“La gran tragedia es que Obama decidió no tender su mano”: Robert Fisk habla sobre la brecha que hay entre la retórica y las acciones de Estados Unidos respecto al levantamiento en Egipto

Original en Español12 de febrero de 2011
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    9 de Febrero 2011

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    El veterano corresponsal en Medio Oriente del periódico londinense The Independent nos acompaña desde El Cairo para hablarnos del levantamiento popular que está teniendo lugar en todo Egipto, las implicancias para la región y el modo en que Obama debería reaccionar. “Los manifestantes están pidiendo lo mismo que los estadounidenses quieren para si mismos, ni más ni menos”, dice Fisk.

    AMY GOODMAN: Ahora desde El Cairo se comunica con nosotros Robert Fisk del periódico The Independent para hablar del papel de Estados Unidos en Egipto y Medio Oriente.

    ROBERT FISK: Lo que los egipcios están pidiendo es aquello con lo que cualquier estadounidense estaría de acuerdo: una democracia multipartidaria, una nueva constitución que otorgue iguales derechos a todos, el fin de las elecciones fraudulentas –que naturalmente son las que le permitieron a Mubarak mantenerse tres décadas en el poder hasta los 83 años con elecciones que le daban victorias con el 97.8 % ó 97.9% de los votos. Los egipcios también quieren cambiar los largos períodos presidenciales de seis años por períodos de cuatro años y limitar la reelección a un máximo de dos periodos consecutivos, en lugar de que haya períodos presidenciales indefinidos o de por vida, que fue lo que hizo Mubarak. Por tanto, los egipcios están exigiendo lo mismo que los estadounidenses quieren para sí mismos.

    Y la gran tragedia es que en este momento crítico, Obama optó por no tenderle la mano a los partidarios de la democracia en Egipto ni decir “Los apoyamos y Mubarak debe irse.” Al inclinarse por una transición ordenada, realmente eligió apoyar a Mubarak. Ya sabemos que lo que Obama quiere es otro general y ya lo tiene, Omar Suleiman, el Vicepresidente que asumiría el control. El ejército, que recibe todos los años $ 1.3 mil millones de dólares provenientes del dinero de los contribuyentes estadounidenses, va a ser convocado para tratar de dirigir esta transición, a pesar de que el propio Mubarak, por supuesto, era el jefe de la fuerza aérea. Él era un general, también. Omar Suleiman, el Vicepresidente, es un general, director de los servicios de inteligencia, un hombre muy implacable. En el pasado su gente torturó a los islamistas en Egipto durante los levantamientos. Y para mucha de la gente que está en las calles hubo una gran decepción con el apoyo que el Presidente de Estados Unidos le dio a Mubarak en este momento crítico, cuando hace menos de 18 meses estuvo acá en El Cairo diciéndole al mundo musulmán y levantando la mano “No respondan con el puño cerrado.” Cuando miles de personas que piden la democracia salen a las calles de El Cairo y exigen lo que Obama les había anunciado, es Obama quien cierra el puño y Hillary Clinton quien dice que el de Mubarak era un régimen estable.

    Recién ahora, cuando ven que tal vez Mubarak se vaya, principalmente porque el ejército quiere deshacerse de él, no por las protestas de los manifestantes en las calles, —y esta es otra parte de la tragedia— están empezando a decir: “Bueno, tenemos que deshacernos de este viejo”, pero no, por supuesto, para reemplazarlo por un verdadero representante de la democracia, sino para reemplazarlo por un régimen respaldado por el ejército, que en realidad es Mubarak segunda parte.

    AMY GOODMAN: ¿Qué hay de la relación entre EE.UU. y las fuerzas armadas? Estaba hablando con gente de una agencia del gobierno en Washington que estaba profundamente preocupada y decía: “¿Cómo hacemos para contrarrestar la imagen de haber apoyado 30 años a este déspota?” Y alguien respondió: “No se puede, porque lo estuvimos apoyando.”

    ROBERT FISK: Sí, y pienso que de alguna forma lo que pasa es que esto se convierte en una especie de relación osmótica. En primer lugar, los egipcios fueron seducidos por los soviéticos durante el gobierno de Sadat, quien básicamente dejó la Unión Soviética y optó por el lado estadounidense. Entonces Estados Unidos les proveyó armamento, los alimentó, los vistió, los uniformó, después de lo cual, por más independientes que quieran ser, tienen que ir a Washington para comer.

