Película “La mirada del silencio”: ¿admitirá EE.UU. su participación en el genocidio indonesio de 1965?

Reportaje03 de agosto de 2015

El 1 de octubre se conmemora el 50 aniversario del inicio del genocidio de 1965 en Indonesia, que causó más de un millón de muertes. Organizaciones de derechos humanos están emitiendo solicitadas demandando al gobierno estadounidense que admita su participación en el genocidio y dé a conocer los documentos de la CIA, el ejército y otros organismos gubernamentales vinculados con el tema. En el período en que se produjeron los asesinatos masivos, Estados Unidos proporcionaba al ejército indonesio apoyo financiero, militar y de inteligencia. Hoy seguimos el camino de un hombre indonesio que llega a confrontar a los asesinos de su hermano. En 1965, el hermano mayor de Adi Rukun fue asesinado por el Komando Aksi, una organización paramilitar de Aceh. La búsqueda que emprende Adi Rukun para conocer lo sucedido es el eje del nuevo documental de Joshua Oppenheimer, titulado: “The Look of Silence” (La mirada del silencio). En 2012, Oppenheimer había estrenado una película complementaria de esta, llamada “The Act of Killing” (El acto de matar), en la que entrevista a líderes de escuadrones de la muerte indonesios y recrea con ellos los asesinatos que habían realizado en la vida real. Aquella película recibió una nominación al premio Oscar.

Transcripción
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AMY GOODMAN: Hoy dedicamos la hora del programa al galardonado cineasta Joshua Oppenheimer. En 2012, sorprendió al público con su primer largometraje, “The Act of Killing” (El acto de matar), que desenmascara a los responsables del genocidio que tuvo lugar en Indonesia a mediados de la década de 1960, cuando el ejército y organizaciones paramilitares derrocaron al gobierno y masacraron a un millón de personas. Ese ejército contaba con el respaldo de Estados Unidos y su jefe era el general Suharto, quien después del golpe gobernó Indonesia durante décadas. Durante más de ocho años, Joshua Oppenheimer estuvo entrevistando a líderes de escuadrones de la muerte en Indonesia recreando con ellos los asesinatos que realizaron durante la dictadura. Esa película recibió una nominación para el premio Oscar a Mejor Documental. En su nueva película, “The Look of Silence” (La mirada del silencio), Oppenheimer vuelve a recorrer los escenarios de estos crímenes, esta vez centrándose en las víctimas del genocidio. La película sigue a una familia que busca enfrentar a los asesinos, muchos de los cuales todavía están en el poder, puesto que en Indonesia no ha existido oficialmente ningún tipo de reparación histórica. Este es el trailer de “La mirada del silencio”:

HOMBRE NO IDENTIFICADO: No, no creo que sea un gran problema.

ADI RUKUN: Pero un millón de personas fueron asesinadas.

HOMBRE NO IDENTIFICADO: Así es la política.

ADI RUKUN: Mamá, ¿cómo te sientes viviendo rodeada de los asesinos de tu hijo? En nuestro pueblo, el alcalde, los maestros, todos eran asesinos. ¿Sus vecinos le tienen miedo?

INONG SUNGAI ULAR: Sí, me tienen miedo. Saben que están indefensos frente a mí.

ADI RUKUN: Mi historia es que mi hermano fue asesinado, también.

AMIR SIAHAAN: Adi, ¿dónde vivía tu hermano?

ADI RUKUN: Lo siento, no se lo voy a decir.

AMIR SIAHAAN: Dímelo pues. Está bien.

HOMBRE NO IDENTIFICADO: Si sigues revolviendo el pasado, seguro volverá a suceder.

ADI RUKUN: Si hubiera venido a verlo así durante la dictadura militar, ¿qué me hubiera hecho?

AMIR SIAHAN: No te puedes imaginar lo que te hubiera pasado.

AMY GOODMAN: Veíamos el avance del documental “La mirada del silencio”. El director —nominado al premio Oscar— Joshua Oppenheimer estuvo en Nueva York para el estreno de la película. El día que se estrenó La mirada del silencio vino en el estudio de Democracy Now! para una entrevista. Comencé preguntándole acerca del título de la película.

JOSHUA OPPENHEIMER: Para mí, La Mirada del Silencio es realmente el nombre de un proyecto, que era poder mostrar la forma de esta cosa invisible, el silencio, un silencio nacido del miedo. ¿Cómo es para estos seres humanos tener que vivir con miedo por 50 años? Poner imágenes a ese silencio y a ese miedo es lo que de alguna manera definió el proyecto de la película. Y de hecho, tuve este título mucho antes de tener el título de “El acto de matar”. Y luego, claro, hay otra capa de significado, porque la película sigue a un sobreviviente de la represión, Adi Rukun, que es el personaje central de la película, que va a visitar a los hombres que mataron a su hermano, que están todavía en el poder, e intenta lograr que asuman la responsabilidad de lo que hicieron, mientras examina sus ojos. Y así surge… porque él es optometrista. Y así surge esta especie de metáfora de la ceguera, que para mí también está expresada en el título. Estos hombres se mantienen tercamente ciegos ante el significado de lo que hicieron y él está tratando de ayudarles a ver.

AMY GOODMAN: Entonces, volvamos un poco para atrás y cuéntanos el contexto político de esta historia. Háblanos sobre Indonesia.

