Brasil registró miles de nuevos casos de COVID-19 durante el fin de semana y ahora supera a Italia y España para convertirse en el cuarto país más afectado del mundo. El viernes, el ministro de Salud de Brasil renunció después de unas pocas semanas en el cargo. Nelson Teich no dio ninguna razón para su abrupta renuncia, pero, según los informes, se negó a apoyar al presidente Jair Bolsonaro en su empeño por promover la droga hidroxicloroquina para tratar a los pacientes con COVID-19. El fármaco fue promocionado por el aliado estadounidense de Bolsonaro, el presidente Trump, pero los estudios muestran que no confiere ningún beneficio a los pacientes con coronavirus y tiene efectos secundarios potencialmente mortales. El mes pasado, Bolsonaro despidió a su anterior ministro de Salud por recomendar medidas de distanciamiento social.
Bolsonaro sigue desestimando a la COVID-19, calificándola de una “gripecita”, y el domingo se unió a una concentración de simpatizantes en Brasilia, donde sacó a los niños de la multitud para tomarse fotografías con ellos en violación de las recomendaciones de las autoridades de salud pública. Bolsonaro usó una máscara para cubrirse el rostro durante la manifestación del domingo, a diferencia de otras reuniones públicas recientes.
Mientras tanto, un nuevo estudio revela más de 400 casos de COVID-19 y 90 muertes entre indígenas en Brasil, lo que aumenta el temor de una rápida propagación en comunidades con poco acceso a la atención médica. Esto es lo que dijo una enfermera en una comunidad indígena a las afueras de la ciudad de Manaos, hablando en el funeral del jefe Messias Kokama, quien murió tras haber contraído COVID-19.
Vanderlecia Ortega dos Santos dijo: “Aquí todavía soñamos con tener educación y salud de calidad, porque todavía no se nos ha proporcionado asistencia. Su muerte también es representativa de lo que falta, la falta de atención médica, de lo que falta para los indígenas que viven en la ciudad”.