    Es interesante que cuando Tantawi, el comandante en jefe del ejército, estaba tratando de hacer frente a esta crisis, el Pentágono con un chasquido de dedos lo tuvo de inmediato en Washington para hacer consultas serias al Pentágono, es decir, para recibir instrucciones. Tantawi no hubiera dicho eso; para él hubieran sido “consejos”, “¿Cómo van las cosas, general?, complete esto, dénos una reunión informativa”, etc. Pero al fin y al cabo, no le iba a quedar ninguna duda de que si quería más tanques Abrams y más misiles, tenía que hacer lo que Estados Unidos quería, ahora se trata principalmente de deshacerse de Mubarak, pero que no parezca que fue culpa nuestra.

    El problema con los estadounidenses es que se desligan de sus valores morales cuando los intereses nacionales, en momentos críticos como este, están en juego. Todos queremos la democracia, pero no si perdemos a Mubarak que es un hombre que apoya a Israel, etc., etc. Y claro que esto no es una gran sorpresa para los árabes, aunque como he escrito en el periódico, si Obama hubiera dicho: “Yo estoy con los partidarios de la democracia que están haciendo lo que dije en El Cairo hace 18 meses, hace 17 meses,” seguramente se hubieran colgado banderas estadounidenses en todo El Cairo y en todo Egipto. Y de seguro, hubiera cerrado, en muchas mentes árabes, todas las heridas que el mundo árabe y musulmán ha padecido por parte de Estados Unidos, y en particular de Gran Bretaña en los últimos 10 años.

    AMY GOODMAN: De hecho, está la actual embajadora estadounidense en Egipto, Margaret Scobey.

    ROBERT FISK: Sí está. Aunque no parece que se esté moviendo mucho en torno a este tema. Una de las cosas interesantes es que hay un grupo de personas que no se ve en las calles de El Cairo y son los diplomáticos estadounidenses. Es muy probable que reciban información de los egipcios que van y les dicen qué es lo que está pasando.

    Y hubo, por cierto, un poco tangencialmente, un episodio muy extraño el 28 de enero, cuando un vehículo identificado por la multitud como una limusina blindada estadounidense embistió contra la multitud y atropelló a varios manifestantes contrarios al régimen de Mubarak. La gente lo identificó como un vehículo de la embajada estadounidense. Fuentes que no se pudieron confirmar informaron que la embajada luego salió a decir que: “Nuestros diplomáticos no salen a la calle en tales circunstancias”, lo que es claramente cierto. Y luego de repente dijo: “Varios de nuestros vehículos fueron robados ese día.” Ellos no informaron eso el 28 de enero, esperaron hasta febrero para informar el robo. Pero, ¿cómo les robaron esos vehículos?, ¿se los prestaron al gobierno de Mubarak, tal vez?, ¿o sabían que la policía los había llevado y entonces optaron por guardar silencio al respecto? Hay muchas cosas por el estilo.

    Otro ejemplo es el momento en que los primeros tanques M1 Abrams entraron a la plaza el viernes. Me refiero a cuando se les ordenó atacar a la multitud. Observé que el código en la parte delantera del vehículo —había códigos egipcios para las brigadas y unidades de paracaidistas, en árabe y en números arábigos—, pero en la parte delantera del vehículo había un código que comenzaba con las letras MFR y seguía una serie de números en cada vehículo. Quité ese código y un oficial de paracaídas empezó a gritarme y ordenó a dos soldados que me arrestaran. Me metí entre la multitud para escapar de ellos; me persiguieron y luego me alcanzaron, y obviamente, frente a 10.000 manifestantes cambiaron de opinión. Y parece que MFR son las siglas en inglés de Reserva Móvil de la Fuerza. Se trata de vehículos de propiedad estadounidense, pertrechos estadounidenses para despliegue táctico, que se almacenan en Egipto, en Kuwait y ahora en Irak para usarlos en situaciones de emergencia en el Golfo. Estos vehículos, estos tanques que amenazaban en ese momento a los manifestantes, parece que en realidad pertenecen a las fuerzas armadas estadounidenses, no al ejército egipcio, sino que fueron utilizados por los egipcios obviamente, en este caso. Los egipcios fabrican el tanque Abrams y también tiene algunos de los suyos, pero estos vehículos parecen ser vehículos que efectivamente le pertenecen a usted o al Pentágono o a quien sea. La pregunta es, ¿los estadounidenses sabían que esos vehículos se estaban usando? ¿Les dieron permiso para esto? A ninguno de los soldados les preocupaba que se tomaran fotos de los vehículos o del código que figuraba a los costados en árabe, pero apenas saqué las letras escritas en alfabeto romano y números romanos, o más bien, números modernos, no les gustó para nada. Así que tengo la sensación de que en realidad se trataba de vehículos de reserva que pertenece a su país [Estados Unidos] y que el gobierno de Mubarak estaba utilizando.

