Votar por Mukasey es votar por la tortura

Columna06 de noviembre de 2007
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    Por Amy Goodman

    El juez Michael Mukasey admite que la técnica conocida como “el submarino” es repugnante, pero se niega a decir si equivale a un método de tortura. Aún así, los senadores demócratas Charles Schumer y Dianne Feinstein votaron a favor de su confirmación como Fiscal General de EE.UU. Mukasey, Schumer y Feinstein deberían hablar con el periodista francés Henri Alleg. Editor de un periódico en Argelia, en 1957 fue sometido al llamado “submarino”, o “waterboarding”, por el ejército francés, cuando los franceses intentaban aplastar el movimiento independentista argelino. El periodista, de 86 años de edad, habló conmigo desde su casa en París:

    “Me pusieron sobre una tabla, me sujetaron a ella con correas y me acercaron a un grifo. Me cubrieron la cara con un trapo. Enseguida el trapo se llenó de agua. Uno tiene la sensación de estar ahogándose. El agua corría por toda mi cara. No podía respirar. Es horrible, una sensación horrible de tortura y de muerte, de estar a punto de morir”.

    El periodista Stephen Grey, cuyo documental “Rendición Extraordinaria” se emite en los canales de TV de la PBS esta semana, me contó: “Yo, como muchos periodistas, debería publicar una corrección, en realidad una disculpa, porque todos hemos dado a conocer a “el submarino” como una simulación de ahogamiento. Está claro, según los que lo han practicado, que se trata de un ahogamiento real… es algo que causa un fuerte impacto en la conciencia y, por lo tanto, estamos habando de tortura”.

    En una encomiable demostración de compromiso con su trabajo, el ex Fiscal General Adjunto en funciones, Daniel Levin, según ABC News, se sometió al “submarino” cuando la Casa Blanca le encargó que replanteara su postura oficial sobre la tortura en 2004. Cuando llegó a la conclusión de que “el submarino” es una forma de tortura, fue desplazado de su cargo.

    El lunes 5 de noviembre, activistas contra la tortura efectuaron una demostración real de un “simulacro de ahogamiento” frente al Departamento de Justicia. El actor de veintiséis años Maboud Ebrahimzadeh se ofreció como voluntario para ser la víctima. Al terminar la sesión, estaba al borde del llanto: “Es la experiencia más aterradora que he vivido. Y, a pesar de que es un ambiente controlado, cuando el agua entra en tus pulmones, quieres gritar pero no puedes, porque ni bien lo haces te ahogas”.

    Cuatro abogados militares enviaron una carta a Patrick Leahy, presidente del Comité Judicial del Senado, declarando lo siguiente: “El “submarino” es inhumano, constituye tortura y es ilegal”. Veinticuatro ex agentes y analistas de inteligencia manifestaron su acuerdo con los abogados militares añadiendo: “Sea que los servicios de inteligencia de EE.UU. estén actualmente usando o no esta práctica, debería ser bien fácil para él [Mukasey] responder”.

    A pesar de esto, Mukasey declaró ante el Comité Judicial del Senado: “Desconozco lo que implica esta técnica, no sé si “el submarino” es una forma de tortura”.

    En la audiencia del Comité Judicial en la que se votó sobre el nombramiento, Leahy dijo: “Ningún senador debiera ser cómplice de las manipulaciones legales de esta administración, apoyadas por personas como Alberto Gonzales, John Yoo y David Addington, y acordar con ellos en que las leyes vigentes no hacen de “el submarino” algo ilegal. Hemos perseguido las llamadas “torturas del agua” durante más de 100 años”.

    Soldados de EE.UU. han sido procesados por participar en simulaciones de ahogamiento en Filipinas en 1901 y en Vietnam en 1968. Estados Unidos encarceló a un oficial japonés en 1947 por usar este método contra tropas estadounidenses en la Segunda Guerra Mundial.

    El senador Edward Kennedy añadió: “No se equivoquen: “el submarino” ya es ilegal para la ley estadounidense. Es ilegal según las Convenciones de Ginebra, que prohíben ‘ofensas contra la dignidad personal’, lo que incluye el trato cruel, humillante y degradante. Es ilegal según la Ley contra la Tortura, que prohíbe actos ‘destinados específicamente a infligir sufrimiento severo ya sea mental o físico’. Es ilegal según la Ley sobre el Trato a los Detenidos, que prohíbe el ‘trato cruel, inhumano o degradante’. Y viola la Constitución”. El senador prosiguió: “El simulacro de ahogamiento es una asfixia en cámara lenta que proporciona suficiente tiempo para contemplar la inevitabilidad del desmayo y la muerte — normalmente la persona que lo sufre se pone histérica durante el proceso. Para los no iniciados resulta horrible observarlo, y si sale mal puede llevar a una hipoxia terminal. Cuando se hace correctamente, es una muerte controlada”.

    El senador republicano Arlen Specter, que votó a favor de la confirmación de Mukasey, dijo que el Congreso debería aprobar una ley que prohíba la práctica del “submarino”, y dijo tener la garantía de parte de Mukasey de que apoyaría tal ley. ¿Qué ocurriría si el presidente Bush vetara la ley, o si emitiera uno de sus “Signing Statements” —las declaraciones presidenciales que indican el modo en que se interpretará la letra de la ley—, que usa para esquivar ciertos anteproyectos que él mismo firma y convierte en ley?

    A pesar de todo esto, los votos de Schumer y Feinstein a favor de Mukasey implican que el Comité Judicial ha votado 11 contra 8 a favor de recomendar ante el plenario del Senado su nombramiento como Fiscal General. Desde los fondos para la guerra hasta la aprobación de la tortura, uno se podría preguntar, ¿habría alguna diferencia si los republicanos tuvieran la mayoría?

    Ahora solamente el Senado puede bloquear el nombramiento de Mukasey. Quizás, aunque sea, un senador se decida a obstruir la confirmación, sería suficiente para que Mukasey investigue y haga pública su opinión sobre si “el submarino” es una forma de tortura. Si un ciudadano, soldado o funcionario estadounidense fuera sometido a esta práctica en otro país, ¿dudarían los estadounidenses siquiera un instante en calificarlo de tortura? Una obstrucción del proceso de nombramiento podría darles a los partidarios de Mukasey, como Schumer y Feinstein, un tiempo para reconsiderar su postura. Para empezar, deberían hablar con Henri Alleg.

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