Depende de los demócratas investigar la tortura

Columna25 de enero de 2007
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    Por Amy Goodman

    El nuevo Jefe del Comité de Justicia del Senado se puso furioso. El senador Patrick Leahy le estuvo haciendo preguntas al Fiscal General de EE.UU. Alberto Gonzáles acerca de un hombre llamado Maher Arar.

    Arar es un ciudadano canadiense que en 2002 fue detenido por EE.UU. sin imputación de cargos, y luego enviado a Siria. Leahy habló con rabia: “Sabíamos muy bien que si él iba a Canadá no iba a ser torturado. Quedaría retenido, lo investigarían. También sabíamos muy bien que si iba a Siria, iba a ser torturado.”

    Leahy respondía así a los comentarios de Alberto Gonzáles que argumentaban que “allá, en Siria, nos fue asegurado que no iba a ser torturado”. ¿Seguridades? ¿Del país que el presidente Bush recientemente describió como el “puente para el terrorismo”? ¿Del país que Bush humilló y amenazó con atacar? Mejor, antes de señalar a otros países, miremos primero qué pasa en casa.

    Gonzáles conoce acerca de torturas. Arar fue detenido menos de dos meses después de que la oficina de Gonzáles produjera el notable “Memo de la tortura”, que ha servido como base legal para los brutales métodos de tortura puestos en práctica por el Gobierno de Bush, tales como “el submarino” (que consiste en mantener la cabeza de la víctima dentro del agua hasta que quede inconsciente), que son mundialmente conocidos y globalmente despreciados.

    El gobierno de EE.UU. también está  comprometido con la “rendición extraordinaria”. Esta frase orweliana describe cómo los extranjeros son capturados en la calle o en su casa y trasladados clandestinamente a otros lugares, fuera de los EE.UU. (en el caso de Arar, Siria), donde los brutales e ilegales interrogatorios pueden tener lugar fuera de la órbita de indagación del Congreso y la Corte.

    La pesadilla kafkiana de Arar comenzó el 26 de Septiembre de 2002. Estaba regresando a Canadá luego de sus vacaciones familiares, y debía realizar un cambio de avión en el aeropuerto JFK de Nueva York. Allí fue separado del resto, revisado, interrogado y detenido. Dos semanas más tarde, las autoridades de EE.UU. lo enviaron a Siria.

    Arar pasó los siguientes diez meses soportando brutales golpizas y torturas psicológicas mientras era mantenido en una celda del tamaño de una bóveda. Arar fue acusado de tener conexiones con al-Qaeda, y de haber estado en un campo de entrenamiento en Afganistán. Nada de esto era cierto, pero después de muchas semanas de palizas, admitió todo. Peor que las palizas, dijo Arar en Democracia Now!, fue el sufrimiento padecido mientras estaba aislado en una húmeda y fría celda sin ventanas:

    “La tortura psicológica que soporté durante este período de 10 meses en la celda subterránea está fuera de los límites de la imaginación humana. Yo estaba dispuesto a confesar cualquier cosa. Podría haber escrito cualquier cosa con tal de que ellos me sacaran de ese lugar y me pusieran en un lugar que se ajustara a un ser humano”.

    Tan inexplicable como el secuestro de Arar en Siria, fue su regreso a casa, en Canadá: volvió destruido. Canadá, justamente, acaba de finalizar una rigurosa investigación que lo absolvió por completo y apoyó su demanda por daños financieros. El Primer Ministro Canadiense, el conservador Stephen Harper, aliado de Bush, le pidió  a Bush “clarificar” el caso de Arar.

    Leahy está demandando una acción: “La administración Bush tiene que renunciar a la práctica de enviar a los detenidos a países que torturan a los prisioneros, y tiene al menos que pedir una disculpa al Sr. Arar por lo que tuvo que soportar con la complicidad de nuestros gobernantes”.

    Las políticas de guerra, ocupación, tortura y rendición de Bush están teniendo un efecto acumulativo en la opinión mundial. Una reciente encuesta de la BBC realizada a más de 26.000 personas dio como resultado que el 75% se opone al rol de EE.UU. en Iraq, dos tercios se oponen al trato de los prisioneros en Guantánamo, y el 52 % siente que EE.UU. tiene un total efecto negativo para el planeta. Miles de ciudadanos protestaron recientemente en el quinto aniversario de la creación de la cárcel de Guantánamo. Legisladores de Carolina del Norte están reclamando una investigación sobre “Aero Contractors”, una compañía asentada allí, que suministra gran cantidad de los jets Gulfstream con los que la CIA ejecuta estas “rendiciones extraordinarias”. Y se espera que cientos de miles protesten en Washington, D.C. , y alrededor del país, el 27 de enero, contra la guerra.

    Los demócratas criticaron la “mayoría automática” del Congreso controlado por los republicanos, que impedía realizar una adecuada supervisión de la administración Bush. Ahora que el partido Demócrata tiene el control del Congreso, está en ellos la responsabilidad de restaurar el orden público, investigar el empleo de la tortura y exigir el procesamiento de aquellos que se encuentran comprometidos con ella.
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    Amy Goodman es la presentadora de Democracy Now! (www.democracynow.org), noticiero internacional diario emitido por más de 500 estaciones de radio y televisión en Estados Unidos y el mundo.

    © 2007 Amy Goodman

    En inglés: http://seattlepi.nwsource.com/opinion/300993_amy25.html
    traducido por: Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org

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