Ex 'zar antiterrorismo' Richard Clarke: Bush, Cheney y Rumsfeld cometieron crímenes de guerra

Reportaje02 de junio de 2014

Richard Clarke, el ex máximo responsable de antiterrorismo de Estados Unidos, cuenta en Democracy Now! que, según su opinión, el presidente George W. Bush es culpable de crímenes de guerra por poner en marcha la invasión de Irak en 2003. Clarke, que sirvió como coordinador nacional para la seguridad y la lucha contra el terrorismo durante el primer año de la presidencia Bush, dimitió en 2003, tras la invasión de Irak. Más tarde se convirtió en noticia al acusar a los funcionarios de Bush de ignorar las advertencias previas al 11/S sobre un inminente ataque de al-Qaeda. “Creo que las cosas que ellos autorizaron probablemente entran dentro del ámbito de los crímenes de guerra”, dice Clarke. “Si eso sería productivo o no, creo que es una discusión que todos podríamos tener. Pero, en este momento, hemos establecido procedimientos en la Corte Penal Internacional de La Haya, según los cuales, personas que llevan a cabo acciones mientras son presidentes o primeros ministros han sido acusados y juzgados. Por lo tanto, el precedente para realizar ese tipo de cosas existe. Creo que tenemos que preguntarnos a nosotros mismos si sería o no conveniente hacer eso en el caso de los miembros de la administración Bush. Está claro que algunas cosas que el gobierno de Bush hizo —al menos según mi opinión— fueron crímenes de guerra”.

Transcripción
Esta transcripción es un borrador que puede estar sujeto a cambios.

AMY GOODMAN: ¿Cree usted que el presidente Bush debería ser juzgado por crímenes de guerra, y el vicepresidente Cheney y Donald Rumsfeld deberían serlo por el ataque a Irak?

RICHARD CLARKE: Creo que las cosas que ellos autorizaron probablemente entran en el campo de los crímenes de guerra. Si hacer esto es productivo o no, creo que es una discusión que todos podríamos tener. Hemos establecido procedimientos ahora con la Corte Penal Internacional de la Haya, en las que las personas que toman acciones como presidentes o primeros ministros en ejercicio han sido acusados ​​y juzgados. Así que el precedente para hacer ese tipo de cosas está ahí. Creo que tenemos que preguntarnos a nosotros mismos si sería útil o no hacer eso. En el caso de los miembros de la administración Bush. Está claro que cosas que la administración Bush hizo, en mi opinión, al menos, está claro que algunas de las cosas que hicieron fueron crímenes de guerra.

AARON MATÉ: Richard Clarke, obviamente, usted fue parte de la administración Clinton y tomó parte en los debates sobre la cuestión de a quién atacar. En 2002 usted testificó sobre este tema ante el Congreso, declaración que ya ha sido desclasificada. Usted dijo: “No queríamos crear un amplio precedente que les permitiera, en el futuro, a los funcionarios de inteligencia tener listas negras y, de manera rutinaria, participar en algo que se aproximara al asesinato”. Usted llegó a decir: “Existía la preocupación tanto en el Departamento de Justicia, como en algunos elementos de la Casa Blanca y de la CIA, de que creáramos una lista negra estadounidense que se convirtiera en una institución permanente que simplemente siguiera añadiendo nombres y tuviera equipos que salieran a asesinar gente”. ¿Puede hablar de las deliberaciones que tuvieron lugar cuando usted formaba parte de la administración del presidente Clinton?

