En este vídeo, el juez español Baltasar Garzón recuerda con detalle cómo él y el abogado español Joan Garcés lideraron el proceso que dio lugar a la histórica detención del general Augusto Pinochet en 1998 por cargos de tortura y genocidio. El juez Garzón llegó a acusar a Osama bin Laden, los funcionarios del gobierno de Bush y muchos otros por violaciones de los derechos humanos. Pinochet tomó el poder mediante un golpe militar apoyado por Estados Unidos el 11 de septiembre de 1973. Se estima que unos 3.000 chilenos fueron asesinados en los 17 años que duró su dictadura. El juez Garzón contó su historia durante una mesa redonda el 9 de septiembre de 2013, en presencia de Garcés, quien fue asesor personal de Allende en el momento del golpe. El evento fue organizado por la Charles Horman Truth Foundation (Fundación Charles Horman para la Verdad).
Transcripción
BALTASAR GARZÓN: Creo que en esta historia reciente hay que empezar a reconocer cuáles o quiénes fueron los verdaderos artífices.Y para mí, sin ningún tipo de duda, el gran artífice del caso Pinochet no fue ni el juez Garzón, ni otros jueces, inicialmente, sino que fue Juan Garcés. Él estuvo con Salvador Allende el último día, el 11 de septiembre de 1973. Y él salió del Palacio de La Moneda con un encargo, y yo creo que lo va a cumplir. Durante muchos años, todos estos años, 40 años, no sólo dedicó su vida a la ley y al derecho —yo sé que esto no le gusta a él, pero este es el problema del directo. Creo que tomando una iniciativa importante, junto con otros que convergieron en un momento histórico, en un país concreto, no demasiado importante como es España, pero aún así tuvo en ese momento la oportunidad de aplicar el principio de jurisdicción universal. En primer lugar, o de forma más fuerte, ocurrió en el caso argentino. El caso Argentina y el caso Chile fueron muy paralelos. Argentina fue apenas un poco por delante, y de alguna forma marcando el paso. Las primeras decisiones en la aceptación de la competencia fueron en el caso Argentina.
Y de hecho, la detención de Pinochet se produce dentro del procedimiento de Argentina, llamado Operativo Cóndor. Eso explica el hecho de que hubiera dos jueces que estaban investigando. En mi caso, estaba investigando los asesinatos, muertes, desapariciones y torturas durante la represión en Argentina, después de la denuncia que planteó la Unión Progresista de Fiscales, en España, quienes también iniciaron el caso Pinochet junto con Juan. Y en esa dinámica llegamos hasta el mes de octubre de 1998.
Tengo que advertir que hasta ese momento el Tribunal de la Audiencia Nacional en España, que es el tribunal del que nosotros dependíamos, no se había pronunciado a favor de la competencia de la jurisdicción española. Es más, el fiscal estaba en contra, proactivamente en contra, decididamente en contra, combativamente en contra de esto. Casi llegamos a las manos. Y tengo que decir que en esos dos procedimientos, a partir de octubre de 1998, he resuelto más impugnaciones del fiscal que en 32 años de profesión.
Por hacerlo breve, una semana antes del día 16 [de octubre], Juan Garcés vino a verme. Él no estaba defendiendo el caso de Argentina, en ese momento, y él me preguntó, me informó de que Pinochet estaban en Londres. Yo le dije “Ok, bien. ¿Y qué quiere?”. “Bueno, pues, que sepa usted que está en Londres. ¿Y qué podemos hacer?”, respondió. Si no recuerdo mal, le dije que era el juzgado número 6, yo era el número cinco, el que tenía que tomar la decisión. Entonces, Juan me dijo: “Es verdad, pero podemos ver cómo podemos avanzar”. Él no va a contar nunca lo que yo le dije, pero yo si lo puedo contar. Le dije: “Le puede decir a mi compañero, que yo voy a pedir también la declaración de Pinochet. Seguro que cuando se lo diga él se va a animar, también”. Algo así debió de ocurrir porque mi colega tomó la iniciativa para cursar una petición, una comisión rogatoria se llama, con el fin de tomar declaración a Pinochet en Londres. El acuerdo al que llegamos Juan y yo, es que las acciones que yo iniciara no se iban a conocer, de modo que toda la presión mediática estuvo en el Juzgado 6. Sobre mí hubo una noticia al principio, pero ahí quedó la historia. Entonces, mi colega estaba muy apesadumbrado porque los periodistas le preguntaban todos los días “¿ha librado usted la comisión rogatoria?; ¿cuándo va a ir a Londres; ¿ya está allí?”. Él dijo “sí, voy a ir, sí, voy a librar la comisión, ya la he librado”. Tengo que decir que nunca se libró esa comisión rogatoria. Físicamente, nunca salió, porque los acontecimientos impidieron que eso fuera así.
Mientras tanto, yo lo que hice fue preguntar a las autoridades británicas si el señor Pinochet estaba en Londres. Era evidente que estaba, pero teníamos que cumplir con el trámite. La respuesta que me dio la policía británica, fue más o menos, “y a usted qué le importa”. O creo que casi algo así. Me quedé un poco sorprendido, pero recibí una llamada telefónica de la Embajada Británica en España.
