Límites y comercio de derechos de emisión: una mirada crítica sobre el comercio de bonos de carbono

Original en Español08 de abril de 2010
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    ¿Ayudará a detener el calentamiento global la ampliación del comercio de bonos de carbono, o creará otro mercado que permitirá a Wall Street embolsarse miles de millones de dólares? Emitimos algunos fragmentos de “The Story of Cap and Trade” (La historia del sistema de límites y comercio de derechos de emisión) narrados por Annie Leonard, y hablamos con Larry Lohmann y Frank Ackerman.

    AMY GOODMAN: El esfuerzo del gobierno de Obama para reducir las emisiones estadounidenses de los gases de efecto invernadero se centra en un sistema de mercado para el comercio de carbono. Conocido como “cap and trade” (Comercio de derechos de emisión), este sistema establece límites de emisiones de carbono para las empresas y reparte derechos de emisión que pueden ser comprados y vendidos para responder a los límites fijados en las emisiones.

    En Washington, la Cámara de Representantes aprobó este año un sistema “cap-and-trade” en el marco de la ley Waxman-Markey. El Senado está evaluando adoptar una disposición similar a través de la ley Boxer-Kerry.

    Pero el debate sobre el sistema de comercio de derechos de emisión ha dividido a los movimientos ambientalistas y progresistas. La semana pasada, en las páginas del New York Times, el científico de la NASA James Hansen publicó un texto llamado “Cap and Fade” (“Límites y Pérdidas”). Su argumento consiste en que el comercio de derechos de emisión y bonos de carbono será insuficiente para disminuir el calentamiento global o reducir nuestra dependencia de los combustibles fósiles. Hansen va aún más allá, diciendo que el comercio de derechos de emisión permitirá a los responsables de la contaminación y a los comerciantes de Wall Street estafar a la población en millones de dólares. El economista ganador del Premio Nobel Paul Krugman respondió describiendo al comercio de derechos de emisión como la única acción que podemos tomar contra las emisiones de gases con efecto invernadero antes de que la catástrofe se vuelva inevitable.

    En un momento, daremos lugar a un debate sobre el tema. Primero quiero mostrar una nueva película de animación estrenada, o al menos proyectada, aquí en Copenhague. Se llama “The Story of Cap and Trade” (La Historia del Cap and Trade). Está dirigida por Annie Leonard, conocida por su video web La Historia de las Cosas.

    ANNIE LEONARD: Entonces, ¿cómo funciona el cap and trade? Bueno, casi todos los científicos serios están de acuerdo en que necesitamos reducir la cantidad de carbono en la atmósfera a 350 partes por millón, si queremos evitar un desastre climático. En Estados Unidos, eso significa reducir nuestras emisiones en un 80 por ciento, quizás más, para el 2050. ¿Ochenta por ciento?

    El problema es que la mayoría de nuestra economía a nivel global depende de la combustión de combustibles fósiles, que libera carbono: las fábricas que hacen todas nuestras cosas, los barcos y camiones que las llevan alrededor del mundo, nuestros autos y edificios y electrodomésticos…bueno, casi todo. Así que ¿cómo vamos a reducir las emisiones de carbono un 80 por ciento sin volver a vivir cómo La familia Ingalls?

    Bueno, estos chicos del cap and trade están diciendo que un nuevo mercado de carbono es la mejor manera de conseguirlo. El primer paso sería hacer que los gobiernos del mundo acordaran un límite anual para las emisiones de carbono. Esta es la parte del “cap”, o límite. Pienso que esta parte es fantástica.

    Entonces, ¿cómo piensan asegurar que las emisiones de carbono se mantengan bajo ese límite? Bueno, los gobiernos distribuirían una determinada cantidad de derechos para contaminar. Cada año, habría menos y menos derechos, hasta alcanzar el límite propuesto. Las empresas innovadoras aprovecharían la oportunidad para desarrollar alternativas limpias y aumentar la eficiencia energética.

    A medida que los derechos se hagan escasos, también se volverán más valiosos. Así que naturalmente, las empresas que tengan derechos extra querrán venderlos a otras que los necesiten. Aquí es donde entra la parte de “trade”, o comercio.

    La lógica de esta propuesta es que mientras nos mantengamos bajo el límite, no importa quién contamina y quién innova; alcanzaremos nuestra meta límite para reducir la contaminación, evitando la catástrofe, y, oh sí, estos tipos cobrarán sus honorarios como operadores en este multibillonario fraude -quiero decir, mercado –de carbono.

