La masacre de Orangeburg

Columna16 de abril de 2008
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    Por Amy Goodman

    Está claro que el senador Barack Obama es un mal jugador de bolos. La imagen de su bola fallida, que se fue por la canaleta de la pista, fue transmitida una y otra vez en nuestros televisores por las cadenas de noticias. Se convirtió en “video favorito” en internet. Los medios lo sirvieron y el público se lo comió. Chris Matthews, presentador del programa “Hardball” de MSNBC, lo sacó a colación cuando entrevistaba a Obama en el campus de la Universidad West Chester de Pennsylvania:

    Matthews: Senador, una de las ventajas de ser presidente de Estados Unidos es que uno tiene su propia pista de bowling. ¿Está listo para jugar bolos desde su primer día en el cargo?

    Obama: Evidentemente, no lo estoy.

    Pero, de hecho, hace no demasiado tiempo los afroestadounidenses tenían prohibida la entrada en algunos salones de bowling. En Orangeburg, Carolina del Sur, tres jóvenes afroestadounidenses fueron asesinados por protestar contra la segregación que sufrían en el salón de bowling de la ciudad.

    Fue el 8 de febrero de 1968, pocos meses antes de los asesinatos de Martin Luther King Jr. y Robert F. Kennedy. Faltaban más de dos años para la masacre de estudiantes de la Universidad Estatal de Kent en Ohio. Estudiantes de la Universidad Estatal de Carolina del Sur se estaban manifestando para que se les permitiera el acceso al único salón de bowling de la ciudad. Cleveland Sellers, por aquel entonces estudiante de dicha universidad, históricamente conocida por su alta población de estudiantes negros, era miembro del Student Nonviolent Coordinating Committee (Comité de Coordinación Estudiantil No Violento) y organizador de las manifestaciones. En una reciente entrevista, contó lo siguiente acerca de aquella noche de hace 40 años:

    “Era una noche fría… estábamos en el cuarto día de actividades para intentar que el salón de bowling dejara de ser un espacio segregado … Los estudiantes habían encendido una fogata para mantenerse calientes y afianzar la moral. Intentaban dar con alguna estrategia. ¿Cuál debía ser el próximo paso? ¿Debían volver al bowling, en donde habían sido arrestados la noche del martes? ¿Debían ir a la Municipalidad? ¿Debían ir al Capitolio del Estado? Ellos pensaban que estaban en una zona suficientemente segura, y de ninguna manera esperaban que la policía fuera a abrir fuego”.

    Actualmente, Sellers es director del programa de estudios afroaestadounidenses de la Universidad de Carolina del Sur. Su recuerdo es vívido: “La oscuridad se hizo luz cuando la policía abrió fuego, nueve policías de caminos y un oficial de la policía local dispararon rifles, escopetas y pistolas. Fue un shock para gran parte de los estudiantes que no hubiera habido sirenas, silbatos, algo que indicara que este tipo extremo de acción letal se llevaría a cabo contra esos estudiantes”.

    Uno de los sobrevivientes, Robert Lee Davis, recordó el suceso en un proyecto de historia oral dirigido por Jack Bass, que en aquella época era periodista y ahora es profesor de la Universidad de Charleston: “Fue una lluvia de disparos… quizás duró seis o siete segundos. ¡Bum, bum, bum, bum, bum, bum, bum! Los estudiantes gritaban, daban alaridos y corrían. … Me levanté para correr, di un paso, y eso es todo lo que recuerdo. Di ese paso… Un disparo me alcanzó en la espalda… y ahí fue cuando quedé paralizado. Los estudiantes me pisoteaban cuando pasaban sobre mí porque estaban aterrados”.

    Sellers puso en contexto la olvidada y desconocida Masacre de Orangeburg: “Es irónico que estemos aquí 40 años después, y el tema de la pobreza y el asunto de la guerra sean nuevamente temas vigentes en todo Estados Unidos. Creo que eso nos dice que en 1968, con el asesinato del Dr. King y el declive del movimiento de los derechos civiles durante ese período, muchos objetivos quedaron incumplidos”.

    Ha habido ciertos avances en los 40 años transcurridos desde la Masacre de Orangeburg. Ahora, en lugar de protestar para lograr el acceso a un salón de bowling, un hombre afroestadounidense es el principal candidato a la nominación demócrata para pelear por la presidencia de Estados Unidos, y sus metidas de pata como jugador de bolos son solamente el objeto de una burla. Pero los tres jóvenes afroestadounidenses asesinados aquella noche en Orangeburg —Samuel Hammond, Delano Middleton y Henry Smith— no están con nosotros para compartir el progreso obtenido. Apenas se los recuerda.

    Esta semana, los medios se hicieron eco del primer aniversario de la masacre de Virginia Tech, en la que un único y perturbado joven armado asesinó a 30 estudiantes y profesores de la universidad. Es una fecha importante sobre la cual reflexionar. La Masacre de Orangeburg se merece también un lugar en nuestra conciencia nacional. Necesitamos medios de comunicación que den cuenta del contexto histórico, que ofrezcan algo más que una perspectiva de un año sobre nuestra sociedad. En lugar de eso, los grandes medios siguen lanzando bolas a la canaleta.

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    Amy Goodman es la presentadora de Democracy Now! (www.democracynow.org/es), noticiero internacional diario emitido por más de 700 emisoras de radio y TV en Estados Unidos y el mundo.
    © 2008 Amy Goodman

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    traducido por: Ángel Domínguez y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org

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