En Siria, durante el fin de semana, los rebeldes llevaron a cabo una ofensiva de ataques suicidas con coches bomba, cohetes y morteros en Alepo occidental, que está bajo control del gobierno. Murieron al menos 41 civiles, entre ellos 17 niños. Las partes en conflicto se acusan entre sí de utilizar gas venenoso. El enviado especial de la ONU para Siria calificó los ataques de “implacables e indiscriminados” y dijo que podrían constituir crímenes de guerra. Los residentes describieron un asalto traumatizante que dejó familias enterradas vivas.
Un hombre herido expresó: “Mis hijos todavía están bajo los escombros. ¡Mis hijos están bajo los escombros, que alguien los saque! El edificio se derrumbó. ¡Oh, Dios!”
Unos 1.500 combatientes rebeldes se agruparon a lo largo de la frontera occidental de Alepo. La contraofensiva tiene como objetivo romper el asedio del gobierno al este de la ciudad, donde más de un cuarto de millón de personas se enfrentan a una grave escasez de agua, alimentos, combustible y medicamentos.
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