Mientras tanto, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, celebró el lunes una reunión extraordinaria en la Casa Blanca con legisladores demócratas y republicanos, en la que dio a entender que apoya un acuerdo de gran alcance sobre la inmigración, que podría otorgar a millones de personas indocumentadas una forma de obtener la ciudadanía.
Durante la reunión, Trump dijo en reiteradas oportunidades que “asumiría la responsabilidad” de un amplio acuerdo sobre inmigración, al que posiblemente se opondría gran parte de la base de extrema derecha que se opone a la inmigración. Trump agregó que quería un “proyecto de ley del amor” para proteger a los 800.000 jóvenes indocumentados, conocidos como soñadores, cuyas protecciones intentó revocar el año pasado. Para sorpresa de muchos, la mayoría de la reunión fue televisada. Según sus colaboradores, la intención era mostrar la agudeza mental del presidente, en medio de crecientes cuestionamientos acerca de su salud mental.
Sin embargo, la mayoría de sus declaraciones durante la reunión televisada parecieron contradecir sus promesas de campaña y sus políticas de inmigración, entre ellas la de exigir 18.000 millones de dólares para la construcción de un muro militarizado en la frontera con México, y la de revocar el programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés) y las protecciones a los inmigrantes, como el estatus de protección temporal (TPS, por sus siglas en inglés), a cientos de miles de inmigrantes salvadoreños, haitianos, nicaragüenses y sudaneses que han vivido en Estados Unidos durante años.
Tras la reunión, varios partidarios de derecha criticaron a Trump, que ya ha comenzado a desdecirse de algunos de sus comentarios durante la reunión con tuits como este: “Como dejé en claro hoy, nuestro país necesita la seguridad del muro en la frontera sur, que debe ser parte de toda aprobación de DACA”.