
Este viernes 10 de octubre entró en vigor el alto el fuego en Gaza tras la aprobación por parte del Gobierno israelí de la primera fase del plan impulsado por Estados Unidos para poner fin a la guerra que se viene librando hace dos años en el territorio palestino. El acuerdo exige una pausa en los ataques israelíes y la liberación de los rehenes israelíes que Hamás aún mantiene cautivos a cambio de personas palestinas detenidas en cárceles israelíes, así como el influjo de ayuda humanitaria, muy necesaria para la población hambrienta de Gaza. Si bien las fuerzas israelíes se han retirado, continúan controlando aproximadamente la mitad del territorio y el acuerdo de alto el fuego exige nuevas retiradas en fases posteriores.
“Realmente es un acuerdo que debería haberse alcanzado hace mucho, mucho tiempo”, dice Amjad Iraqi, analista del centro de investigación International Crisis Group. “Sabemos que hay una tregua con estos parámetros en la mesa de negociación hace más de un año, si no desde el comienzo de la guerra”.
Por su parte, la abogada palestina de derechos humanos Diana Buttu señala que, si bien la gente está feliz de que haya una pausa en la masacre, a ella le parece “repulsivo” que el pueblo palestino haya tenido que negociar con sus propios opresores. “Lo que debería haber pasado es que el mundo impusiera sanciones a Israel para detener el genocidio, en lugar de obligar a los palestinos a negociar su final”.
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