Valeria Luiselli: En EE.UU. es muy lucrativo encarcelar a personas indocumentadas que de por sí no tienen voz y cuentan con poca representación

Original en Español13 de marzo de 2019
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Días después de que la secretaria de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Kirstjen Nielsen, defendiera la emergencia nacional en la frontera sur declarada por el presidente estadounidense, Donald Trump, conversamos con Valeria Luiselli acerca de su nuevo libro, “Lost Children Archive” (Archivo de niños perdidos, en español). El libro registra el viaje de una familia desde Nueva York a la frontera entre EE.UU. y México en Arizona mientras la madre investiga el sufrimiento de los menores migrantes que buscan refugio en Estados Unidos.

Transcripción
Esta transcripción es un borrador que puede estar sujeto a cambios.

AMY GOODMAN: Esto es Democracy Now!, soy Amy Goodman. A principios de marzo, la secretaria de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Kirstjen Nielsen, defendió la emergencia nacional en la frontera sur declarada por el presidente Donald Trump, y afirmó ante el Comité de Seguridad Nacional de la Cámara de Representantes que los funcionarios de inmigración están en camino de detener a más de 900.000 migrantes en la frontera entre Estados Unidos y México este año. Nielsen rechazó los informes que sostienen que el Gobierno de Trump niega de forma rutinaria a los migrantes la oportunidad de solicitar asilo en Estados Unidos y sostuvo que nadie es rechazado en los puntos de entrada fronterizos. Cuando se le preguntó por el número de menores de edad que continúan separados en la frontera, Nielsen respondió que no tenía esa cifra a mano, y negó que los migrantes estén siendo retenidos en jaulas.

Nuestra siguiente invitada ha sido testigo de cómo afecta el sistema migratorio estadounidense a los menores que llegan a este país en busca de asilo. Tras desempeñarse como intérprete voluntaria para menores inmigrantes en los tribunales de inmigración de Nueva York, Valeria Luiselli escribió un aclamado libro de no ficción basado en esa experiencia, titulado “Los niños perdidos: un ensayo en cuarenta preguntas”; y ahora acaba de publicar su quinto libro, su primera novela escrita en inglés, titulada Lost Children Archive (Archivo de niños perdidos, en español).

Valeria Luiselli, bienvenida a Democracy Now! Es un placer que esté con nosotros. No podría haber escrito un libro más relevante de no ficción, pero este es un libro de ficción. Hable acerca de esa transición y por qué lo escribió de esta manera.

VALERIA LUISELLI: Desafortunadamente, [Lost Children Archive] es un libro que parece escrito para el momento actual. Yo lo empecé a escribir en 2014, pero la situación en torno a la crisis migratoria de menores no acompañados se ha intensificado a lo largo de estos años, en vez de lo contrario, que es lo que uno, quizás con demasiado optimismo, hubiera supuesto.

Empecé a escribir esta novela en 2014 mientras manejaba con mi familia de Nueva York a Arizona. Empecé a tomar notas en ese entonces. Y la continúe escribiendo a lo largo de los años siguientes. En 2015, después de mi retorno de ese viaje y tras un período esperando por la resolución de un caso migratorio propio, mucho menos difícil que los casos de asilo, yo había pedido una Green Card… me involucré en ese período como voluntaria en los tribunales de inmigración en Nueva York. La idea era que yo simplemente tradujera entrevistas entre abogados y niños, pero no había suficientes abogados en ese momento, entonces a muchos de los voluntarios nos dieron un curso sobre cómo hacer un tipo de entrevista, que se llama en inglés “screening interview”, y acabamos siendo entrevistadores. En ese periodo estuve entrevistando niños y adolescentes, y básicamente resumiendo sus casos y buscando entonces abogados que pudieran representarlos ante un juez y defenderlos así de una orden de deportación.

Como yo continuaba en ese momento escribiendo esta novela, empecé a utilizar la novela como una especie de depositario de toda mi frustración, rabia y confusión política. Después de un tiempo, me di cuenta que estaba realmente arruinando la novela, empacando demasiado en el espacio de sus páginas, tratando además de explicar la crisis actual en términos de cosas como el involucramiento de Estados Unidos y sus políticas intervencionistas en Centroamérica en los años 70. Realmente, estaba arruinando la novela y no le estaba haciendo justicia al tema que en sí estaba tratando de documentar, al tratar de meterlo con calzador en una narrativa ficcional.

Cuando finalmente entendí eso, dejé de escribir la novela por completo y escribí un ensayo más breve, muy directo, que se llama en inglés “Tell Me How It Ends” y en español “Los niños perdidos”. Y con ese ensayo pude hacer lo que quería hacer, que era denunciar lo que yo estaba viendo en los tribunales de inmigración de Estados Unidos y ofrecer una especie de radiografía del sistema migratorio estadounidense en lo que concierne sobre todo a los niños que llegan aquí no acompañados y buscando asilo. Una vez que escribí ese libro, pude volver a la novela y ya entenderla como un espacio más poroso, más multidimensional, en el cual reflexionar sobre lo que significa documentar, sobre las políticas detrás de contar historias sobre violencia política.

