin.

AMY GOODMAN: John Artis, usted renunció a todo para mudarse a Canadá y cuidar a Rubin “Huracán” Carter cuando se estaba muriendo de cáncer. ¿Por qué?

JOHN ARTIS: Rubin siempre se sintió responsable por lo que me pasó a mi, por haber caído en una trampa que estaba preparada para él, para encarcelarlo para siempre. Él realmente deseaba que nunca hubiera pasado. Entonces, a lo largo de los años, durante los 48 años que pasaron desde que conocí a Rubin, nos preocupamos el uno por el otro, nos protegimos y apoyamos mutuamente en todo lo que debíamos. Para mí es una muestra de lo que entiendo por amistad, eso es la lealtad. Soy leal a mis amigos. Rubin ha sido leal a mí, y yo le he sido leal a Rubin. Por lo tanto, era obvio, ahora que necesitaba ayuda y ya que él estaba ayudando siempre a otros, que era imperativo para mí ir a ayudar a mi compañero.

AMY GOODMAN: Ustedes pudieron haber sido condenados a muerte, como usted dijo al principio.

JOHN ARTIS: Sí.

AMY GOODMAN: Pero finalmente fueron exonerados.

JOHN ARTIS: SÍ. Sí, podíamos haber tenido esa sentencia.

AMY GOODMAN: Nos acompaña en este momento, además de John Artis, Ken Klonsky, quien escribió, junto con Rubin, el libro “El ojo del huracán: Mi camino desde la oscuridad hasta la libertad”. Nelson Mandela escribió el prólogo del libro. Klonsky trabaja en Innocence International, organización fundada por el doctor Rubin “Huracán” Carter. Ha traído el libro con usted, Ken. Gracias por acompañarnos desde Vancouver. Ha traído el libro para leer algunas palabras de “Huracán”. Me preguntaba si podría hacerlo en este momento.

KEN KLONSKY: OK. Voy a leer un párrafo en el que se le preguntó cuál sería su legado después de su muerte. “Un día, hace algunos años, acababa de hablarle a un grupo de personas en una escuela secundaria en Toronto cuando una jóven mujer del público se puso de pie y me preguntó cómo quería que mi vida fuese recordada. Tuve que pensarlo por un largo rato, porque nunca había reflexionado sobre esta cuestión. Cuando lo pensé, me di cuenta de que, en realidad, la manera en que la gente me recuerde no tiene importancia. Lo que realmente importa es cómo me recuerde yo mismo, el acto de recordarse a uno mismo es lo que me salvó de la perdición. Sin embargo, dada la oportunidad, respondí a su pregunta de la siguiente manera: En un momento de mi vida fui un boxeador profesional. En otro momento de mi vida, fui un soldado. En otro momento de mi vida, fui un convicto. Y en otro momento, fui asesor legal al interior de la cárcel También fui, en otro momento de mi vida, el director ejecutivo de AIDWYC. Un ángel negro. Y hoy soy director ejecutivo de Innocence International. He sido escritor y doctor en leyes. He sido muchas cosas y tengo, todavía, muchas cosas por lograr. Pero si tuviera que elegir un epitafio para que tallen en mi lápida, diría: “Estuvo a la altura”. Estuvo a la altura para superar todo aquello que le toco cargar en esta tierra. Estuvo a la altura para no renunciar a su persona. Estuvo a la altura para creer en él, más que cualquier otra cosa en este mundo. Estuvo a la altura para haber tenido el coraje de defender sus convicciones, sin importar qué problemas pudieron haberle causado sus acciones. Estuvo a la altura para hacer un milagro, para despertar, para escapar de la prisión universal que es el sueño, y como para recuperar su humanidad en un infierno en vida. Estuvo a la altura. Al igual que usted, mi joven amiga, que también está a la altura”.

