Demasiado poderosos para quebrar, demasiado poderosos para encarcelar

Columna28 de enero de 2009
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    Por Amy Goodman

    Hace poco, Karl Rove describió a George W. Bush como un apasionado de los libros, afirmando que “Existe un mito, perpetuado por los críticos de Bush, que sostiene que Bush preferiría quemar un libro antes que leerlo.” Muchos libros se escribirán relatando el capítulo de la historia que representó el gobierno de Bush. Pero ¿a qué fuentes se recurrirá para escribirlos?

    Bajo el mandato de Bush, la Casa Blanca fue demandada judicialmente por extraviar correos electrónicos y por evadir leyes que protegen los registros públicos. Pocos días antes de que Bush terminara su mandato, un juez federal ordenó que las computadoras de la Casa Blanca fueran inspeccionadas a fondo en busca de correos electrónicos. Según se informó, trescientos millones de mensajes de correo electrónico habrían sido transmitidos a los Archivos Nacionales, pero otros 23 millones de mensajes continuaban “extraviados”. Dick Cheney dejó la vicepresidencia en una silla de ruedas debido a una lesión en la espalda que sufrió moviendo cajas en la mudanza de su oficina. En su intento por confiscar información, Cheney no sólo dejó lisiada a una nación, terminó él mismo lisiado. Cheney también logró obtener un fallo judicial favorable que le permite decidir qué registros puede mantener confidenciales.

    George Stephanopoulos le preguntó a Barack Obama sobre la posibilidad de llevar a juicio a funcionarios del gobierno de Bush. A lo cual Obama dijo: “Aún estamos evaluando de qué manera procederemos en todo lo referido a interrogaciones, detenciones y demás, y sin duda que revisaremos prácticas pasadas. No creo que haya nadie que esté por encima de la ley. Pero, por otra parte, también tengo la convicción de que necesitamos mirar hacia delante y no quedarnos con la mirada puesta en el pasado. Creo por sobre todo que, cuando se trata de seguridad nacional, lo que debemos hacer es concentrarnos en que las cosas se hagan bien en el futuro, en vez de preocuparnos por lo qué se hizo mal en el pasado.”

    La escritora especialista en temas jurídicos Karen Greenberg señala en la revista Mother Jones que: “La lista de potenciales violaciones jurídicas es, por supuesto, enorme. Según una estimación, el gobierno habría violado 269 leyes, entre normas de derecho nacional e internacional.”

    Tortura, intervención de teléfonos y “rendición extraordinaria”: estos son sólo algunos de los delitos serios denunciados. El presidente Obama tiene ahora –más que ninguna otra persona– el poder para investigar.

    John Conyers, presidente del Comité Judicial de la Cámara de Representantes, acaba de citar a declarar a Karl Rove en el marco de una investigación sobre la politización del Departamento de Justicia y el procesamiento del ex gobernador de Alabama Don Siegelman. Consulté al ex gobernador sobre esto. ‘Me da esperanzas. Pero ya hemos visto esto antes, de manera que no alcanza con el compromiso de John Conyers. Sabemos que él está comprometido con la búsqueda de la verdad. Creo que depende de cuán intenso sea el deseo de nuestros ciudadanos de llegar a la verdad, y de si vamos a respaldar a John Conyers y darle el apoyo que necesita, llamando, escribiendo y enviando mensajes de fax a nuestros congresistas para decirles que queremos que se haga justicia. Para ello debemos empezar por llevar a Karl Rove ante el Comité Judicial. Y allí podrá acogerse a la Quinta Enmienda o decir la verdad o mentir, pero tiene que presentarse ante ese comité.’

    Hasta ahora Rove ha invocado el privilegio ejecutivo para evadir las citaciones del Congreso. En un comunicado de prensa, Conyers dijo: “Continuaré con esta investigación hasta su conclusión final, ya sea en el Congreso o en el ámbito judicial. El cambio llegó a Washington, y espero que Karl Rove esté listo para ello.”

    La Presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, que en el pasado trabó la realización de audiencias de juicio político, ahora por lo menos está llamando a que se haga una investigación. Pelosi declaró a Fox News: “Creo que tenemos que aprender del pasado y no podemos dejar pasar la politización del Departamento de Justicia, por ejemplo, sin investigarla. … Quiero que la verdad salga a la luz.”

    Y ¿por qué no llevarlo un paso más allá?

    El representante demócrata por Ohio, Dennis Kucinich, que fue quien encabezó en el Congreso la presentación de cargos para el pedido de juicio político contra Bush y Cheney, llamó a “la formación de una Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación que tendría la facultad de obtener testimonios y reunir documentos oficiales que no sólo revelen al pueblo de Estados Unidos el engaño subyacente que nos ha dividido, sino que en ese proceso de búsqueda de la verdad encauce a nuestra nación por el camino de la reconciliación.”

    Millones de personas han cumplido sentencias en cárceles estadounidenses por delitos mucho menores que los que se les atribuye al gobierno de Bush. Parecería que algunos criminales son como aquellos bancos que se consideran demasiado poderosos como para quebrar: son demasiado poderosos como para ir a prisión, demasiado poderosos como para ser enjuiciados. ¿Y si le aplicáramos la teoría jurídica del presidente Obama al ciudadano común? ¿Por qué mirar hacia el pasado? En aras de la unidad, podríamos perdonar delitos tanto grandes como pequeños. Pero muy pocos estarían de acuerdo en dejar libres y sin ningún castigo a asaltantes, violadores o ladrones que roban comercios a mano armada. Entonces ¿por qué dar un trato diferente a quienes podrían ser responsables de torturas, de espionaje ilegal generalizado y de haber involucrado a toda una nación en guerras que han causado incontables muertes?

    Esto nos lleva nuevamente al tema de George Bush y los libros. La novela de Ray Bradbury “Fahrenheit 451” es una de las obras escogidas por la campaña de promoción de la lectura “The Big Read”, promovida por el National Endowment for the Arts (Fondo Nacional de las Artes). Este ambicioso programa está “dirigido a rescatar la lectura para volver a colocarla en el centro de la cultura estadounidense.” La idea es que ciudades, localidades y hasta estados enteros elijan un libro y alienten a todos a leerlo. En “Fahrenheit 451” (la temperatura en la cual el papel entra espontáneamente en combustión) los libros están prohibidos por ley. Los bomberos no apagan incendios, sino que los provocan, quemando las casas que contienen libros. Bradbury dijo: “Para destruir una cultura, no es necesario quemar libros. Alcanza con lograr que la gente deje de leerlos.” El gobierno de Bush, tan proclive al secreto, ya no está en el poder y, con Obama, ha sido reemplazado por un gobierno que promete transparencia. Pero la transparencia sólo sirve cuando viene acompañada de la asunción de responsabilidades.

    Sin investigaciones públicas exhaustivas, emprendidas con firmeza y que abarquen todo el espectro de delitos que se le atribuyen al gobierno de Bush, no habrá asunción de responsabilidades, y este capítulo de la historia de Estados Unidos quedará inconcluso.


    Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna.

    Amy Goodman es presentadora de “Democracy Now!”, un noticiero internacional diario de una hora de duración que se emite en más de 550 emisoras de radio y televisión en inglés y en 200 emisoras en español. En 2008 fue distinguida con el “Right Livelihood Award”, también conocido como el “Premio Nobel Alternativo”, otorgado en el Parlamento Sueco en diciembre.

    © 2009 Amy Goodman

    <a href=http://www.democracynow.org/blog/2009/1/28/amy_goodmans_new_column_too_big_to_fail_too_big_to_jail
    />Texto en inglés traducido por Laura Perez y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org

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