JOSHUA OPPENHEIMER: Bueno, en 1965 hubo un golpe de Estado militar, patrocinado y apoyado por Occidente —Estados Unidos, el Reino Unido, Australia, Japón— siendo Estados Unidos un actor clave. Y derrocaron al primer presidente de Indonesia, un hombre carismático, populista, un populista de izquierda, llamado Sukarno, que fue el fundador del Movimiento de Países No Alineados, el movimiento que, durante la Guerra Fría, buscó trazar una especie de tercera vía, un camino independiente, no alineado con la Unión Soviética ni con Occidente. Este presidente, Sukarno, fue quién liberó Indonesia del colonialismo holandés. Es el padre fundador de Indonesia. Fue derrocado con un golpe militar luego del cual, en un período de unos seis meses, murieron asesinadas entre medio millón y tres millones de personas. Cualquiera que se opusiera —o que pudiera llegar a oponerse— a la nueva dictadura militar —dirigentes sindicales, intelectuales, profesores, la etnia china, miembros de las cooperativas agrícolas, dirigentes del movimiento de mujeres de Indonesia— toda esa gente fue detenida, recluida en campos de concentración y luego, en su gran mayoría, exterminada.

AMY GOODMAN: Y háblanos de tu primera película, lo que abordas allí y lo estás abordando en esta nueva película.

JOSHUA OPPENHEIMER: Bueno, el año 2003 comencé a trabajar sobre el genocidio de 1965 y principalmente sobre su legado, que es el actual régimen de miedo, vandalismo y corrupción. Y de hecho, ese trabajo comenzó en colaboración con Adi Rukun y su familia, que es la familia en la que se centra La mirada del silencio. Ellos juntaban a los sobrevivientes del genocidio para que me contaran sus historias. Algunas de esas personas nunca antes habían hablado acerca de lo que habían vivido. Y cuando venían a contarme sus historias, llegaban ya llorando, por la sola idea de hablar de sus experiencias. Y así, en este estado tan vulnerable, compartían conmigo lo que habían vivido. Pero después de tres semanas en eso, fue el ejército y amenazó a todos los supervivientes para que no participasen en la película. Y la reacción de Adi fue llamarme a una reunión a medianoche en la casa de sus padres y decirme: “Por favor, no te des por vencido. Trata de filmar a los represores”. Así que fui, me empecé a acercar a los represores, al principio con miedo, pero me di cuenta de que eran receptivos, no solo eran receptivos sino que inmediatamente comenzaban a alardear con los peores detalles de lo que habían hecho. Cuando le mostré esto a Adi, él dijo: “Sigue filmando a los responsables del genocidio”. Y lo mismo dijo luego el resto de la comunidad de derechos humanos de Indonesia. Dijeron: “Filma a los genocidas y muestra el terrible sentimiento de que el genocidio en realidad no ha terminado, ya que sus ejecutores siguen en el poder y las vidas de millones de personas siguen destruidas por el miedo y el silencio”. Así que pasé siete años trabajando con los represores. Y lo que empezó con ellos llevándome a los lugares donde cometieron sus crímenes y dramatizando espontáneamente las matanzas, desembocó gradualmente en algo mucho más surrealista, un proyecto mucho más amplio incluso: para tratar de entender por qué alardeaban, por qué hablaban tan abiertamente de eso, para quienes alardeaban, cómo quieren ser vistos, cómo se ven realmente a sí mismos, les di la oportunidad, o más bien les pedí que dramatizaran lo que habían hecho, del modo que quisieran, básicamente con el fin de mostrar las mentiras, las fantasías, las historias que los represores se cuentan a sí mismos para poder seguir viviendo con lo que han hecho, y las terribles consecuencias que tienen estas mentiras en toda la sociedad.

AMY GOODMAN: Estamos hablando con Joshua Oppenheimer sobre su nueva película “La Mirada del Silencio”. Regresamos en un minuto.

[Pausa]

AMY GOODMAN: Esto es Democracy Now! democracynow.org, el informativo de guerra y paz. Soy Amy Goodman. Continuamos nuestra conversación con el galardonado cineasta Joshua Oppenheimer, cuya nueva película La mirada del silencio, aborda el genocidio indonesio de la década del 60, respaldado por Estados Unidos, que provocó la muerte de más de un millón de indonesios. Le pregunté a Oppenheimer sobre su primer largometraje, “El acto de matar”, que fue nominado a un premio Oscar como Mejor Documental.

JOSHUA OPPENHEIMER: El acto de matar, mi primera película, se centra en el líder de un escuadrón de la muerte —alguien que mató tal vez a miles de personas— que se pone a dramatizar sus recuerdos, sus experiencias en el genocidio, como una forma de seguir aferrándose desesperadamente a las mentiras que este régimen viene diciendo e imponiendo a toda la sociedad. Y a medida que él se mete en ese proceso, de a poco empieza a ver, a través de sus propias dramatizaciones, estas mentiras. Y tiene un enfrentamiento desgarrador con su propia conciencia. Y así como se van derrumbando todas las mentiras que Anwar se ha dicho a sí mismo, la mentira oficial de de Indonesia, de que esto había sido un acto heroico, también se derrumba.

AMY GOODMAN: Vamos a un trailer de “El acto de matar”.

HERMAN KOTO: ¡Corten! ¡Corten! ¡Corten! Actuaste muy bien, pero ya puedes dejar de llorar.

ADI ZULKADRY: Los “crímenes de guerra” los definen los ganadores. Yo soy del bando ganador. Suryono: ¡Ten piedad de mi!

ANWAR CONGO: Honestamente, no pensaba que se vería así de cruel. No puedo hacerlo otra vez. HOMBRE NO IDENTIFICADO: ¡Maten!

ANWAR CONGO: Le hice esto a tanta gente. ¿He pecado?

AMY GOODMAN: Esta es la película El acto de matar, nominada al Oscar. Y bueno, Joshua, o sea, hay un peligro en hacer lo que has hecho; los represores hablaron contigo, las víctimas hablaron contigo. Cuéntanos cómo fue la cronología. Hiciste “El acto de matar”. Estos asesinos participaron en la película, mostrándose orgullosos de lo que habían hecho. ¿Y qué hiciste con todo eso?

