El autoritario presidente de Egipto, Abdel Fattah el-Sisi, se adjudicó la victoria tras unas elecciones en las que prácticamente no tuvo competencia. La organización Human Rights Watch informa que las elecciones de diciembre fueron precedidas por una campaña de arrestos, intimidación y exigencias excesivas para los candidatos opositores, lo que impidió de manera efectiva cualquier tipo de competencia significativa en las elecciones presidenciales. En 2019, la Constitución de Egipto fue modificada para permitir que Sisi se postulara para un tercer mandato y, al mismo tiempo, alargar los mandatos presidenciales a seis años, por lo que está previsto que Sisi permanezca en el cargo hasta 2030. Sisi llegó al poder en 2013, tras dirigir el golpe de Estado que derrocó al primer presidente egipcio elegido democráticamente, Mohamed Morsi, hecho que desató una campaña de represión contra la disidencia, la cual ha sido descrita como el fin de la “Primavera Árabe”.
En septiembre, el Gobierno de Biden aprobó un paquete de ayuda militar para Egipto de 1.300 millones de dólares, aunque se retuvo una pequeña fracción de dicha ayuda, 85 millones de dólares. El envío del paquete de ayuda estaba sujeto a que el Gobierno de Sisi liberara a algunas de las decenas de miles de presos políticos que tiene Egipto, pero el Gobierno de dicho país no lo hizo.