¿Qué compraría Jesús?

Columna20 de noviembre de 2007
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    Por Amy Goodman

    “Viernes Negro”, Black Friday, es el nombre que los vendedores minoristas han puesto al día siguiente al Día de Acción de Gracias en su intento de hacer que Navidad sea sinónimo de ir de compras. El Viernes Negro se espera que los estadounidenses acudan en manada a los centros comerciales, ansiosos de los descuentos, armados con sus tarjetas de crédito. Los analistas empresariales llenan el espacio radial con predicciones sobre cómo se comportará el caprichoso comprador, y sobre en qué medida el precio de la gasolina y la crisis de las hipotecas de alto riesgo afectarán las compras en estas fiestas. Al Viernes Negro le sigue el “Cyber-Lunes”, Cyber Monday, un nombre acuñado por la industria minorista para dar bombo a las compras por internet. Escuchando los informativos de negocios, uno podría concluir que no sólo el futuro de la economía de EE.UU., sino el de la propia humanidad, depende de las masivas y frenéticas compras de las fiestas navideñas.

    El Reverendo Billy es el predicador callejero interpretado por Bill Talen, un activista anti-consumismo de Nueva York que es el protagonista del nuevo largometraje documental que llega a los cines esta semana: “What Would Jesus Buy?” (¿Qué compraría Jesús?). El film ha sido producido por Morgan Spurlock, que alcanzó la fama con su documental “Super Size Me”, en el que mostraba su declive físico y mental durante un mes en el que comía únicamente comida de McDonald’s para desayunar, almorzar y cenar.

    En la película, Talen y su sorprendente Coro de Góspel Stop Shopping (Basta ya de comprar) recorre el país en dos autobuses que funcionan con biodiésel, celebrando falsos conciertos públicos de góspel que denuncian el “Comprapocalipsis” -“Shopocalypse” -, nuestra flagrante cultura consumista impulsada por el crédito y las empresas, y su dependencia de trabajos en condiciones de explotación en otros países y de trabajos mal pagos en Estados Unidos; mientras tanto, destaca la importancia de las economías locales, de ciudades pequeñas y pueblos, la fuerza y el valor que supone el comprar artículos de comercio justo, y la importancia de ser feliz con menos.

    “Estamos hoy aquí, a 28 días de Navidad”, entona el Reverendo Billy al comienzo de su gira, dirigiéndose a su congregación del Greenwich Village, y continúa: “tras filas y filas de carteles publicitarios, con supermodelos mirándonos desde lo alto vestidas con su lencería navideña, carteles con imágenes de café con leche y esencia de jengibre que fingen el espíritu navideño de Charles Dickens…vamos a recorrer este país adicto a las compras”. Después añadiría: “Nos sentaremos y derrotaremos los bulbosos pies amarillos del logotipo comercial más famoso del mundo, el que ha decidido robar la imaginación de nuestros niños y niñas durante 80 años, el demonio, Mickey Mouse”.

    En su camino de Nueva York a Disneylandia, el reverendo y su rebaño se detienen en el centro comercial Mall of America, en Minnesota, en la sede central de Wal-Mart en Bentonville, Arkansas, y en numerosas cafeterías Starbucks y grandes comercios como Target y Staples, educando e invitando a participar, confrontando y confundiendo, con su creativo teatro callejero y acción directa. En Traer, Iowa, conocemos a Michael Reuman, cuya tienda de ropa permanece abierta desde hace más de 100 años: “Wal-Mart está matando a las pequeñas ciudades de Estados Unidos. Tenemos dos hijos y no he alentado a ninguno de ellos a que se dediquen a la tienda. No hay futuro aquí”.

    Esta semana, Charles Kernaghan, del Comité Nacional del Trabajo (NLC, por sus siglas en inglés), hizo público frente a la Catedral de San Patricio en Nueva York un sorprendente informe sobre las condiciones de explotación laboral en las que se fabrican crucifijos en China. San Patricio, la Iglesia de la Trinidad de Nueva York y la Asociación de Minoristas Cristianos venden crucifijos cuyo origen se ha rastreado hasta la fábrica Junxingye de Dongguan, China. Allí, chicas de 15 años en adelante trabajan siete días a la semana, 14 horas al día, y solamente ganan 9 centavos de dólar por hora, una vez que su alojamiento y comida han sido deducidos de su paga. Hay que preguntar en serio, qué compraría Jesús.

    El Viernes Negro también es el “Buy Nothing Day” o “Día sin compras”, un día de boicot global al comercio y al consumismo. Propuesto por Kalle Lasn y sus colegas de la revista de Vancouver “Adbusters”, el Día Sin Compras intenta situar en un contexto global el frenesí consumista alimentado por los anuncios y apoyado por los medios informativos. Kalle afirma: “Conducir coches híbridos y reducir las emisiones contaminantes de la industria es genial, pero es como ponerle una simple curita a la herida si no atacamos el problema central: tenemos que consumir menos”.

    El movimiento del comercio justo está creciendo, se centra en productos seguros y orgánicos producidos de forma local, por personas que reciben no solo un salario mínimo legal, sino un salario digno. Se están formando redes de negocios sustentables y organizaciones sin fines de lucro que vinculan directamente a los productores con los consumidores, eliminando a las grandes corporaciones y a los intermediarios y permitiendo así que las personas que fabrican los artículos obtengan una mayor parte del precio final de venta. Desde ropa hasta chocolate y flores, de alimentos a combustible, se está haciendo cada vez más fácil comprar de forma ética. Heifer International tiene una selección de animales de granja que se pueden “apadrinar”, y que la organización enviará a una familia pobre necesitada de cualquier parte del mundo.

    En estas fiestas, invierte tu tiempo en estar con tu familia y tus amigos; es algo más valioso que el dinero. Compra en comercios locales, o busca una tienda o sitio web de comercio justo. Antes de entrar en ese enorme centro comercial, pregúntate a ti mismo: “¿Qué compraría Jesús?”

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