JOSHUA OPPENHEIMER: Después de eso, de alguna manera volví a la película que me había propuesto hacer al principio, al menos temáticamente, una película que explora lo que hace… lo que es para los sobrevivientes el miedo de vivir en medio de estos asesinos, todavía poderosos. Y cuando volví, no me imaginaba que terminaría filmando cómo un sobreviviente confronta a los hombres que mataron a su hermano. Cuando Adi propuso eso, me dijo: “Joshua, pasé siete años viendo el material que filmaste con los represores y eso ha generado un cambio en mí. Necesito ir a buscar a los hombres que mataron a mi hermano”. Mi primera reacción, por reflejo, inmediatamente, fue decir: “De ninguna manera. Es demasiado peligroso. Nunca se ha hecho una película en la que sobrevivientes vayan a confrontar a represores que aún están en el poder. Eso nunca se ha hecho. No podemos hacerlo”. Y Adi me explicó que esperaba poder ir a ver… su esperanza era que si podía visitar a los represores y lograr que asumieran la responsabilidad por lo que hicieron, entonces, de alguna manera, él podría llegar a reconciliarse con sus vecinos; que ellos, los hombres que mataron a su hermano, los hombres que llevaban medio siglo aterrorizando a su familia, quizás pudieran recibir su visita como una oportunidad de hacer las paces con sus vecinos y encontrar, obtener el perdón de la familia de una de sus víctimas. Yo tenía mis dudas de que eso fuese a suceder pero me di cuenta de que si podíamos mostrar por qué fracasamos en el intento, si podíamos mostrar lo que yo pensaba que sucedería, que era que los represores se pondrían a la defensiva, se mostrarían enojados y temerosos y nos amenazarían; y si lográbamos hacerlo de manera segura, entonces podríamos mostrar lo desgarrada que está esta sociedad, cuán urgente es la lucha por la verdad, la reconciliación y la justicia.

Y nos dimos cuenta de que, como yo había hecho El acto de matar pero aún no se había proyectado, porque estaba… entonces se creía que yo estaba cerca de algunos de los hombres más poderosos del país, y de algunos de los represores más poderosos del país: el vicepresidente del país aparece en El acto de matar; los líderes paramilitares, líderes nacionales de la estructura paramilitar responsable de las matanzas junto con el ejército; ministros del gabinete. Se creía que yo… la gente pensaba, porque aún no habían visto El acto de matar pero sabían que yo había filmado la película con estos tipos, la gente pensaba que eran mis amigos. Así que nos dimos cuenta de que, a raíz de eso, era poco probable que los hombres a quienes Adi quería confrontar, que son poderosos a nivel regional pero no a nivel nacional, fueran a detenernos, de hecho, y mucho menos que nos atacaran físicamente, y que esto nos permitiría hacer esta movida inédita de ir a confrontar genocidas que todavía detentan el poder.

AMY GOODMAN: O sea que tú hiciste esta película después de filmar El acto de matar, pero antes de que se proyectara en el país.

JOSHUA OPPENHEIMER: Exacto. Hubo un lapso cuando terminamos de de editar El acto de matar en el que tuvimos la oportunidad de hacerlo. Sabíamos que no íbamos a poder volver al país después… ya no iba a ser seguro volver una vez que la película se estrenara, así que teníamos que rodar la segunda película en ese intervalo.

AMY GOODMAN: Cuéntanos quién es Adi y quién es su hermano Romli.

JOSUÉ OPPENHEIMER: Pues Romli era dirigente de… el delegado de su comunidad en una cooperativa agrícola. Y nomás por eso se lo consideraba un potencial opositor a la dictadura y fue asesinado.

AMY GOODMAN: ¿Dónde vivía?

JOSUÉ OPPENHEIMER: En un pequeño pueblo al norte de Sumatra, en medio de una amplia región de plantaciones de palma de aceite y caucho. Y lo excepcional en su asesinato no fue tanto su… lo extraordinario en su caso, en su historia, no es tanto lo que él hacía, sino que fue uno de los pocos asesinatos que tuvieron testigos. En esa región, decenas de miles de personas habían sido asesinadas en el río y sus cuerpos abandonados para que la corriente los arrastrase hasta el mar, sin que sus familias supieran nunca qué les había pasado. Igual que los familiares de los desaparecidos en América Latina, no tuvieron la posibilidad de llorar a sus muertos, de hacer el duelo. Ni siquiera podían afirmar que sus seres queridos estaban muertos. La única afirmación que podían hacer era que todavía no habían vuelto a casa, “Belum pulang” en indonesio, o sea que estaban… vivían atrapados en una disonancia cognitiva, sabiendo que sus seres queridos, que la persona que buscaban debía estar muerta, pero sin poder decirlo. De modo que canalizaban una pequeña parte de su pena contando la historia de Romli. Así que a través del tiempo, desde 1965 hasta 2003, cuando llegué por primera vez y comencé a trabajar en esto, durante esas décadas Romli se convirtió en una especie de emblema del genocidio en su conjunto.

Y cuando empecé este trabajo, me presentaron a su familia. La madre y el padre de Romli inmediatamente quisieron que conociera a Adi. Me dijeron: “Él es el reemplazo de Romli”. Estábamos… la mamá de Romli dijo: “me estaba volviendo loca cuando asesinaron a Romli. Pero tener a Adi hizo que pudiera seguir viviendo”. Y dijo: “Habla como Romli, se parece a Romli, actúa como Romli. Lo tienes que conocer”. Así que fue al pueblo y ahí conocí a este joven, que había nacido después de las matanzas y tenía tanto miedo como el resto de su familia porque no había experimentado los asesinatos de manera directa. Y estaba desesperado por entender lo que había pasado. Sólo veía la propaganda del gobierno justificando lo sucedido y sabía la historia del asesinato de Romli, que había escuchado contar a su madre una y otra vez. Ella no podía dejar de contar la historia. Era como un eco, decía Adi, que nunca se desvanece. Y él quería entender lo que le pasaba a su madre, a su padre, a su pueblo, así que se aferró a mi y a la posibilidad de hacer películas como una forma de responder estas preguntas.