Entonces, la novela es una novela al final. La novela no es sobre la crisis migratoria sino que es una novela con la crisis migratoria. Es una novela que se pregunta cómo observar fenómenos como la migración, que creo va a ser el gran tema del siglo XXI: las diásporas y migraciones masivas que veremos por razones políticas y de calentamiento global.

AMY GOODMAN: Usted, como intérprete voluntaria para menores inmigrantes en los tribunales de Nueva York, tradujo y contó las historias de esos menores. Y una de esas historias, al menos, aparece en “Archivo de niños perdidos”. ¿Puede hablar sobre la experiencia que supuso para usted estar en los tribunales viendo a estos menores? Allí no solo está traduciendo un idioma o una cultura, sino que puede comprender lo que buscan los jueces. Y ahí están estos niños perdidos. Hable del caso de las hermanas guatemaltecas.

VALERIA LUISELLI: Uno de los casos que resultó para mí más difícil y frustrante involucraba a dos niñas guatemaltecas que habían viajado a Estados Unidos con el número de teléfono de su madre cosido en el interior de los cuellos de sus camisetas, de sus camisas. Habían llegado finalmente aquí, habían logrado cruzar México sin mayores problemas, corriendo los riesgos que se corren cuando dos niñas chiquitas cruzan acompañadas por un coyote ese país, nuestro país, mi país, que es un país que trata a los migrantes centroamericanos como ciudadanos “de octava”. Habían logrado cruzar, habían llegado hasta aquí. Llegaron con sus camisetas y los números puestos, por lo que el oficial de Inmigración pudo contactar a su madre y las niñas finalmente pudieron llegar hasta la casa de su madre, a los brazos de ella. Y entonces recibieron una orden de deportación.

Entonces, llegaron al tribunal ese día para contar su historia y para que los voluntarios posiblemente armaran un caso y buscaran un abogado que las defendiera de esa orden de deportación. Las entrevisté, y a medida que las entrevistaba me di cuenta que, naturalmente, por su edad no eran capaces de contar una historia que sumara a un caso. Entonces, llamé a una abogada y le pedí orientación. Ella también escuchó su historia y me dijo que, efectivamente, parecía que no había ahí un caso suficientemente fuerte.

Fue la primera vez que yo entendí la Justicia… fue la primera vez que yo entendí cómo el sistema de Justicia realmente no puede hacer justicia. Y que en casos como este, cuando se trata de niñas chicas, dado que no pueden contar la historia bien, es un sistema que básicamente, inmediatamente, las expulsa de cualquier posibilidad de justicia.

Nunca supe qué pasó con esas niñas. No supe más sobre ellas. No sé si en efecto recibieron una orden de deportación y fueron deportadas o no. Se convirtieron para mí en una especie de preocupación constante. Mi hija además me preguntaba constantemente: “¿Qué pasó con esas dos niñas, mamá? ¿Ya tienen una visa o no?”. Entonces, las niñas se convirtieron también en la ausencia más presente de Lost Children Archive (Archivo de niños perdidos, en español), la novela. Es decir, están ficcionalizadas completamente, y en el caso de la novela son dos niñas mexicanas, no guatemaltecas, pero son el corazón que late dolorosamente en la novela y que de alguna manera también impulsa la narración de al menos una de las de las tres voces narrativas de la novela.

AMY GOODMAN: Algo que queda claro, especialmente cuando habla sobre el viaje que realizó con su familia al sur de Estados Unidos, es que todo esto viene desde la época de Obama. Trump no aparece de la nada.

Recientemente, los miembros demócratas del Congreso desafiaron a la secretaría de Seguridad Nacional Kirstjen Nielsen, acusandola de encarcelar a niños en jaulas para perros, preguntándole cuántos menores fueron separaron de sus familias. Nielsen parece tener cifras para respaldar todos sus argumentos, pero cuando se le pregunta por las cifras de menores separados, ella dice que necesitaría “conseguir esos datos”.

Así que es asombroso como se relaciona lo que ocurre ahora con lo que usted ha estado documentando durante años, desde la época de Obama, ya que eso sentó las bases. Los menores ya estaban siendo separados de sus familias antes de que Trump llegara a la presidencia. ¿Puede hablar de las hieleras, las jaulas y de lo que usted ha visto?

VALERIA LUISELLI: Lo que vemos hoy en día en el Gobierno de Trump, la separación de familias, los espacios llamados coloquialmente “hieleras”, que es donde primero meten a las personas al llegar a la frontera, y los espacios llamados “perreras”; nada de eso es nuevo. La separación familiar incluso no es nueva. El Gobierno de Trump ha llevado prácticas que ocurrían en el Gobierno de Obama a un extremo inimaginable, pero el Gobierno de Obama definitivamente sentó esa pauta.

