En Estados Unidos, el estado de Arizona ejecutó a Clarence Dixon, un hombre no vidente de 66 años que, según sus abogados, sufría de esquizofrenia paranoide y problemas de salud. Algunos testigos afirmaron que los funcionarios penitenciarios tuvieron que limpiar una buena cantidad de sangre debido a la dificultad que tuvieron para inyectarle a Dixon las drogas letales. Esta fue la primera aplicación de la pena de muerte en Arizona en ocho años. Dixon fue condenado por la muerte de una estudiante en 1978, pero siempre proclamó su inocencia.
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