AMY GOODMAN: Preséntanos este primer fragmento que veremos de la madre de Adi.

JOSHUA OPPENHEIMER: Bueno, en esta primera escena vemos a Adi preguntando a su madre, mientras ella corta frutos de tamarindo en su jardín, cómo es vivir rodeada de los hombres que mataron a su hijo Romli, y vivir en un espacio de silencio y miedo, acechada por los fantasmas de muertos que no han sido enterrados.

AMY GOODMAN: La mirada del Silencio.

ROHANI: Ellos robaron a sus víctimas. Ahora son ricos. Mataron a los maridos y tomaron a las esposas.

ADI RUKUN: ¿Cómo te sientes viviendo rodeada de los asesinos de tu hijo? Los ves todos los días… ROHANI: Es horrible. Cuando nos encontramos en el pueblo, no nos hablamos. Los odio.

AMY GOODMAN: Veíamos un fragmento de La Mirada del Silencio, película dirigida por Joshua Oppenheimer. Así que veíamos a la madre de Adi respondiendo las preguntas de su hijo Adi. ¿Qué fue lo que pasó con Romli, su hijo mayor?

JOSHUA OPPENHEIMER: Bueno, a Romli lo sacaron de la prisión, la prisión en la que detenían a la gente antes de mandarla a matar, donde él estaba custodiado, de hecho, nos enteramos durante la película, que era custodiado por su propio tío, el hermano de su madre, algo que la familia no sabía.

AMY GOODMAN: Hasta que hiciste la película.

JOSHUA OPPENHEIMER: Hasta que un día estábamos… un día Adi decidió visitar a su tío y examinar sus ojos, por un favor que le había prometido, y comenzó a preguntarle sobre… ya que yo estaba ahí, empezó a preguntarle a su tío qué recordaba de aquel tiempo. Y su tío simplemente nos lo contó.

Así que Romli fue sacado de la prisión junto con otra gente en un camión, que los iba a llevar al Río de la Serpiente, en Sumatra del Norte, donde serían asesinados; es un lugar donde mataron a 10.500 personas. Y en el camino, el camión pasó por el desvío para la casa de su familia y él entró en pánico, porque se dio cuenta de lo que estaba pasando y tal vez también porque estaban pasando el camino a su casa. Y hubo un alboroto en el camión. Y gracias a eso, dos personas escaparon y sobrevivieron. Todos los demás, excepto Romli, fueron asesinados allí mismo. Romli resultó herido y logró arrastrarse casi una milla hasta la casa, a través de los campos de arroz, hasta la casa de sus padres, donde su madre lo acogió y trató desesperadamente de mantenerlo con vida.

Dos horas más tarde, llegó a buscarlo el escuadrón de la muerte con el ejército, amenazando con matar a toda la familia si Rohani, la madre de Romli, no lo entregaba. Y como para hacerlo más fácil para ella, pero de una forma terrible que finalmente lo hizo en realidad aún más difícil, el líder del escuadrón de la muerte dijo: “Lo llevaremos al hospital”. Y ella sabía que era mentira, pero para poder hacer lo que tenía que hacer en ese momento, que era entregar a su hijo, ella tuvo que creer de alguna manera que eso era verdad, en ese momento, convirtiéndose, terriblemente, en una especie —en su propia mente— de cómplice, en ese momento. Y por eso, creo yo, esa historia nunca se desvaneció. Es simplemente… ella lo repite como un mantra, o no como un mantra, sino como algo, una cosa horrible que ella no puede… que ella necesita que sea escuchada todo el tiempo y que no puede soltar.

AMY GOODMAN: ¿Y qué hicieron con él?

JOSHUA OPPENHEIMER: Se lo llevaron de la casa. Lo llevaron a un río cercano, porque estaba amaneciendo y el sitio oficial donde se hacían las ejecuciones ya estaba cerrado. Así que se lo llevaron a un arroyo cercano. Lo acuchillaron y lo dieron por muerto. No estaba muerto. Empezó a pedir ayuda. Se juntó una multitud. Así que el escuadrón regresó. Lo sacaron del río, lo llevaron a la plantación de palma y ahí lo mataron. Y los compañeros de trabajo de su padre —su padre trabajaba en la plantación— vieron el cuerpo al día siguiente y le dijeron a la familia dónde estaba el cuerpo. Así que ahora hay una tumba allí, una pequeña tumba.

AMY GOODMAN: Su padre también es una figura clave en la película, aunque realmente no habla.

JOSHUA OPPENHEIMER: Sí, él se vuelve… de hecho, fue en parte por él que Adi me convenció de la importancia de filmar esto, de confrontar a los asesinos. Cuando yo le dije: “No, no es posible”, Adi me mostró… …”porque es demasiado peligroso”, Adi me mostró una escena que él mismo había filmado, con una pequeña cámara que yo le había dado un par de años antes, para usar como una especie de cuaderno de apuntes, para buscar imágenes que pudieran inspirar la realización de esta película. Y me mostró una escena en la que su padre está perdido en su propia casa. Es la única escena en la película que filmó Adi. Su padre se está arrastrando por propia casa, perdido, pidiendo ayuda. Y Adi me dijo que… pensando que estaba en una casa extraña y podía ser golpeado. Y Adi me dijo que su padre, básicamente, que su padre había olvidado al hijo cuyo asesinato había destruido su vida y la vida de su familia, pero no había olvidado el miedo. Está atrapado en una especie de cárcel de miedo, en la que no puede —y nunca podrá— sanar, porque no puede recordar lo que pasó. Nunca será capaz de procesarlo, nunca podrá superarlo. Así que es como si estuviera encerrado en una habitación de la que no puede siquiera encontrar la puerta, ni hablar de la llave. Y Adi me dijo: “Mira, si yo lograra encontrarme con los asesinos y ellos pudieran aceptar que lo que hicieron está mal, y si yo pudiera perdonarlos, entonces mis hijos no tendrán que crecer con miedo de sus vecinos”.