Aquí amerita, no sé cómo voy de tiempo, pero amerita una historia dentro de la historia. Un año antes, yo había tenido una gran polémica con el ministro consejero de la embajada británica. A costa de que yo había criticado duramente que Gibraltar no cooperara con España en la lucha contra el blanqueo de dinero. Y él me había contestado diciendo “es injusto, usted solicítelo a Gran Bretaña y hacemos lo posible para que esa cooperación se produzca”. Y me dijo “si tiene usted alguna duda, podemos hablar”. Durante ese tiempo, se generó una buena relación.
Cuando me llama esa tarde, me dice “a usted le han contestado en forma inadecuada desde Londres. Eso no volverá a ocurrir, porque quebranta la buena relación que Gran Bretaña tiene con su juzgado. Puede usted volver a pedir [la información]”. No puedo contar todo el resto en dos minutos. Entonces, efectivamente recibo otra petición. Contesto esa petición. Ya me dicen que sí está Pinochet en Londres y me preguntan qué quiero con él, de qué le acuso. Y de nuevo, tengo que acudir a Juan, ya que a todo esto el procedimiento principal estaba en el otro juzgado. Yo tenía una pieza abierta que era la investigación de la Operación Cóndor. Entonces, le dije a Juan que allí podíamos continuar. Y efectivamente así lo hice. Y fueron cruzándose en esos días peticiones e informaciones por mi parte.
El día 16 de octubre de 1998, ya decía que Pinochet se quería ir o que se iba a ir. Yo había pedido la posibilidad de mandar una comisión rogatoria con las preguntas para tomar esa declaración. Le había pedido a los abogados, a Juan, que preparara esas preguntas, y así nos despedimos, sino recuerdo mal, esa mañana. Sería la una de la tarde aproximadamente, en un viernes. A la una de la tarde ya todo el mundo se va. Y sobre las dos de la tarde, recibo una comunicación de la policía británica diciéndome: “El señor Pinochet se va mañana. No le vamos a poder cumplir esa declaración. Tome usted la decisión que corresponda porque él se va”. Ya prácticamente no había nadie en el juzgado, había una sola persona. Y tomé la decisión, primero de sujetar al funcionario, porque se me iba, y cuando le di la minuta escrita a mano, volvió a mi despacho y me dijo: “¿usted está seguro de esto?” Y yo le dije, “usted escriba y calle”. Entonces, así fue que emití la orden de Pinochet. Después, le pedí a la policía española que guardara silencio, porque existe esa opción para el juez. Se cursó la petición, el ministro consejero me fue informando de cómo iba la situación. Me fui a mi tierra, a Andalucía, y tengo que decir que era la fiesta popular de Jaén.
Durante todo el camino, me iba llegando la información de Londres. Tengo que reconocer que en ese momento no tenía yo conciencia de que se podía dar, emitir y cumplir esa orden. Fui a ver una corrida de toros, con el torero preferido mío, Curro Romero. Fue un desastre. Y cuando estaba en el hotel, bueno un poco antes, cuando estaba en la plaza de toros, recibí una llamada del Ministro Consejero. Me dijo “la policía está yendo a la casa del juez con la orden de detención”. Yo le dije, “¿cómo que van con la orden de detención?” Y el me dice, “sí, usted la libró”. Y yo dije, “sí, claro”. En ese momento serían las ocho de la tarde cuando empecé a darme cuenta que la cosa iba adelante. Y sobre las diez menos algo de la noche. Me llamó y me dijo: “Pinochet está detenido”.
Recuerdo que estaba en la habitación del hotel. Me quedé hablando con el teléfono celular, y mi mujer me dice: “¿qué te pasa?” Yo le digo, “luego te lo cuento”. Y realmente, fue así.
Termino con una anécdota. Tiempo después yo estaba junto con Luis Moreno Ocampo y con el cónsul de Chile en la Universidad de Harvard, y cuando llegó el momento de hablar del caso Pinochet, yo estaba tramitándolo todavía. Entonces, Luis Moreno Ocampo dijo: “el juez Garzón no puede hablar de este tema. Yo lo voy a explicar”. Y yo le dije, “gracias”. Estábamos en el Aula Magna con todos los alumnos allá y comienza a contar cómo fue la detención. Dice que el juez Garzón con su equipo de 15 personas emitió, yo lo iba mirando así, él me hacía así [palmadas en la rodilla]. Cuando terminamos toda la gente empezó a aplaudir, y le digo a Luis: “¿por qué dijiste eso?”. El me dijo: “si yo cuento aquí que tú con un funcionario hiciste esto, no se lo cree nadie”.
Luego, la verdad, es que al día siguiente llamé a Juan Garcés y le dije: “Juan, Pinochet ya sabe que está detenido”. Tenemos que reafirmar, completar la orden de detención porque como el asunto yo no lo tenía en su completa historia, sólo pusimos un caso y dijimos 104 más, la Operación Colombo. Entonces, teníamos que completarlo y gracias a Juan conseguimos, en 24 horas, con dieciocho traductores, sin dormir, en el juzgado comiendo sandwiches allí, completar la orden. Salió esa orden, y gracias a esa orden, Pinochet quedó detenido. Porque la primera, el juez inglés se equivocó. Y puso que el caso era por asesinato en vez de desaparición. La High Court anuló esa orden y continúo por la segunda.
Transcripción: Pamela Subizar y Democracy Now! en Español.
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