Es hora de dar gracias por la resistencia indígena

Columna29 de noviembre de 2019
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Amy Goodman y Denis Moynihan

El Día de Acción de Gracias es uno de los grandes mitos fundacionales de Estados Unidos. Un encuentro entre miembros de una comunidad indígena y colonos ingleses que tuvo lugar en 1621 en Massachusetts fue convertido en uno de los mayores lavados de cara del genocidio en la historia mundial. Ya para ese entonces, los indígenas de todo el hemisferio occidental habían sufrido terribles hechos de violencia durante más de un siglo a manos de Cristóbal Colón y otros exploradores europeos que intentaban esclavizarlos y explotar los vastos recursos de la región. El Día de Acción de Gracias se ha convertido en un evento que celebra la familia, la abundancia y el fútbol americano, ​​un día de descanso antes de la avalancha comercial de las compras navideñas (aunque el frenesí de ventas del “Black Friday” o “Viernes Negro” también ha invadido el día de Acción de Gracias). En este feriado de Acción de Gracias deberíamos reflexionar sobre la verdadera historia estadounidense y sobre la notable resistencia indígena a la colonización, que continúa hasta el día de hoy.

No mucho después de ese mítico primer Día de Acción de Gracias, los colonos acudieron en masa a Nueva Inglaterra, llegando a sumar más de mil en 1630 y más de 10.000 en 1640. La ambiciosa demanda de tierras y recursos condujo a la Guerra Pequot en 1636, en la que cientos de indígenas fueron masacrados por las milicias de los colonos, seguida de la Guerra del rey Felipe en 1675, en la que se estima que los colonos asesinaron a 3.000 indígenas.

Una de las primeras proclamas en las que se caracteriza a la festividad del Día de Acción de Gracias, realizada en 1723 por William Dummer, entonces gobernador de la Bahía de Massachusetts, agradece a Dios por permitirles a los colonos “derrotar en alguna medida los reiterados intentos del enemigo indio contra nosotros y defender muchas de nuestras plantaciones fronterizas de su ira y su furia”. Poco más de 50 años después aparecieron expresiones racistas similares en la Declaración de la Independencia, en la que se condena a “los despiadados salvajes indios”.

El genocidio continuó, desde el desplazamiento forzado de los cherokee y otras naciones indígenas en lo que se recuerda como el Sendero de las Lágrimas, hasta la implacable expansión hacia el oeste bajo la doctrina racista del Destino Manifiesto y la imposición del sistema de reservas, seguido por los internados indígenas que separaron a niños y niñas nativos de sus familias, prohibiéndoles hablar su lengua materna y forzando la asimilación, a menudo bajo condiciones criminales de abuso. Varios presidentes firmaron tratados que siempre fueron rotos. Como dijo el líder de la tribu Oglala Lakota, Red Cloud: “Nos hicieron muchas promesas, más de las que puedo recordar, pero solo cumplieron una: prometieron que iban a tomar nuestra tierra y lo hicieron”.

En el otoño de 1969, un grupo de activistas indígenas estadounidenses ocupó la prisión federal abandonada de la isla de Alcatraz en la bahía de San Francisco. Su manifiesto utilizó el recurso del sarcasmo y exigía que el gobierno federal les entregara Alcatraz porque poseía todas las cualidades de una reserva indígena:

1. Está aislada de instalaciones modernas y no tiene medios de transporte adecuados.

2. No tiene agua corriente potable.

3. Cuenta con instalaciones de saneamiento inadecuadas.

4. No se contemplan derechos por extracción de petróleo o minerales.

5. No hay industrias y el desempleo es muy grande.

6. No hay centros de salud.

7. El suelo es rocoso e infértil y la tierra no es apta para la cacería.

8. No hay centros educativos.

9. La población siempre ha excedido la capacidad del territorio.

10. La población siempre ha sido retenida como prisionera y dependiente de terceros.

La ocupación de 19 meses de duración involucró a miles de personas e inspiró a los pueblos indígenas de toda América del Norte a exigir justicia. Se fundó el Movimiento Indígena Estadounidense, lo que condujo a la ocupación en 1973 de la ciudad de Wounded Knee, en la Reserva Pine Ridge, en Dakota del Sur y dio impulso a la solidaridad internacional por los derechos indígenas.

En el Día de Acción de Gracias de 1970, miembros de la nación Wampanoag organizaron el primer Día Nacional de Luto en Plymouth, Massachusetts, con marcha, vigilia y ayuno. El evento, que ahora se acerca a su 50º aniversario, se afianzó como “un día de recuerdo y conexión espiritual, así como una protesta contra el racismo y la opresión que los indígenas estadounidenses siguen experimentando”.

En 2016, los jóvenes de aquella época, ahora ancianos, se unieron a miles de jóvenes indígenas protectores del agua en la Reserva Sioux de Standing Rock, en Dakota del Norte, para oponerse a la construcción del oleoducto Dakota Access. Entre esos jóvenes activistas se encontraba el historiador Nick Estes, de la tribu Sioux de Lower Brule. En una entrevista para “Democracy Now!”, Estes recordó el Día de Acción de Gracias de 2016:

“Realizamos una marcha de oración en el centro comercial de Bismarck, en Dakota del Norte, para llamar la atención sobre la lucha de Standing Rock durante un evento de compras del Black Friday. [La marcha] fue recibida por policías armados con rifles AR-15, que luego comenzaron a dar golpes de puño y patadas a los protectores del agua que estaban haciendo una oración en el centro comercial Bismarck. Fue un estremecedor contraste entre el pasado y el presente, si bien se puede decir que existen diferencias entre la masacre de los pequots en Massachusetts y la lucha contemporánea contra un oleoducto”.

Ahora, casi 400 años después de ese primer mítico Día de Acción de Gracias, los pueblos indígenas están a la vanguardia de la lucha contra el catastrófico cambio climático. Por ello, les damos las gracias.


© 2019 Amy Goodman

Traducción al español del texto en inglés: Inés Coira. Edición: María Eva Blotta y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org

Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 800 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de 450 en español. Es co-autora del libro “Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados Unidos”, editado por Le Monde Diplomatique Cono Sur.

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