AMY GOODMAN: Ken Klonsky, acaba de leernos parte del libro que escribió junto con Rubin “Huracán” Carter, titulado: “El ojo del huracán”. El prólogo fue escrito por Nelson Mandela. Ken Klonsky, ¿por qué Nelson Mandela? ¿Cómo llegó él a involucrarse en este caso?

KEN KLONSKY: Creo que los dos tuvieron existencias paralelas. Obviamente, no voy a poner a Rubin al nivel de Nelson Mandela, pero ambos fueron encarcelados de forma parecida. ambos fueron encarcelados injustamente, y ambos se elevaron sobre los límites en los que se encontraban, hasta el punto en el que los carceleros, las personas que los vigilaban y los oprimían, les tuvieron tanto respeto como para dejarlos tranquilos. Ambos tuvieron una integridad humana extraordinaria. Y Mandela reconoció eso en Rubin.

AMY GOODMAN: Ken, quiero enfocarme ahora en el trabajo que hizo Carter hasta su muerte en nombre de David McCallum, un asesino que había pasado 29 años en prisión. Él fue el centro de un artículo que Carter escribió hace unos meses, en febrero, que se publicó en el New York Daily News bajo el título: “El último deseo del Huracán Carter”. Él es también el tema central de un nuevo documental, realizado por su hijo, Ray Klonsky, titulado “David y yo”. En esta escena del trailer escuchamos a Ray Klonsky y luego a Carter, pero en primer lugar, a David McCallum.

DAVID McCALLUM: Él estaba diciendo que habían encontrado un cuerpo en el parque. Y yo le dije: “Oficial, no sé de lo que está hablando”. Y fue justo en ese momento cuando me abofeteó en la cara.

RAY KLONSKY: La gente suele confesar crímenes que no cometieron, especialmente los adolescentes.

RUBIN CARTER: Estos dos adolescentes no tenían ninguna posibilidad ante interrogadores profesionales.

AMY GOODMAN: Ese último era Rubin. ¿Algún último comentario, Ken, sobre este caso?

KEN KLONSKY: Lo que le pasó a David McCallum, junto a un amigo suyo, fue muy similar a lo que le ocurrió Rubin y a John Artis, a quien usted acaba de entrevistar. Ellos fueron detenidos, en un caso en el que no había prueba alguna de que hubiesen cometido el crimen, y se vieron obligados, como chicos de 16 años que eran, a confesar algo que no hicieron. Ciertamente, la legítima rabia del Dr. Carter en contra los fiscales le obligó, o en cierto sentido, le instó, a involucrarse en este caso, porque se vio a sí mismo reflejado y vio la forma en la que los fiscales pueden retorcer la verdad en función de sus propias ambiciones. Eso fue lo único que le hizo enfadarse realmente en su vida.

AMY GOODMAN: Vamos a finalizar la entrevista. Ken Klonsky, gracias por habernos acompañado. Y por hablarnos de tu libro con Rubin “Huracán” Carter: “El ojo del huracán: Mi camino desde la oscuridad hasta la libertad”. Y gracias John Artis, hablando con nosotros desde Toronto, amigo de Rubin “Huracán” Carter, también acusado, que dejó todo para pasar los últimos años junto a Rubin “Huracán” Carter, cuidando de él en sus últimos días. Ken Klonsky, que nos habló desde Vancouver. Cuando regresemos de la pausa, en la que vamos a escuchar la canción de Bob Dylan “Hurricane”, escucharemos a Rubin “Huracán” Carter en sus propias palabras. Quédense con nosotros.

[pausa]

AMY GOODMAN: Bob Dylan cantando “Hurricane”, sobre el fallecido boxeador Rubin Carter. Carter fue injustamente condenado por asesinato, y pasó 19 años en prisión antes de que se retiraran los cargos contra él. El boxeador falleció el domingo pasado a los 76 años. Esto es Democracy Now!, Democracynow.org, El informativo de guerra y paz. Soy Amy Goodman. Rubin “Huracán” Carter habló en Queen’s University, en Canadá, hace décadas, en 1994, pocos años después de haber salido de la cárcel. Habló de la importancia de la alfabetización, del poder de la lectura y de la escritura en su propia vida, así como de la vida de Lesra Martin, el abogado que ayudó a conseguir la liberación de Carter. Este es un fragmento del discurso de Rubin Carter.