    Así que hay toda una serie de preguntas sin respuesta que no creo podamos averiguar todavía. Pero al igual que las torturas en las comisarías, que ahora se están conociendo, creo que si este régimen en verdad se desmorona —como creo que se va desmoronando a paso firme— todo el Partido Nacional Democrático es ahora sólo una fachada de cartón, sobre todo después del incendio de su sede –ya nos iremos enterando lo que sucedió entre bambalinas. Y no va a ser agradable ni va a ser algo con lo que los gobiernos de EE.UU. quieran estar relacionados.

    AMY GOODMAN: ¿Qué implicancias tiene esto en otros países, para una especie de rebelión pan arábiga? Primero Túnez y después Egipto ¿Qué cree que puede ocurrir en Israel, Palestina, Jordania?

    ROBERT FISK: Evidentemente, primero los británicos, después los franceses y después de la Segunda Guerra Mundial, los estadounidenses, protegimos a dictadores implacables y antidemocráticos en toda la región. Los llamamos reyes, emires, príncipes, generales, y todo tipo de presidentes. En Baréin, por ejemplo, está Su Majestad Suprema el Rey que gobierna una isla que en tamaño supongo es la mitad de Detroit, si es que llega a eso. Pero por este motivo, es inevitable que cuando de repente un país se abre paso hacia la libertad, los habitantes en otras regiones – en Siria, Jordania, Yemen, Marruecos, Mauritania y Argelia en particular –, al ver el canal Al Jazeera por ejemplo, empiezan a decir: “Pero nosotros exigimos los mismos derechos. Tenemos derecho a vivir. Tenemos derecho a respirar”.

    Creo que en cierta manera este levantamiento tiene más que ver con la sublevación de los iraníes por los resultados de las elecciones del 2009 – en la cual, si recuerda, la oposición fue aplastada – que con la Revolución Iraní o algo de mayor envergadura. Y no estoy del todo seguro que se trate de tribus con banderas, como alguna vez un historiador de Las Cruzadas describió al mundo árabe, porque no se trata de la misma gente. Por ejemplo, la oposición al Rey Abdalá en Jordania proviene en realidad de sectores del ejército que piensan que los palestinos se han hecho muy fuertes en Jordania. La oposición en Siria está formada por los suníes que se oponen al liderazgo de la minoría alauita, lo que es una cuestión más de sectarismo que de democracia – que es el caso de Egipto, donde [inaudible] prácticamente todo el mundo es musulmán suní, incluido nuestro o su querido Presidente Mubarak. Por eso desconfío un poco de la idea de que sólo por el hecho de que los tunecinos hicieron una revolución, la misma se extendió a Egipto, y entonces hay manifestaciones por el precio de los alimentos o por los altos precios, así como protestas en Jordania por el estado de la economía y ciertamente contra Saleh, el Presidente de Yemen; pero no estoy seguro que todo esto sea lo mismo.

    Y recordemos que la famosa Revolución de los Jazmines en Túnez –supongo que en Egipto se va a llamar la Revolución del Papiro-, Dios nos libre, pero en Túnez la revolución sólo ha conseguido hasta ahora reemplazar a Ben Ali por sus colegas. Ghannouchi es amigo de Ben Ali; creo que fueron compañeros de clase. Y también hay que recordar que Omar Suleiman, el nuevo salvador de Egipto, con quién se supone toda esta gente debe negociar, es amigo personal, muy cercano y de toda la vida de Mubarak, y era general. De modo que, si bien en la superficie vemos este levantamiento a favor de la democracia, y de repente vamos a tener todos estos nuevos países donde todo va ser muy bonito y van a creer en nuestros valores seculares, en última instancia, el temor no es por el islamismo de Hermanos Musulmanes; el temor es de que sigan designando a generales que trabajan para occidente. Básicamente, eso es lo que está ocurriendo. Y si por ejemplo el Rey Abdalá fuera persuadido de alguna manera de que dejara su país, el ejército jordano no dudará en encontrar a otro miembro de la familia real para que asuma el cargo, aunque quizás de manera más constitucional. Por lo tanto, la idea de que se va a derrocar masivamente a los dictadores es posible, pero habrá otros dictadores preparados para tomar el mando, si bien con un perfil más blando al principio y de a poco ir introduciendo otras leyes de emergencia, restricciones a las manifestaciones multitudinarias y así sucesivamente hasta volver a empezar de cero.