RICHARD CLARKE: Habíamos establecido que Bin Laden quería matar a un gran número de estadounidenses. Y la única opción que teníamos para fijarlo como objetivo, ya que no podíamos volar, recogerlo y arrestarlo, aunque lo habíamos intentado, era atacar con misiles de crucero. Esos ataques con misiles de crucero creaban un alto riesgo de daños colaterales y añadían toda una serie de problemas. Así que nos preguntamos: si era legal el uso de misiles de crucero, lo que mataría a mucha gente, ¿por qué no era legal hacer algo que era más preciso y que sólo iba tras las pocas personas que nos preocupaban? Y esa discusión se prolongó durante un tiempo. Sabíamos que había una línea ahí que no estábamos seguros de que quisiéramos cruzar. En última instancia, el hecho fue que el presidente Clinton autorizó a la CIA para tratar de detener a Bin Laden y en su defecto, autorizó el uso de la fuerza letal. Ese fue el momento en el que cruzamos la línea y en efecto teníamos un nombre en una lista negra. Sabíamos, sin embargo, que los israelíes habían estado haciendo esto durante mucho tiempo, elaborando las listas negras. Sabíamos que había sido muy contraproducente en su caso. Queríamos evitar eso. Adelantemos hasta el gobierno de Bush y luego a la administración de Obama, y ​​verá que tenemos, como he descrito en el capítulo dos de la novela, un comité de asesinatos. Gente que se sienta en la Casa Blanca revisando una y otra vez carpetas con nombres y votando a quiénes van a matar. Creo que eso fue demasiado lejos. Si alguno de nosotros, en el período de Clinton, hubiera imaginado que en la misma sala, en las mismas sillas, unos años después, la gente estaría sentada ahí con una larga lista, y carpetas con fotos, y nombres de personas, votando quién iba a vivir y quien iba a morir, creo que nunca hubiéramos autorizado por primera vez el uso de la fuerza letal contra Bin Laden.

AMY GOODMAN: Richard Clarke, quiero mostrar un clip del periodista Glenn Greenwald en Democracy Now! de hace tan sólo unas semanas, hablando de la reacción de Edward Snowden, el informante de la NSA, frente al uso de aviones no tripulados.

GLENN GREENWALD: Una de las cosas que me dijo que fue un punto de inflexión para él fue que tuvo un trabajo en la NSA en Japón, donde –y este fue el trabajo que tuvo justo antes de Dell– dijo que era capaz de ver la vigilancia en tiempo real, alimentada por drones, en la que se podía ver a todo un pueblo de un lugar con el que Estados Unidos no estaba en guerra, como Yemen, o Somalia, o Pakistán. Y se podían ver literalmente pequeños puntos de gente y lo que estaban haciendo. Y además usted tenía la información de inteligencia acerca de quiénes eran y a quién estaban llamando. Tenían esta vasta imagen que pudieron crear sin siquiera estar físicamente en el país. Y dijo que la invasividad y el alcance de esa vigilancia era algo que incluso él, trabajando al interior de esta comunidad, no tenía ni idea de que existía.

AMY GOODMAN: ¿Estaba viendo un pueblo antes de fuera bombardeado por un avión no tripulado?

GLENN GREENWALD: Así es. Quiero decir, estos eran aviones no tripulados de vigilancia, por lo general. Así que no fue ni siquiera necesario que los aviones no tripulados estuvieran matando personas, aunque muchas veces lo hicieron. Esa era la razón por la ponían a estos pueblos bajo vigilancia, para decidir a quién matar. Él podía ver cómo el gobierno de EE.UU. podía poner a poblaciones enteras bajo un microscopio de forma encubierta. El hecho de que esto se hubiera hecho sin ningún debate democrático o sin que lo supieran sus conciudadanos era sumamente alarmante para él. Y cuanto más veía lo omnipresente que era este sistema de vigilancia sin sospecha, más obligado se sentía a no guardarlo en secreto.

AMY GOODMAN: Ese fue el periodista ganador del Premio Pulitzer Glenn Greenwald, quien junto a Laura Poitras, reveló varios de los documentos que Edward Snowden puso a disposición de ellos cuando lo entrevistaron en Hong Kong. Richard Clarke, usted estuvo en un comité asesor de la NSA para el presidente Obama, en el se trato sobre estas revelaciones. En cierto sentido, Edward Snowden tuvo las mismas reacciones que usted – se alarmó por lo que estaba viendo, las aldeas que pronto podrían ser golpeadas por aviones no tripulados estadounidenses.

