En un informe exclusivo de Democracy Now! escuchamos a algunos de los cientos de presos de la cárcel del condado de Genesse ubicada en Flint, Michigan, que no tuvieron más opción que beber y ducharse con el agua contaminada de la ciudad. En octubre, después de que la alcaldesa Karen Weaver de Flint, recientemente elegida, declarara el estado de emergencia por los altos niveles de plomo de las aguas de la ciudad, la cárcel distribuyó agua embotellada por un breve período. Pero cinco días después volvió a la provisión de agua de la ciudad, después de que el sheriff dijera que una prueba de calidad mostraba que el agua era segura. Finalmente, el viernes pasado, la cárcel volvió a usar agua embotellada. Escuchamos a un ex preso de la cárcel del condado de Genesse, Jody Cramer, tras cumplir una condena de dos meses. Mientras estaba en dicha cárcel, Cramer trabajó como encargado de cocina y ayudaba a distribuir la comida y, más recientemente, botellas de agua a los presos. Cramer afirma que cuando empezó la distribución del agua el viernes pasado, recibió instrucciones de distribuir botellas de doce onzas (0,350 litros) de agua dos veces al día por preso o un total de 48 onzas (1,4 litros) por día. Esa cantidad representa menos de la mitad de la cantidad de agua que el Instituto para la Medicina les recomienda beber a hombres adultos diariamente. Cramer dice que hay mujeres embarazadas en la cárcel y que ellas también bebían el agua de la canilla hasta el cambio del viernes pasado. El envenenamiento por plomo pone en riesgo a las mujeres embarazadas de pérdidas del embarazo y puede provocar daño cerebral, renal y del sistema nervioso permanente en el recién nacido.
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