Y entonces comprendí dos cosas. Comprendí que los asesinos no se disculparían. Para hacer “El acto de matar” trabajé durante cinco años con Anwar Congo, el personaje principal, y al final de ese proceso, él tiene arcadas causadas por su propia culpa, pero aún así, en la versión sin cortes de la película, la llamada versión del director, la que sale en Estados Unidos, en Netflix, como la versión del director, que es en realidad la versión que salió en Indonesia y en todo el mundo fuera de Estados Unidos, se ve que aun mientras está teniendo arcadas, sigue diciendo, sigue diciendo: “Mi conciencia me decía que había que asesinar a esa gente”. Sigue mintiéndose a sí mismo. Y yo sentía que si Anwar, después de cinco años, incluso mientras le daban arcadas, no pudo admitir que lo que hizo estuvo mal, era bastante difícil esperar que estos hombres llegaran a hacerlo en una conversación de una hora y media con Adi; estos hombres a quienes Adi quiere ir a buscar. Así que me di cuenta de que no íbamos a lograr que se disculparan. Pero pensé que si podía mostrar las reacciones, la complejidad de las reacciones humanas, inevitables cuando uno entra en la casa de alguien y le dice: “Tú mataste a mi hermano. ¿Puedes asumir la responsabilidad?” Si podía mostrar la vergüenza, la culpa, el miedo a la propia culpa y también la actitud defensiva, la ira, las amenazas; sentí que si podía demostrar eso, entonces, básicamente, iba a poder mostrar el invisible abismo que divide a los indonesios entre sí. Y también me di cuenta, a partir de este video que me había mostrado Adi de su padre, que esta tenía que ser mucho más que una película sobre la impunidad y la vida de los sobrevivientes al lado de asesinos que todavía están en el poder. También tenía que ser una especie de poema sobre la memoria y el olvido, sobre… tal vez un poema en conmemoración de todo lo que fue destruido, no sólo los muertos, que ya no van a despertar, sino también las vidas que han sido destruidas por 50 años de miedo y silencio, que ya nunca podrán sanar.

AMY GOODMAN: Veamos el segundo fragmento que tenemos de La mirada del silencio. Adi va a ver al hombre que mató a su hermano Romli.

JOSHUA OPPENHEIMER: Sí, aquí vemos a Adi confrontando al comandante de los escuadrones de la muerte que operaban en el río Serpiente, un hombre que a mí me había dicho que se merecía un crucero a Estados Unidos, porque Estados Unidos fue quien le enseñó a odiar y matar a los comunistas. Entonces Adi va y lo visita, y le pide que asuma la responsabilidad por lo que hizo. Vamos a ver una parte de eso.

ADI RUKUN: Usted era el líder del Komando Aksi en esta región, de modo que es el responsable de los asesinatos masivos que se produjeron aquí. ¿La gente de por aquí lo sabe?

AMIR SIAHAAN: Sí, lo saben.

ADI RUKUN: La cuestión es que yo… mi hermano mayor fue asesinado, porque usted ordenó esos asesinatos.

AMIR SIAHAAN: Bueno, en realidad no fui yo.

ADI RUKUN: Usted es responsable, porque era el líder del Komando Aksi.

AMIR SIAHAAN: Había muchos grupos del Komando Aksi.

ADI RUKUN: Pero usted era el jefe máximo.

AMIR SIAHAAN: El Komando Aksi era gente del pueblo que trabajaba con el ejército. Y teníamos comandantes por encima de nosotros. Y teníamos la protección del gobierno. Así que no puedes decir que yo soy responsable.

ADI RUKUN: De todos los asesinos con quienes hablo, ninguno de ellos se siente responsable.

AMY GOODMAN: Un fragmento de La mirada del silencio. Explícanos exactamente quién es ese hombre.

JOSHUA OPPENHEIMER: Ese hombre es el jefe de, era el jefe de un escuadrón de la muerte compuesto por población civil, que actuaba en el área del Río Serpiente. Es un… fue un grupo reclutado por el ejército. Es el mismo grupo paramilitar en el que se centra mi primera película, El acto de matar. Su nombre es Amir Siahaan. Y él era quien firmaba cada noche las listas de personas que debían ser asesinadas. Y entre él y sus subordinados, asesinaron 10.500 personas en esa zona. Él personalmente, firmó, dice, unas 600 sentencias de muerte, pero eso es sólo porque no era su trabajo hacer eso. Mucha más gente fue asesinada allí. Después de que Adi le dice —y vimos un atisbo de esto en el trailer, al comienzo, hace un rato— cuando Adi le dice: “Creo que usted no está asumiendo la responsabilidad” él se enoja mucho y empieza a preguntar: “Bueno, ¿dónde vives?” Y Adi no se lo dice. Y Adi luego dice: “Bueno, ¿qué me hubiera hecho si yo hubiera venido durante la dictadura militar?” y él le responde: “No te puedes imaginar lo que te hubiera pasado”, y luego dice: “Mira, el verdadero peligro no son los comunistas conocidos, que vienen siendo vigilados y aterrorizados por décadas y por lo tanto es poco probable que hablen. El verdadero peligro son los comunistas ocultos y esta película quizás sea secretamente una actividad comunista”. Y dice: “Continúen —en tono de amenaza lo dice— continúen con su actividad comunista secreta. Sigan nomás”.

AMY GOODMAN: Y éste es, de hecho, un vecino de Adi.

JOSHUA OPPENHEIMER: Sí, es… sus casas están a pocos minutos de distancia.

AMY GOODMAN: Estamos con el cineasta Joshua Oppenheimer, nominado al premio Oscar, cuya nueva película, La mirada del silencio, ya se ha estrenado en todo el país. Se la está considerando una obra maestra. Esto es Democracy Now! Enseguida volvemos con Oppenheimer.