    Salvar el planeta, volverse rico, ¿qué podría estar mal?

    Algunos de mis amigos que realmente se preocupan por nuestro futuro apoyan el comercio de derechos de emisión. Muchos grupos ambientalistas que estimo también. Saben que no es una solución perfecta y no les entusiasma la idea de entregar el futuro de nuestro planeta a estos tipos, pero piensan que es un primer paso importante y que es mejor que nada. Yo no estoy tan segura. Y no soy la única.

    AMY GOODMAN: Un extracto del corto “La historia del Cap and Trade”, de Annie Leonard, que se puede ver on line en http://www.facebook.com/video/video.php?v=1295829405064

    Estamos reunidos ahora con dos invitados. Larry Lohmann es el autor del libro “Carbon Trading: A Critical Conversation on Climate Change, Privatization and Power” (Comercio de carbono: Una conversación crítica sobre cambio climático, privatización y poder). arry Lohmann trabaja en una ONG británica llamada The Corner House. También estamos con Frank Ackerman, un economista del Instituto Ambiental de Estocolmo. Es miembro de la Universidad Tufts, autor de Can we Afford the Future?: [The] Economics [of] a Warming World (¿Podemos afrontar el futuro? [La] Economía de un mundo en proceso de calentamiento).

    La “Historia del Cap and Trade” de Annie Leonard es muy crítica sobre el sistema de comercio de derechos de emisión. Profesor Lohman, ¿usted apoya el cap and trade? ¿Profesor Ackerman, usted apoya este sistema? Explique por qué, usando términos simples.

    FRANK ACKERMAN: Por supuesto.

    AMY GOODMAN: Usted está acostumbrado a dar clases.

    FRANK ACKERMAN: No, no, yo -

    AMY GOODMAN: Piense en nosotros como sus alumnos.

    FRANK ACKERMAN: No estoy exactamente a favor del Cap and Trade, ni pienso que Hansen o Krugman tengan razón. No pienso que sea necesariamente algo malo. Ciertamente, no es lo único que necesitamos. Pero sin duda que la emisión de carbono tenga un precio tiene algo a favor, y eso precio puede indicarse tanto a través de impuestos o mediante el comercio de derechos de emisión.

    Pienso que el gran error en este debate es creer que ponerle precio a las emisiones de carbono es lo único que necesitamos para resolver el tema. Las veces que un incentivo basado en precios como éste ha funcionado, fue necesario hacer muchas, muchas otras cosas, además de esto, para que funcione. La imagen de un terreno de juego parejo que los economistas sugieren a veces para referirse a la necesidad de actuar en igualdad de condiciones es exactamente al revés. Necesitamos hacer todo lo posible para inclinar el terreno de juego en la dirección que queremos. Entonces, poner un precio, ya sea a través del cap and trade o a través de impuestos, quizás logre facilitar un poco las cosas. Pero no hay ninguna posibilidad de que resuelva las cosas por sí solo.

    AMY GOODMAN: Larry Lohmann, usted se opone al cap and trade, o sea tiene una opinión fuerte sobre el tema. ¿Por qué?

    LARRY LOHMANN: De hecho, por algunas de las mismas razones a las que se refería Frank. Estoy completamente de acuerdo con Frank en que poner un precio a las emisiones de carbono no es ninguna varita mágica que vaya a resolver el problema climático.

    Lo que necesitamos es una reinversión masiva por fuera de los combustibles fósiles, dando subsidios -en vez de dar subsidios a los combustibles fósiles, usarlos para las energías renovables. Necesitamos superar nuestra adicción a los combustibles fósiles en las sociedades industrializadas.

    Y el problema con el comercio de derechos de emisión es que en muchos aspectos es una traba para llegar a eso. Es una manera de otorgar derechos de contaminación a algunos de los peores responsables de la contaminación, permitiéndoles de esta manera retrasar el tipo de cambio estructural que necesitan hacer.

    AMY GOODMAN: Explique cómo funciona eso.

    LARRY LOHMANN: Bueno, se da de varias formas. Primero de todo, el cap and trade propiamente dicho es un sistema en el que todos los que sean incapaces o no quieran reinvertir en el largo plazo en algo ajeno a los combustibles fósiles —estoy hablando de las grandes industrias como las generadoras de electricidad, que son altamente dependientes de combustibles fósiles, productos químicos, hierro, cemento y así sucesivamente— …bueno, estas compañías en vez de invertir en cambios estructurales que las aleje de su dependencia de combustibles fósiles, pueden simplemente comprar bonos de contaminación o derechos de contaminación en otras partes.