    La corrupción se ha convertido en una parte intrínseca a la economía, en el lubricante que hace funcionar el motor de la economía y por supuesto en la manera en que los dictadores controlan a sus habitantes. Tras varias décadas todo el sistema, todo el funcionamiento de la sociedad en Medio Oriente ha quedado dañado de manera casi irreversible por el modo en que en occidente fomentamos el funcionamiento de la corrupción y porque los dictadores muy contentos la hacen funcionar en nuestro beneficio y, económicamente, en el suyo propio, claro está.

    AMY GOODMAN: ¿Qué cree que debería hacer el Presidente Obama?

    ROBERT FISK: El caso es siempre el mismo cuando usted o cualquier otra persona me pregunta acerca de la política de Estados Unidos. La pregunta es qué podría haber hecho Obama.

    En realidad, nunca creí mucho en Obama. Me llamó mucho la atención su discurso en El Cairo, el famoso discurso sobre tender la mano a los musulmanes, cuando hizo referencia al “traslado” de los palestinos en 1948, como si los palestinos un día se hubieran levantado y hubieran dicho: “Vayámonos todos a esquiar hoy al Líbano y no volvamos nunca más”, en lugar de referirse a la expulsión de los palestinos de sus hogares o la huída de los palestinos aterrorizados por el nuevo ejército israelí en aquel momento. Y creo que debido a su debilidad frente a los republicanos y, por supuesto, a las recientes elecciones de mitad de mandato y a su propia vanidad (Obama nunca debería haber recibido el premio Nobel, a lo mejor sí el “premio Nobel al Discurso Público”; debería haber dicho: “Miren, muchas gracias, pero no merezco este premio”) no tomó muchas de las medidas que hubiera podido tomar, medidas que hubieran expresado los valores morales que decía apoyar en ese famoso discurso en El Cairo, al que yo asistí en la Universidad de El Cairo a tan sólo una milla de donde estoy hablando ahora y a sólo 2 millas de la Plaza Tahrir. Si tan sólo se hubiera ceñido a esos valores morales en el mundo árabe, esa actitud cordial de los árabes hacia Estados Unidos que existía durante los años 50 y 60, incluso después del establecimiento de Israel, y ciertamente durante los años 20 y 30, se podría haber restablecido. Pero era un momento crítico. Por deseos de Israel –los israelíes han dejado bastante claro que no creen que los árabes deban tener este tipo de elecciones, es decir, que hay que mantener a Mubarak o a cualquier otra versión de Mubarak– y debido a los detractores en su propio país –“¿Va a perder Egipto ahora, señor Presidente?”, cosa que va a salir en las editoriales –, lo echó todo a perder. Dudó. Fue débil. Fue vanidoso. Eligió no apoyar a los buenos.

    Alguien me dijo ayer en un programa de radio de Irlanda: “Robert, usted siempre está diciendo que Estados Unidos debería dejar de inmiscuirse en otros países y ahora quiere que intervenga”. Pero el hecho es que sí interviene porque le está pagando al régimen 1.300 millones de dólares al año. Por lo tanto, cuando tiene que ponerse de parte de los buenos en Egipto, no lo hace. Y una vez más, le va a costar caro a Estados Unidos. Es una tragedia en muchos sentidos. Era una oportunidad para hacer lo correcto y falló. [Obama] es visto como una figura muy débil en el mundo árabe. En cierto sentido, la gente prefería a Bush, porque le veían como un matón desmedido, que es prácticamente lo que era aquí, mientras que Obama se presentó como un hombre que parecía tener algún valor moral. Pero al final, los valores morales han sido arrojados por la ventana y estamos otra vez con que “Los egipcios deben decidir, pero debe ser una transición ordenada” y por “ordenada” se podría entender seis o siete meses más con Mubarak.

    Y claro está, aquí la pesadilla es que si los manifestantes vuelven a sus hogares –y si después los arrestan o golpean o torturan, ese no es el punto– entonces habrá más estabilidad, volverán los turistas, el ejército estará contento y un día Mubarak caerá en la cuenta de que por el bien de Egipto se debe quedar por otro mandato de seis años a partir de septiembre de este año. En mi opinión, eso es lo peor que puede pasar y no es del todo improbable.

    AMY GOODMAN: Robert Fisk, se comunicó con nosotros desde El Cairo. Es corresponsal desde hace muchos años en Medio Oriente para el periódico The Independent de Londres y es autor de numerosos libros, entre ellos La gran guerra por la civilización: la conquista de Oriente Medio.


    Traducido por Cristina Bastidas, Pablo Ramos y Gabriela Díaz Cortez

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