[Pausa]

AMY GOODMAN: Escuchábamos a “Arum Bandung”, aquí en Democracy Now!, democracynow.org, el informativo de Guerra y Paz. Soy Amy Goodman, seguimos con nuestra conversación con el director de cine Joshua Oppenheimer, nominado al premio Oscar. Le pedí que nos hablase de los peligros involucrados en la realización de esta nueva película, La mirada del silencio. Tanto en La mirada del silencio, sobre las víctimas del genocidio indonesio apoyado por Estados Unidos, como en la película El acto de matar, que se centra en los represores, los créditos aparecen —muchos de ellos— aparecen como anónimos.

JOSHUA OPPENHEIMER: Sí, durante todo el proceso de rodaje y edición de la película, y también en su difusión, sabíamos que estábamos preparados para parar, después de cada escena. Adi… como parte de la preparación para las escenas con los comandantes de más alto rango, teníamos un segundo coche disponible para usar en un eventual escape, para que fuera más difícil perseguirnos si teníamos que huir. La familia de Adi se iba al aeropuerto, lista para salir si había alguna señal de amenaza que pudiera persistir cuando nos fuésemos. Y unos seis meses antes de que la película se proyectara por primera vez, en el Festival de Cine de Venecia, nos reunimos con Adi, su familia, todo el equipo que había lanzado El acto de matar, activistas de derechos humanos y mi equipo de filmación. Nos reunimos en Tailandia, porque ya no era seguro para mí regresar a Indonesia, vimos un primer corte de la película y discutimos si acaso sería mejor aplazar el lanzamiento de la película hasta que los genocidas hubieran muerto, o hasta que hubiera un cambio real en Indonesia, o si lo mejor era lanzar la película, pero que la familia de Adi se trasladase a Europa, que es donde yo vivo, por un tiempo.

Al final, decidimos… la familia de Adi vio la película y dijeron: “Esta película debe salir ahora”, porque con El acto de matar se había generado todo un impulso de cambio en este tema. El gobierno de Indonesia ya había… en respuesta a la nominación de El acto de matar al Oscar, había dicho: “Miren, sabemos que lo que sucedió en 1965 fue un crimen contra la humanidad. Sabemos que necesitamos un proceso de reconciliación. No necesitamos que una película nos empuje a esto. Lo haremos a nuestro propio tiempo”. Pero fue un momento maravilloso, porque fue la primera vez que admitieron que eso estuvo mal. En ese contexto, los medios de comunicación y la gente estaba hablado abiertamente sobre el genocidio, nombrándolo genocidio. Y ya era hora…

AMY GOODMAN: Pero con El acto de matar, primero hicieron unas proyecciones clandestinas en Indonesia, ¿es así?

JOSHUA OPPENHEIMER: Sí, comenzamos en secreto, pero una vez que los medios de comunicación apoyaron la película, las proyecciones se hicieron rápidamente públicas. Y para el momento en que hicimos esa proyección de La mirada del silencio para la familia de Adi en Tailandia, ya se habían hecho miles de proyecciones públicas. Ya la película estaba disponible en internet de manera gratuita para todos los indonesios y había sido descargada decenas de millones de veces.

AMY GOODMAN: ¿Y el gobierno también hizo proyecciones?

JOSHUA OPPENHEIMER: No, de El acto de matar, no.

AMY GOODMAN: No, no, de La mirada del silencio.

JOSHUA OPPENHEIMER: La mirada del silencio sí entró en ese espacio. De hecho, hay dos órganos del gobierno que la están distribuyendo: la Comisión Nacional de Derechos Humanos y el Consejo de las Artes de Yakarta, algo inimaginable antes de El acto de matar. La primera proyección en Yakarta se realizó en el cine más grande de Indonesia. Había carteles por toda la ciudad anunciando la proyección. Fueron tres mil personas. En el cine sólo entraban 1500. Así que se hicieron dos proyecciones. Adi fue a las dos y recibió una ovación de pie durante 15 minutos. Al mes siguiente, la película se estrenó en todo el país. El día del estreno, el Día Internacional de los Derechos Humanos, hubo 500 funciones. Y en las semanas siguientes, llegamos a hacer 3.500 proyecciones. La película ha impulsado un debate nacional acerca de la necesidad urgente de un proceso de verdad, reconciliación y justicia de algún tipo. El gobierno ha presentado un proyecto de ley para la verdad y la reconciliación, que es desgraciadamente deficiente pero es un hito histórico, y es algo que los activistas de derechos humanos intentarán mejorar. Como sea, a raíz de todo este impulso, la familia de Adi, al ver la película, dijo: “Tiene que salir ahora. Estamos listos para mudarnos a Europa”.

Nuestro equipo de Indonesia dijo: “Creemos que podemos… si podemos reunir la gente y los recursos necesarios para reubicar a la familia en otra parte de Indonesia, eso podría funcionar. Creemos que estamos en condiciones de proteger la seguridad de la familia, porque que este nuevo clima que se está viviendo, que El acto de matar contribuyó a generar, les dará protección y cuando se estrene la película, mucha gente verá a Adi como un héroe nacional”. De hecho, la primera proyección fue en el Día de los Héroes Nacionales y se convirtió en trending topic de Twitter en Indonesia. Indonesia es el país con más usuarios de Twitter del mundo. Así que lo que salió en Twitter ese día, de hecho en todo el mundo fue: “Hoy tenemos un nuevo héroe nacional y su nombre es Adi”. Así que con todo esto, la familia de Adi pudo trasladarse a otro parte del país a unos pocos miles de kilómetros de distancia de donde vivían. Allí están rodeados por una comunidad más solidaria, con abogados de derechos humanos, periodistas críticos, cineastas, políticos progresistas, que están firmemente atentos a cualquier amenaza que pueda haber. O sea que la familia de Adi está bien.