    Ahora, hay dos fuentes de las que pueden comprar derechos de contaminación para continuar haciendo negocios como de costumbre. Una de estas fuentes es comprar estos derechos a otras compañías de su mismo país que hayan reducido sus emisiones más allá de los requerimientos y que tengan derechos de contaminación extra para vender. Otra —y muy peligrosa— fuente de derechos de contaminación que se pueden comprar para seguir haciendo negocios como de costumbre son los llamados proyectos de compensación de emisiones de carbono establecidos en el extranjero. Por ejemplo, puedes llegar a invertir en una plantación de árboles, que supuestamente va a absorber tu contaminación en el extranjero, y eso te permitirá continuar tus negocios como siempre. El problema de esto es que permite a los países industrializados mantener su adicción a los combustibles fósiles.

    AMY GOODMAN: Quería hablar de este tema de las compensaciones de emisiones de carbono, y recibir la respuesta de Frank Ackermann. Vamos a pasar otro fragmento del video online de Annie Leonard llamado La historia del cap and trade.

    ANNIE LEONARD: El demonio numero dos se llama compensación. Para los casos en los que una compañía supuestamente elimina o reduce sus emisiones se crean los bonos de carbono. Entonces obtienen un permiso que puede ser vendido a otra empresa contaminante que quiera permiso para emitir más carbono. En teoría, una actividad compensa la otra.

    El peligro con la compensación es que es muy difícil garantizar que realmente la emisión de carbono esté siendo eliminada como para crear el permiso. Sin embargo, estos permisos valen buena plata. Esto crea un incentivo muy peligroso para crear bonos de carbono falsos, para hacer trampa. En algunos casos, hacer trampa no es el fin del mundo. Pero, en este caso, lo es.

    Ya se están dando casos de fraude, como en Indonesia, donde la corporación Sinar Mas taló los bosques nativos, causando una gran destrucción ecológica y cultural, para después plantar palmeras para producción de aceite en el terreno baldío que habían creado. Adivinen lo que obtendrán por esto. Así es, permisos de emisión, bonos de carbono ¿Se redujo el carbono? No ¿Aumentó el carbono? Sin duda.

    Las empresas pueden obtener bonos incluso por no hacer absolutamente nada. Por ejemplo, los administradores de una fábrica contaminante pueden declarar que estaban planeando expandirse en un 200 por ciento, pero que redujeron sus planes de expansión a tan solo un 100 por cien. Sólo por esa declaración insignificante, obtienen bonos de carbono. Permisos que pueden vender para que alguien más genere más contaminación. Es una estupidez.

    La lista de estafas es interminable, y muchas de las peores ocurren en el llamado tercer mundo, donde las grandes empresas hacen lo les da la gana a quien les da la gana. Y como los parámetros y regulaciones sobre las compensaciones son tan flexibles, ellos pueden obtener permisos por casi cualquier cosa.

    AMY GOODMAN: Esto fue un fragmento de “La Historia del Cap and Trade” de Annie Leonard. Frank Ackerman, ¿te preocupa todo esto?

    FRANK ACKERMAN: Por supuesto. Yo creo que cualquier política puede ser bien o mal implementada, y en este caso hay motivos de sobra para preocuparse de que Estados Unidos vaya a hacer mal las cosas. Las tres cosas que yo creo que podrían salir mal en la implementación del comercio de derechos de emisión son: que se establezca un límite de emisión fijo, que nunca se llegue a reducir –ese fue el problema con el comercio de derechos de emisión de sulfuro en los años 90, en el que existía un límite fijo de emisión garantizado para siempre, en vez de un límite que permitiera cada vez menos emisiones.

    AMY GOODMAN: Y eso estuvo particularmente relacionado con la lluvia ácida.

    FRANK ACKERMAN: Exactamente. Ese fue el caso emblemático para el no éxito del comercio de derechos de emisión. Se cita muy a menudo. Ese fue un gran error. Y es el error en el que yo creo que hemos progresado; ahora la ley Waxman-Markey y todos esos proyectos de ley tienen un límite decreciente para las emisiones.