El Gobierno de Obama hizo otras cosas muy graves, como, por ejemplo, crear algo que se llama “priority docket”, que básicamente significa reunir los casos de los menores de edad que llegaban aquí buscando asilo u otras formas de protección legal en un solo grupo en los tribunales y pedirles que les diera prioridad a esos casos. Es una política no muy humana en absoluto porque el hecho de que fuesen prioridad los casos significaba básicamente que deportaban a los niños más rápidamente, a menos de que encontraran un abogado rápidamente. Mientras los niños tenían un año para conseguir un abogado antes de esa política del Gobierno de Obama, después, con este cambio, tenían solo 21 días. Entonces, el Gobierno de Obama tuvo políticas y generó políticas muy inhumanas en torno a esta diáspora en particular.

Y esas mismas políticas fueron cargadas hacia este nuevo Gobierno, que ha llevado las cosas a límites inimaginables. También ha espectacularizado la violencia, cínicamente, en la frontera. Y sobretodo, este Gobierno lo que ha hecho es asegurarse que haya cada vez más dinero que entra a través del presupuesto federal hacia el Departamento de Seguridad Nacional y de ahí al Servicio de Inmigraciones, y de ahí hacia contratos con básicamente una empresa privada que se llama CoreCivic, que es dueña del 65 % de los espacios de detención para migrantes.

En Estados Unidos, como sabemos, las cárceles son lucrativas. Las cárceles son un negocio, entonces, encarcelar a personas indocumentadas, que de por sí no tienen voz y tienen poca representación, es un negocio muy lucrativo. Incluso peor que eso: es más redituable encarcelar el cuerpo de un menor de edad que el cuerpo de un adulto. Entonces, si vemos las cifras, mientras que durante el Gobierno de Obama había alrededor de 2.000 niños en espacios de encarcelamiento a lo largo del país, ahora, en el Gobierno de Trump, hay casi 13.000 niños. Y esto va a continuar porque es redituable, a menos que haya un cambio profundo de mentalidad y un cuerpo de la ciudadanía que se oponga persistentemente a lo que está pasando.

AMY GOODMAN: Finalmente, usted es madre de una niña de 9 años, la misma edad que tienen muchos de los menores que están separados de sus familias. ¿Qué le pregunta su hija, Maya? ¿Y de qué forma influye ella en su literatura y, especialmente, en su última novela?

VALERIA LUISELLI: Creo que tener hijos o incluso simplemente tener contacto con niños te obliga a constantemente estar pensando cómo narrar los horrores del mundo de una manera que no sea edulcorante, pero que sí los proteja. Es decir, que proteja su derecho a la inocencia, pero que al mismo tiempo les dé instrumentos para enfrentar las injusticias con un sentido profundo de justicia y agencia. No con miedo, sino con una sensación de agencia. Esa la pregunta que me hago todos los días, porque todos los días hay alguna emergencia política y algún horror político frente a nosotros. Y mi hija me obliga a estar haciendo ese ejercicio porque además es muy preguntona y está muy involucrada, y se preocupa y piensa las cosas.

Mi sensación ahora es que como adultos tenemos la responsabilidad de generar narrativas para la generación que viene. Narrativas que puedan ser refutables, que puedan ser discutidas, pero generarlas. Creo que como escritora, en un mundo que a veces parece que se cae a pedazos y en el cual uno se pregunta si la literatura tiene o no un papel, pienso que la literatura sí tiene un papel o me digo que sí lo tiene. Y ese papel es precisamente ese: dejar un testimonio de nuestra época. Incluso si no escribimos directamente sobre nuestra época, pero dejar un testimonio que sea también el tejido comunitario que en un futuro sirva a otras generaciones para seguir una discusión que tiene que ser constante.

AMY GOODMAN: Quiero darle las gracias por todo lo que le ha aportado al mundo con su literatura. El último libro de Valeria Luiselli se titula “Lost Children Archive” (Archivo de niños perdidos, en español). Sus libros anteriores incluyen “Los niños perdidos: un ensayo en cuarenta preguntas”, “Los ingrávidos”, “Papeles falsos ” y “La historia de mis dientes”. Valeria acaba de ser incluida en la lista de candidatas al Premio de Ficción Femenina 2019. Es un honor que esté aquí en los estudios de Democracy Now! en el Día Internacional de la Mujer.

Para ver nuestra conversación, en inglés, sobre su trabajo y su vida visite DemocracyNow.org. Soy Amy Goodman, gracias por acompañarnos.


Producido por Clara Ibarra, Igor Moreno Unanua, Pamela Subizar, Democracy Now! en Español y Democracy Now!.

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