RUBIN CARTER: Es un placer estar aquí en Queen’s University. Verdaderamente lo es. De hecho, dada mi historia, como hemos visto, para mí es un placer estar en cualquier lugar. He sido invitado aquí para dar un discurso, pero les puedo decir que hablar no siempre me resultó fácil. Durante mis primeros 18 años de vida, tenía serias dificultades para hablar. No podía hablar. Era muy tartamudo. No podía decir dos palabras claras que se pudieran entender, excepto por mi. La gente se reía de mí por eso. Me sentía estúpido. Realmente me sentía muy, muy tonto. Cuando se reían, el único sonido que podían oír era el de mi puño silbando a través del aire. ¿Escucho risas por ahí? Mis puños hablaban por mí. Eso detuvo las risas por un tiempo, pero también me metió en serios problemas, y no resolvía el problema. continuaba sin poder hablar. Estando atrapado en un estado de silencio con toda esa frustración, esa fue la primera experiencia que tuve de lo que es estar encerrado en prisión. Verán, hay cárceles, y hay prisiones. Podrán parecer diferentes, pero son la misma cuestión. Todas ellas te confinan. Todas ellas limitan tu libertad. Todas ellas te encierran, te desgastan y hacen un daño terrible a tu autoestima.

Hay cárceles hechas de ladrillo, de acero y de cemento. Y luego hay cárceles sin muros visibles, las cárceles de la pobreza, del analfabetismo y del racismo. Con demasiada frecuencia, las personas condenadas en estas cárceles metafóricas —la pobreza, el racismo y el analfabetismo— terminan siendo sentenciados doblemente. Es decir, que también terminan en las cárceles físicas. Nuestra tarea, como seres humanos razonables, sano e inteligentes, es identificar la relación y el parecido de todas estas prisiones, y luego hacer algo al respecto, porque no soy amigo de ningún tipo de encarcelamiento. Saca a relucir el huracán que llevo dentro.

Mi conexión con el encarcelamiento es obvia. Pero es menos evidente el impacto que la alfabetización, la lectura y la escritura, los libros y las palabras, han tenido en mi vida. Durante muchos años los libros fueron mis únicos amigos. Fue gracias a haber sido capaz de escribir mi propio libro, “El decimosexto asalto” y porque Lesra, el joven que vieron en el video, estaba lo suficientemente alfabetizado como para leerlo, que fui, literalmente, puesto en libertad. Ese es el impresionante poder de la palabra escrita. Lesra y yo crecimos en lugares que sólo pueden ser descritos como zonas de guerra, el Tercer Mundo en el corazón del país más poderoso del planeta. El barrio de Lesra, Bedford-Stuyvesant, se parecía a Dresden después de la Segunda Guerra Mundial. Edificios quemados por todas partes, escombros a lo largo de las veredas, y las expresiones de las personas, que reflejaban la miseria de su entorno. La primera lección que Lesra tuvo que aprender no fue el abecedario, sino la forma de esconderse bajo el coche estacionado más cercano ante el primer sonido de un fuerte ruido- los disparos. Nunca supo sobreviviría su camino hacia o desde la escuela; y sin embargo, siguió asistiendo cada día.

AMY GOODMAN: Rubin “Huracán” Carter habló en la Queen’s University, en Canadá, en 1994, algunos años después de haber salido de la cárcel. El hombre del que hablaba, Lesra Martin, fue el abogado que lo ayudó a conseguir la liberación de Carter. Para escuchar la charla completa, visite nuestro sitio web, en democracynow.org.

Traducido por Carlos Valdiviezo y Carlos Wagner. Editado por Igor Moreno, Linda Artola, Glenda Rosado y Democracy Now! en Español.

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