    El problema número dos, en el que no nos está yendo tan bien, es la concesión de subsidios a los principales responsables de la contaminación. Si se otorgan subsidios a las empresas que emiten gases contaminantes, se realiza una gran transferencia de riqueza para la gente que está causando el problema. Eso fue lo que ocurrió con el comercio de sulfuro de los 90. La ley Waxman-Markey en general da lugar a eso, intentando de alguna manera eliminarlo gradualmente. Una alternativa muy superior es subastar los bonos, de manera de que el dinero vuelva a la población para ser usado en proyectos ambientales, en la redistribución de ingresos, o en lo que sea. Esto es lo que se promueve en la ley Cantwell, mencionada anteriormente—

    AMY GOODMAN: Y se lo llama algo así como “límite y dividendo”.

    FRANK ACKERMAN: Así es. La idea de “límite y dividendo” es devolver el dinero a los contribuyentes, en lugar de dárselo a los causantes de la contaminación. En el caso de la ley Waxman-Markey y los otros proyectos de ley se empieza por dar casi todo a los contaminadores con la promesa de que las emisiones se irán disminuyendo gradualmente.

    Y el tercer gran problema es el de las compensaciones. Ya ha ocurrido antes. Lo que se describe en la película ha ocurrido con muchos bonos y permisos de compensación. Aunque por otro lado, si se verificara, si se pudiera probar honestamente que alguien ha reducido las emisiones de carbono en otro lugar del mundo, entonces ¿qué tiene de malo? El carbono es totalmente fungible. Es siempre el mismo recurso. No importa si emites carbono en Brasil, Bangladesh o Boston; el carbono en la atmósfera va a ser el mismo. De modo que si se puede asegurar que se ha reducido la emisión en Brasil, en Bangladesh o en Boston, la reducción será la misma. Pero la cuestión del fraude en la entrega de bonos y permisos de compensación es obviamente un verdadero problema.

    AMY GOODMAN: Larry Lohmann, ¿qué le parece?

    LARRY LOHMANN: Estoy de acuerdo en que el fraude está muy extendido en el mercado de los bonos de carbono y permisos de compensación. Quiero decir, desde nuestra experiencia en el Grupo de Durban por la Justicia Climática, después de estudiar docenas de proyectos de compensación de emisiones de carbono en países como Uganda, India, Indonesia, Filipinas, Brasil y otros, vemos que el fraude es un aspecto universal de los proyectos de compensación de emisiones de carbono.

    Sin embargo, yo creo que el problema es un poco más profundo. Y la cuestión es que, en realidad, no es posible distinguir cuándo hay fraude y cuándo no en este mercado. No es posible probar que realmente estás ahorrando carbono. El ejemplo de la película de Annie Leonard da cuenta de esto cuando el propietario de una fábrica simplemente declara “Bueno, tenía planeada una expansión de un 200 por ciento, pero ahora digo que solo me expando un 100 por cien, y así estoy ahorrando un 100 por cien de carbono. Así que por eso me deberían permitir vender derechos de contaminación a los países industrializados del Norte para que puedan seguir con sus negocios como de costumbre”. Obviamente, no hay manera de verificar la afirmación del propietario, en cuanto a cuáles eran sus planes de expansión. Los consultores que entran en este sistema para declarar sobre la reducción en las emisiones pueden decir prácticamente lo que quieran y pueden declarar lo que quieran sobre el carbono que están ahorrando Por eso iría un poco más lejos que Frank, al decir que el sistema no sólo permite el abuso sino que además los abusos no pueden ser corregidos, ni siquiera a nivel teórico.

    AMY GOODMAN: Larry Lohmann, quería preguntarte acerca de una cifra que se ha barajado por aquí, 17 por ciento, que Estados Unidos está ejerciendo presión para que se apruebe una reducción del 17 por ciento en la emisión de gases de efecto invernadero. Explique esto.

    LARRY LOHMANN: Bueno, yo creo que es una declaración que se ha estado escuchando, pero hay dos elementos realmente engañosos en esta declaración. El primero es que bajo el Protocolo de Kyoto, por ejemplo, la reducción de emisiones se calcula con respecto a los niveles de 1990. Así que, bajo el Protocolo de Kyoto –.

    AMY GOODMAN: Entonces, ¿en el resto del mundo se están usando los niveles de 1990?

    LARRY LOHMANN: Ese es el marco convencional utilizado. Por eso, me entiendes, la pregunta es, para el 2020, ¿cuánto se está reduciendo respecto a los niveles de 1990? Estados Unidos no es del todo honesto cuando dice “Bueno, está bien, vamos a reducir las emisiones en un 17 por ciento.” Lo que no mencionan es que no lo están reduciendo respecto a los niveles de 1990, sino los del 2005.