AMY GOODMAN: Pero no están viviendo donde ellos… donde Adi creció.

JOSHUA OPPENHEIMER: No, ahora no. Y siendo un hombre que solo buscaba llegar a una instancia de perdón con sus vecinos, esto expresa hasta qué punto Indonesia no es una democracia. Una democracia, por supuesto, requiere un Estado de derecho. Y los poderosos en Indonesia no están sujetos a las mismas leyes que los más débiles. Y en ese sentido… si no hay Estado de derecho, no hay democracia. Por supuesto, tenemos el mismo problema aquí en Estados Unidos, en un grado tal vez un poquito menor, que no hay… y no sólo, no sólo eso, sino el hecho de que —al mismo tiempo— debido a esta ausencia del Estado de derecho, hay un Estado paralelo construido en torno al ejército de las oligarquías, los mafiosos, los paramilitares que… y los servicios de inteligencia, que están oficialmente por encima de la ley. Los militares tienen inmunidad frente a la ley civil. Si un comandante militar ordenara masacrar un pueblo entero, no se lo podría juzgar en un tribunal civil. Tendría que… el ejército tendría que convocar un tribunal propio para juzgarlo, lo que significa que el ejército está por encima de la ley.

AMY GOODMAN: Esto me lleva de nuevo a los represores, a uno de ellos, el que Adi confronta, que dice: “yo soy un producto de Estados Unidos”. Cuéntanos un poco más, para quienes no están familiarizados con la historia de Indonesia, la historia moderna de Indonesia, cuéntanos, en los años 60, cuál fue la intervención de Estados Unidos aquí.

JOSHUA OPPENHEIMER: Estados Unidos proporcionó ayuda, armas y dinero al ejército para que pudiera llevar a cabo este genocidio. Es posible que también haya intervenido en planificar o conspirar para generar los eventos que se utilizaron como disparador para provocar el genocidio, la excusa para el genocidio, que fue el asesinato de seis generales del ejército por otros miembros de las fuerzas armadas. Pero esos… todos los documentos de la CIA que conciernen a este período de Indonesia permanecen clasificados y estamos presionando para que se divulguen. El Senador Tom Udall ha presentado una resolución de “el sentir del Senado”, el día que se estrenó la película en Indonesia, diciendo que ya es hora de que Estados Unidos desclasifique y asuma la responsabilidad que le toca en estos crímenes, y desclasifique sus archivos. Sabemos… lo que ya sabemos es lo suficientemente incriminatorio. Sabemos que, por ejemplo, hubo funcionarios de la embajada que recopilaban listas con miles de nombres de figuras públicas en Indonesia —funcionarios de la embajada estadounidense— y se las entregaban al ejército indonesio, diciendo: “Maten a todos los que están en estas listas y vayan marcando los nombres a medida que avanzan, y nos devuelven las listas cuando hayan terminado”. Hablé con uno de esos hombres, un hombre llamado Robert Martens, al principio de mi viaje por aquí, y él me habló de lo fundamental que era esa información de inteligencia. Pero se trataba de figuras públicas. Y Estados Unidos previamente había financiado y entrenado al ejército indonesio y le había aconsejado desplegarse en todas los pueblos en el país, de modo que no iban a ser útiles para la defensa nacional; ese despliegue estuvo orientado a la represión interna y los asesinatos masivos.

Y en este despliegue de pulpo, con sus tentáculos alcanzando cada pueblo, por supuesto que… por supuesto que iban a saber quiénes son las figuras públicas en cada lugar —periodistas, intelectuales, líderes sindicales— que podrían oponerse al gobierno militar. Así que esto no era realmente información de inteligencia. Era instigación. Estados Unidos estaba diciendo: “Mátenlos a todos. Queremos que este nuevo régimen se mantenga en el gobierno. Maten a todos los potenciales opositores”. EE.UU. también proporcionó las radios deliberadamente, con el propósito… que permitieron al ejército coordinar las masacres a través del vasto archipiélago de 17.000 islas que es Indonesia. Y en La mirada del silencio vemos también un informe de la cadena NBC News en el que más o menos se celebra el genocidio, justo cuando acababa de suceder. Y lo más escalofriante que vemos es a Goodyear, una importante empresa multinacional, en las plantaciones de caucho, donde se cosecha el látex para nuestros neumáticos y nuestros condones. Goodyear está ahí, utilizando trabajo esclavo procedente de los campos de exterminio para cosechar su caucho. Desde luego, esto es lo que las empresas alemanas habían hechoon en la periferia de Auschwitz apenas 20 años antes. Pero aquí se está emitiendo por la televisión estadounidense, celebrándolo como una buena noticia, como una victoria de la libertad y la democracia. Esto debería dar que pensar a quienes vean La mirada del silencio, hacernos preguntar realmente por… si la verdadera razón de la intervención de EE.UU. era la llamada… la lucha del llamado mundo libre contra el mundo comunista, o si eso fue un ardid, un pretexto, una excusa para el saqueo asesino de las empresas.

AMY GOODMAN: Y de eso se trató el ascenso al poder del dictador Suharto, con el apoyo de Estados Unidos,

JOSHUA OPPENHEIMER: Exacto. Así es como Suharto llegó al poder. Y se mantuvo en el poder por 35 años. Y mientras estuvo en el poder, él… EE.UU. continuó apoyando a su gobierno y alentando sus abusos de poder, como la invasión y la ocupación de Timor Oriental, que llevó a un genocidio también allí, con un tercio de la población asesinada. Esto fue posible gracias a los miles y miles de millones de dólares que se regaron en calidad de ayuda sobre la dictadura de Suharto. Y esa ayuda comenzó a fluir cuando los ríos aún estaban atestados de cuerpos.