RICHARD CLARKE: Yo serví durante seis meses en un consejo asesor que revisó algunas de las revelaciones sobre la NSA y recomendó que se terminara con el llamado programa de la sección 215, el programa de metadatos telefónicos —–recomendó que lo cerráramos. Hicimos 46 recomendaciones. Todos están sin clasificar, todas están en Internet. El presidente se ha acogido algunas de ellas. Por desgracia, no se han acogido a todas ellas. Ese es un tema para otra discusión. No tengo ningún problema con el reconocimiento. El reconocimiento ocurre todo el tiempo. Hay muchos países que ahora tienen satélites con cámaras de alta resolución que toman fotos todo el tiempo. Eso no me preocupa. Me he acostumbrado a ello. Me he acostumbrado al hecho de que en esta ciudad, en Washington, probablemente hay 100 cámaras grabándome en un día, ya sea en el ascensor, o en la acera, o manejando mi automóvil. Sé cuando estoy en el automóvil y las cámaras me graban, porque me mandan una multa. Pero estamos siendo grabados todo el tiempo. Y no sólo por el gobierno. En las tiendas estamos siendo grabados por cámaras. Y las tiendas están combinando esa información con la de nuestros teléfonos móviles para mirar nuestros patrones de compra, y darse cuenta de hemos pasado algún tiempo en el mostrador de perfumes sin comprar nada, y entonces nos llega un mensaje de texto o un e-mail informándonos sobre el perfume en el que tenemos interés. Porque ellos nos vieron a través de una cámara de pie delante del mostrador. La vigilancia por el gobierno y por el sector privado y el uso de datos -el análisis de grandes datos, haciendo coincidir datos de una fuente con datos de otra— es un verdadero problema que tenemos que abordar. El presidente Obama ha comenzado a hacerlo. Le ha pedido a John Podesta que haga un examen a fondo de los grandes datos, de las posibilidades que hay en ellos. Pero creo que nosotros como país necesitamos tener una discusión sobre eso.

AMY GOODMAN: Qué opina sobre Edward Snowden. De una manera interesante, es parecido a usted. Usted renunció después de que EE.UU. invadiera Irak. Ha hablado de cómo el presidente Bush se acercó a usted después del 11/S y le dijo que el asunto era Irak, y usted le miró sorprendido y le dijo que Irak no tenía nada que ver con aquello. Usted denunció lo que ocurría al igual que lo hizo Edward Snowden. ¿Qué opina sobre ese paralelismo y sobre lo que le debería suceder a Edward Snowden?

RICHARD CLARKE: Bueno, no hay muchos paralelismos. Renuncié, dejé el gobierno por completo, testifiqué ante comités del Congreso y ante la Comisión del 11/S, escribí un libro que revela lo que la administración Bush había y no había hecho para evitar el 11/S. Y lo que hicieron después de lo ocurrido. Cómo el presidente quería que yo, después de aquello, culpara a Irak del ataque del 11/S. Lo que Snowden ha hecho es exponer claramente programas que eran estúpidos, que fueron, creo, ilegales, por lo menos algunos de ellos, según mi punto de vista personal, y algunos de esos programas han sido detenidos. Y yo he sido parte de los esfuerzos para detener algunos de ellos, en particular el programa de metadatos telefónicos 215, del que yo no sabía nada. Yo había estado fuera del gobierno durante 10 años. Cuando me enteré del programa, como resultado de las revelaciones de Snowden, quedé anonadado. No podía creer que el gobierno estuviera haciendo esto.

AMY GOODMAN: Richard Clarke ejerció como “zar antiterrorismo” durante el gobierno del presidente Clinton y del presidente Bush. Acaba de publicar una novela titulada, “Sting of the Drone” (“La picadura del drone”). Recientemente ha formado parte del panel asesor del presidente Obama sobre el espionaje de la NSA.

Traducido por Pablo Medina. Editado por Igor Moreno y Democracy Now! en Español.

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