    AMY GOODMAN: Y, Frank Ackerman, ¿cuál sería el equivalente a un 17 por ciento tomando como referencia los niveles de 1990?

    FRANK ACKERMAN: Creo que es algo así como un cuatro por ciento.

    AMY GOODMAN: Entonces, de hecho es un cuatro por ciento. Y, Larry Lohmann, ¿se está reduciendo un cuatro por ciento realmente?

    LARRY LOHMANN: No, en realidad es aún peor que eso. La cifra del cuatro por ciento también es engañosa, porque esas reducciones de un cuatro por ciento probablemente no sean realizadas dentro de los Estados Unidos. En otras palabras, los estadounidenses que contaminan con combustibles fósiles seguirían con sus negocios como de costumbre. Lo que harían es comprar derechos de contaminación de otros países, de alguno de estos proyectos de compensación de emisiones que hay fuera del país. Creo que la organización International Rivers de Berkeley ha calculado que, en realidad, con la ley Waxman-Markey, Estados Unidos no tendría que reducir sus emisiones derivadas de combustibles fósiles hasta el 2026, según las disposiciones de esta ley.

    AMY GOODMAN: ¿Frank Ackerman?

    FRANK ACKERMAN: Creo que hay muchas cosas que deben ser resueltas, y que ciertamente los bonos y permisos de compensación deben ser limitados, pero el problema es que el debate para establecer un precio sobre las emisiones de carbono se plantea en términos de comercio de derechos de emisión o impuestos. Y la población estadounidense lleva 30 años aprendiendo a echar espuma por la boca cada vez que se mencionan nuevos impuestos. Por eso no existe oportunidad alguna de poner impuestos sobre las emisiones de carbono. Yo creo que probablemente algunas grandes empresas que abogan por un impuesto sobre las emisiones de carbono son conscientes de que eso no es posible y lo están haciendo a propósito con la intención de destruir por completo la idea de contar con una legislación sobre cambio climático. De todo esto deduzco que, tristemente, tendremos que encontrar la manera de enmendar las fallas del comercio de derechos de emisión, del sistema cap and trade, que son muchas. Hay muchas cosas por enmendar.

    AMY GOODMAN: ¿Qué pasa si el mercado de carbono fracasa?

    FRANK ACKERMAN: Yo podría decirle al mundo cómo reducir las emisiones de carbono. La gente parece incluso más reacia a las políticas basadas en la aplicación compulsiva de leyes y regulaciones que a las que proponen incentivos económicos. El problema no es explicar cómo hay que reducir las emisiones de carbono en los Estados Unidos, el problema es crear incentivos que hagan sentir a la población que eso se puede hacer dentro del sistema de libre mercado. El problema es la ineficiencia de hacer que esto pase a través del mercado, en lugar de decir simplemente que no se debe usar los autos de esta manera, o que no se debe a desperdiciar la electricidad de esta manera. Sería muy fácil decirle a la población cómo reducir las emisiones, pero si quieres hacerlo a través del mercado, de manera que la gente pueda elegir, entonces tienes que establecer un precio para las emisiones de carbono.

    AMY GOODMAN: El grupo de inversión Goldman Sachs juega un papel importante aquí, ¿Larry Lohmann?

    LARRY LOHMANN: Me temo que sí. De hecho, el mes pasado JPMorgan, una empresa similar a Goldman Sachs, compró una de las empresas más grandes que hay en consultoría y acumulación de bonos de carbono, EcoSecurities. Y yo creo que eso indica el interés de Wall Street en comprar –en meterse en este mercado, para especular, para poder sacar dinero de ahí.

    AMY GOODMAN: Quiero agradecerles mucho el haber estado con nosotros. Larry Lohmann, investigador en la ONG The Corner House, de Gran Bretaña, editor del libro Carbon Trading: A Critical Conversation on Climate Change (Comercio de Carbono: Una mirada crítica sobre el cambio climático). Y Frank Ackerman, economista del Instituto de Medio Ambiente de la Universidad de Tufts en Estocolmo. Su libro, Can We Afford the Future?[The] Economics [of] a Warming World (¿Podemos afrontar el futuro? [La] Economía de un mundo en proceso de calentamiento).

    Traducido por Pablo Ramos, Ter García, Verónica Gelman y Democracy Now! en español

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