“No” a la energía nuclear, de Fukushima a Vermont

Columna30 de agosto de 2013
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    Publicado el 30 de agosto de 2013

    Amy Goodman y Denis Moynihan

    Bienvenidos al renacimiento nuclear.

    Entergy Corp., una de las mayores empresas productoras de energía nuclear en Estados Unidos, emitió un comunicado de prensa sorpresivo el martes, en el que afirma que planea “cerrar y desmantelar su planta nuclear Vermont Yankee en Vernon, Vermont. Se prevé que la planta dejará de generar energía después de su ciclo actual de combustible y se proceda a su cierre seguro a fines de 2014”. Si bien el comunicado de prensa proviene de la empresa, esta decisión de cerrar la planta es el resultado de años de protestas populares y de acción a nivel del Parlamento del estado. Mientras los activistas estadounidenses celebran esta gran derrota de la energía nuclear, en Japón, funcionarios oficiales reconocieron que las fugas radiactivas provocadas por la catástrofe nuclear en la planta de Fukushima Daiichi son peores de lo que habían admitido.

    El consultor y especialista en energía nuclear Arnie Gunderson comentó acerca del anuncio de Entergy sobre el cierre previsto de la planta de Vermont: “Llevó tres años, pero la presión ciudadana finalmente logró que el Senado estatal tomara esa postura”. Gunderson ha coordinado proyectos en 70 plantas nucleares de todo el país y ahora se dedica a brindar un testimonio independiente sobre la energía nuclear y la radiación. Gunderson explicó cómo fue que el estado de Vermont, por primera vez en la historia del país, prohibió que la planta funcionara más allá de su plazo permitido de 40 años. Entergy había solicitado una prórroga de 20 años. “La Legislatura, en una decisión de 26 votos a favor y 4 en contra, sostuvo: ‘No. No vamos a otorgarles una prórroga. Se terminó. Un trato es un trato. El trato fue de 40 años’. Entonces, Entergy acudió primero al tribunal federal en Vermont y ganó, y luego la instancia fue recurrida ante un tribunal de apelaciones de la ciudad de Nueva York, donde la empresa volvió a ganar con el argumento de que los estados no tienen autoridad para regular asuntos de seguridad”. A pesar de haber ganado a nivel judicial, Entergy cedió ante la presión pública.

    En 2011, el Gobernador de Vermont, Peter Shumlin, que dijo que Entergy era una “empresa en la que no podemos confiar”, afirmó en Democracy Now!: “Somos el único estado del país que ha tomado el poder en sus propias manos y ha dicho que sin el voto afirmativo de la legislatura estatal, la Junta de Servicios Públicos no puede emitir un certificado de interés público para que una planta nuclear permanezca en actividad en forma legal durante otros veinte años. El Senado se ha pronunciado. Ha dicho que no, que administrar una planta nuclear vieja, que tiene fugas, no es en favor del interés superior de Vermont. Y esperamos que se respete nuestra decisión”.

    La industria de la energía nuclear se encuentra en una encrucijada. El tan elogiado renacimiento nuclear está colapsando, especialmente tras el desastre de Fukushima, y exacerbado por la crisis financiera mundial. En un reciente artículo titulado “Renaissance in Reverse” (Renacimiento a la inversa, en español), Mark Cooper, investigador especializado en economía de la Facultad de Derecho de Vermont escribió: “El problema de los viejos reactores nucleares se ha agudizado”. Los costos de hacer funcionar y de reparar estas plantas han hecho que los operadores cierren cinco de los 104 reactores de generación de energía nuclear aún en funcionamiento en Estados Unidos tan solo este año, por lo que quedan 99 en actividad. Cooper identificó otros 30 reactores que considera que cerrarán, debido a que “la economía de los viejos reactores es muy riesgosa”.

    Las graves consecuencias del accidente de la planta nuclear Fukushima Daiichi se agudizan día a día, mientras esta semana, la Agencia Reguladora de Energía Nuclear de Japón aumentó su evaluación de la situación a nivel 3, o grave, en la Escala Internacional de Eventos nucleares y Radiológicos. El accidente original ocurrido en marzo de 2011 fue calificado de nivel siete en dicha escala, el nivel de amenaza más alto y más grave. Las barras de combustible nuclear de la planta necesitan ser enfriadas constantemente con agua. El agua utilizada en el enfriamiento es extremadamente radiactiva. La empresa Tokyo Electric Power Co., TEPCO, que administraba la central de Fukushima y que ha sido responsable de la limpieza del desastre, ha almacenado el agua radiactiva en tanques de agua construidos a las apuradas, que han comenzado tener filtraciones.

    “Las investigaciones en la zona determinaron que la radiación proveniente del lugar era cinco veces mayor en una hora que lo que una persona normal podría soportar en un año”, afirmó Gunderson. “El agua radiactiva se está filtrando de la planta a la misma velocidad que ingresa en los tanques. Cada día se ingresan entre 400 y 1.000 toneladas de agua de las montañas de los alrededores de Fukushima al sótano de la planta. El sótano es extremadamente radiactivo debido a que la contención ha fallado y el material radiactivo se está filtrando desde el centro de la planta hacia otros edificios. Esto la pone en contacto con el agua limpia subterránea y la hace extremadamente radiactiva. …Y la situación es cada vez peor”.

    El desastre de Fukushima ha sido comparado con la catástrofe de Chernobyl, donde una planta nuclear explotó en 1986 e hizo que la región de los alrededores se volviera inhabitable. La radiación que se filtra de la planta de Fukushima está creando una creciente ola radiactiva en el Océano Pacífico.

    Fukushima nos muestra los costos intolerables de la energía nuclear. Los ciudadanos de Vermont nos han mostrado los beneficios de decir “NO”.


    © 2013 Amy Goodman

    Texto en inglés traducido por Mercedes Camps. Edición: María Eva Blotta y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org

    Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 750 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de 400 en español. Es co-autora del libro “Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados Unidos”, editado por Le Monde Diplomatique Cono Sur.

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