En el estado de California, en Estados Unidos, al menos 31 personas murieron y más de 200 continúan desaparecidas al tiempo que tres enormes incendios forestales continúan haciendo estragos, avivados por los vientos del este y una sequía de carácter histórico. En el condado de Butte, al norte de California, el incendio Camp se ha convertido en el más mortífero en 85 años. La localidad de Paradise resultó prácticamente destruida y murieron 29 personas. Según informaron los equipos de rescate, algunas víctimas quedaron reducidas a fragmentos de huesos, lo que genera el temor de que en realidad la cifra de muertes sea mucho mayor, ya que aún no hay noticias de unos 228 residentes del condado de Butte.
En el sur de California, un cuarto de millón de residentes de los condados de Los Ángeles y Ventura recibieron la orden de evacuar debido al incendio Woolsey; entre las zonas afectadas se encuentran la ciudad de Malibú y partes del valle de San Fernando. El incendio arrasó con residencias ubicadas junto al océano mientras sus habitantes intentaban huir, presas del pánico, en un gigantesco embotellamiento a lo largo de la autopista de la costa del océano Pacífico. El incendio Woolsey comenzó cerca del Laboratorio de Campo Santa Susana, en donde se produjo un accidente nuclear hace casi 60 años. No obstante, el Departamento de Control de Sustancias Tóxicas de California estima que las llamas no provocaron que se liberaran al aire materiales radiactivos.