El primer ministro de Líbano, Hassan Diab, calificó la explosión de “catástrofe nacional”. Diab sostuvo que fue provocada por 2.700 toneladas de nitrato de amonio altamente explosivo, que inexplicablemente estuvieron sin vigilancia en un depósito durante seis años. La explosión destruyó por completo el puerto de Beirut, una de las principales fuentes de sustento económico del Líbano. Incluso antes de la catástrofe ocurrida el martes, la economía del Líbano estaba en crisis, exacerbada por las sanciones estadounidenses impuestas durante el Gobierno del presidente Donald Trump.
En la Casa Blanca, Trump sostuvo ante la prensa que generales militares estadounidenses creían que la explosión fue causada por una bomba.
El presidente Donald Trump afirmó: “Ellos sabrán más que yo, pero parece que piensan que fue un ataque. Fue algún tipo de bomba. Sí”.
Trump no ofreció evidencia alguna que avalara su afirmación, que no fue respaldada por las agencias de Inteligencia estadounidenses. El Pentágono declinó hacer comentarios y remitió todas las preguntas de la prensa a la Casa Blanca.
Tras la explosión, el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, telefoneó al ex primer ministro Saad Hariri para ofrecer asistencia al pueblo libanés, en lugar de llamar al actual primer ministro, Hassan Diab.
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