AMY GOODMAN: Bueno, dos cuestiones para terminar. Una es qué pasará ahora con el equipo que hizo esta película, que trabajó contigo. Pero antes, hay una escena muy emotiva en la que se ve a Adi hablando con su hijo, se ve al niño en la escuela y se ve lo que sus hijos están aprendiendo ahora.

JOSHUA OPPENHEIMER: En Indonesia, todavía, mientras rodábamos la película, y es algo que tal vez esté empezando a cambiar a partir de la película, pero todavía, al día de hoy, el gobierno indonesio enseña a los estudiantes, enseña a los niños, que el genocidio fue algo heroico, algo de lo que… un exterminio heroico de la izquierda indonesia. Y que las víctimas eran una especie de monstruos que recibieron su merecido y que los ejecutores del genocidio fueron héroes. Y en la película se ve que el pequeño hijo de Adi escucha esto y escucha también que por… que los familiares, los nietos de las víctimas no se deberían tener acceso a empleos decentes, que no se les debería permitir entrar a la policía o trabajar en el gobierno, o que tienen que ser estrechamente vigilados porque sus abuelos eran personas terribles. Y vemos que este estigma se transmite de generación en generación. Y claramente vemos que, básicamente, se está preparando el suelo para que el genocidio se repita.

En la película, escuchamos una y otra vez: “Lo pasado, pasado está”. Pero los sobrevivientes siempre lo dicen por miedo y los represores siempre lo dicen como amenaza, lo que significa que el pasado no es pasado, sino que está aún, justo ahí. Está abierto. Es una herida abierta. Y lo que lo mantiene vivo es, desde luego, la transmisión de la propaganda en las escuelas. Y de muchas maneras, lo que Adi hizo fue en respuesta a eso, a la idea insoportable de que se estigmatizara a sus hijos por la propia opresión sufrida su familia, algo que conocemos demasiado bien en este país, con nuestra propia… con nuestras propias historias no resueltas de… las heridas no resueltas del racismo y el genocidio de los pueblos originarios. Somo… esto no debería ser visto como algo ajeno a nosotros. Y desde luego, si consideramos que este es, también, un genocidio perpetrado por Estados Unidos, es también parte de nuestra historia. Si Estados Unidos es un imperio, lo que ocurre en rincones más remotos del mundo está totalmente vinculado a nuestra vida en casa y a la economía de consumo que al menos se nos dice que deberíamos estar disfrutando en casa. O sea que esto nos involucra a todos, también.

AMY GOODMAN: Y qué pasa con los créditos, la gente que trabajó contigo, a quienes aún no se puede nombrar aunque esta película, La mirada del silencio, cuente con el apoyo del gobierno de Indonesia para su distribución en todo el archipiélago.

JOSHUA OPPENHEIMER: Por este Estado paralelo del ejército, los gangsters y los paramilitares, aunque algunos sectores del gobierno apoyen la película, eso no quiere decir que la situación sea más segura para mi equipo. Y se necesitó un equipo de 25 personas, cinco de ellas trabajando a tiempo completo, para garantizar la seguridad de Adi y su familia. Y todavía tenemos un plan B para que se escapen si hay alguna señal de amenaza. Mi equipo corre los mismos riesgos y por eso el equipo con el que trabajé en ambas películas permanece completamente anónimo. Los créditos en las dos… esa lista que sale al final de ambas películas, está hecha así para mostrar que todas las personas indonesias que participaron en la realización de la película figuran como anónimo. Se trata de personas que dieron 10 años de su vida, en algunos casos, dejaron sus carreras de periodistas, abogados de derechos humanos, profesores universitarios, directores de cine, directivos de ONGs. Dejaron de hacer lo que estaban haciendo, inicialmente pensando que se tomarían una licencia sabática de seis meses, pero vieron que en realidad el proyecto continuaba, se iba haciendo cada vez más y más profundo, y ellos decidieron seguir trabajando en él, arriesgando su seguridad, sabiendo que no iban a poder tener el reconocimiento por su trabajo, hasta que haya un cambio político real. Y no hay nada… lo hicieron porque sentían que era así de importante hacerlo. Y realmente, no hay nada que quisiera más que llegar al punto de poder cortar esa lista con los créditos, en las dos películas, y poner una nueva con cada uno de los nombres.

AMY GOODMAN: El nuevo presidente, Jokowi, ¿ha visto esta película?

JOSHUA OPPENHEIMER: Le dimos una copia hace meses. Hace unas semanas le dimos una carta mía sobre la película. Hay rumores de que podría haber una disculpa presidencial a las víctimas y a las familias de las víctimas, en el próximo discurso sobre el Estado de la Unión, que es en agosto. Pero ya se sienten las repercusiones. Ya hay grupos paramilitares que están diciendo que es un comunista, diciendo que es un traidor, hablando de hacerle un juicio político. Así que hay… no sabemos si él ha visto la película. Sin embargo, sabemos que recibió una copia de la película de parte de su… de un pariente suyo, en la sala de la casa de su madre. Y tenemos una fotografía de él sosteniendo la película en la sala de la casa de su madre.

AMY GOODMAN: ¿A cuánta gente asesinaron el ejército y los paramilitares en Indonesia, entre en 1965, 1966, 1967?

JOSHUA OPPENHEIMER: Es casi seguro que más de un millón, quizás hasta tres.

AMY GOODMAN: Joshua Oppenheimer, cineasta nominado al premio Oscar, director de La mirada del silencio, que acaba de ser estrenada en Estados Unidos. El 1 de octubre se conmemora el 50 aniversario del inicio del genocidio de 1965 en Indonesia. Los medios y organizaciones de derechos humanos que participan en la campaña de conmemoración están haciendo circular una petición para que el gobierno de Estados Unidos desclasifique y divulgue los registros de la CIA, el ejército, el gobierno y las empresas sobre los asesinatos en Indonesia, y que reconozca la participación de Estados Unidos en el genocidio.

Traducido por Juan Vilata. Editado por Verónica Gelman y Democracy Now! en Español.

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